Anoche la despertó la alarma contra incendios. Se quedó dormida en el sofá turquesa, de terciopelo brillante, entre suaves cojines, mientras leía un libro de poesía. Le fascinaba ver las olas densas que se formaban en el Hudson y la luna llena, espléndida, de un plateado blanco, gélido. El sonido cesó, era una falsa alarma que emitía chillidos rojos y que había despertado a medio edificio. Otra vez el tren. Se ha ido y con este un suspiro profundo. La luna sobre el Hudson la llama. Ya no podía dormir, decidió continuar su lectura pero se distrajo pensando en esa mañana: en la terrible soledad, en lo que había escrito sobre los jóvenes desaparecidos en México, sobre la cancelación del TPS, la separación de familias y en las recetas que compartieron ella y Golda. Se levantó y fue directo a la computadora. Releyó lo que había escrito. “La luz de la pantalla y de la luna son similares”, pensó, blancas, heladas, penetrantes. Sin darse cuenta se quedó dormida.
Incluido en Corta la piel / It Pierces the Skin, FlowerSong Press, 2020