Ficciones

Pese a la reiteración del tema en incontables ocasiones, el deterioro del ecosistema es inevitable. Debido a la multiplicidad de factores, la humanidad sufre la transformación que requiere adaptarse a un ambiente cambiante e incluso hostil.

Además, con el aumento desmesurado en el precio de la gasolina se vislumbra un panorama caótico y tenso para el próximo año en el ámbito nacional, independientemente de la catástrofe económica que se avecina internacionalmente.

En ese sentido, producto del ocio derivado de estas fechas y la creciente predilección por el género de ciencia ficción, mi reflexión encuentra puntos focales en el que la distopía o utopia negativa no dista de una probable realidad, misma que ya nos ha rebasado.

Con una sociedad creciente, es temiblemente sabido por todos que los recursos naturales son finitos, el abastecimiento de alimentos insuficiente, la sobrepoblación asfixiante y la contaminación inevitable: la ficción nos alcanzó.

El ejemplo más lúcido, casi trazado a calca por el ingenio del fenecido escritor británico conocido por el seudónimo de George Orwell y su 1984 es Corea del Norte; trama en la que la manipulación de la información y la vigilancia masiva así como la represión política y social son el diario acontecer. Bajo acciones totalitarias del líder “Gran Hermano” la sociedad acata las órdenes coaccionantes y opresoras de la sociedad; la imagen que retrata el autor es copia fiel del dictador Kim Jon-un y ha trascendido la realidad política y social actual.

Orwell no ha sido el único visionario que logró imaginar civilizaciones derruidas y ficciones postapocalípticas en el futuro; la novela gráfica francesa Le Transperceneige, creada por Jacques Lob y Jean-Marc Rochette, es una historia que gira en torno a una nueva edad de hielo provocada por una catástrofe nuclear en la que los supervivientes deben vivir en un tren que circunnavega el mundo. Dicho libro fue adaptado al cine bajo el título de Snowpiercer en 2014.

Proveniente de diversas latitudes y generaciones, la preocupación por el futuro de los recursos naturales es constante en la obra de diversos artistas; por su parte, el realizador australiano George Miller escribió y dirigió la trilogía de Mad Max, en el que la escasez de combustible y el desorden social son normalizados, el agua es un recurso por el cual pelean -recurso por el que se disputan también en Snowpiercer-, la leche es otro recurso invaluable que sólo pueden obtener a través de nodrizas, dado que la tierra ha perdido humedad y viven por completo en el desierto.

En esa tónica, una problemática similar aborda la película Children of men, filme basado en la novela de la escritora británica P. D. James, en la que dos décadas de infertilidad humana han dejado a la sociedad al borde del colapso y una embarazada es la clave de la trama en el que las situaciones hostiles y enemigos pretenden utilizar al bebé como herramienta política en la revolución que se orquesta.

La ciencia ficción dejó de pertenecer a un mundo imaginario en el que las posibilidades distópicas construían situaciones alternas: el presente rebasa aún más nuestras expectativas, solo resta tener la capacidad de adaptación ante la mutabilidad de los tiempos.