Existimos para, en algún momento, inexistir

En El laberinto de la soledad Octavio Paz expone el concepto de la violación primaria. Este evento es un punto de inflexión de la historia, siempre marcado por enormes dosis de violencia. La consecuencia de esta violación es la pérdida del ser, es llegar a un estado de completa alienación.

A través de esta idea, Octavio Paz expone que la conquista fue la violación primaria de todo el continente americano y, por la trascendencia omnipresente de la historia, también fue el Big Bang de la constante decadencia de los pueblos del continente. Este concepto lo expone también, sin ser tan directo, en el primer capítulo del ensayo anteriormente citado. En este presenta al chicano como alguien que, ya habiendo sido usurpado en la conquista, pierde las pocas nociones que tenía de sí mismo en Estados Unidos, un país que carece de identidad. Esto explica el porqué del enfermizo patriotismo de los estadounidenses radicales: buscan justificar la ausencia de sí mismos en símbolos y cantos que, en esencia, son vacíos. Esta alienación histórica también se puede observar en los pueblos con grandes tradiciones religiosas: en un dios (o en cualquier cosa ajena al ser que genere devoción) conciben su identidad, no quieren aceptar el caos de la existencia, porque esto solo alimenta su identidad sometida al azar.

Los símbolos, los dioses, las patrias, los sueños son consecuencia del vacío de todas las personas. Esto también puede explicar cómo se generan las relaciones de poder. Aunque las relaciones de poder consisten en una dinámica orgánica, estas siempre definen al ser a partir de un ente ajeno. En esa relación, ambas partes necesitan de ese espejo para definirse y encontrar el suelo para pararse en su enorme limbo.

A través de este razonamiento se pueden construir todas las relaciones humanas. No importa si uno es el excluido o el excluyente, el conquistador o el conquistado, en cualquiera de los polos uno se define y, a través de esa definición, se puede construir una revuelta o un constante estado de sumisión. Al final, todo lleva a la fiesta del dinamismo: las personas persiguen, a lo largo de la historia, el cambio de la relación, pero siempre cuidado la existencia de un ente ajeno al ser para así lograr definirse.

En este tiempo dominado por el utilitarismo y el capitalismo enfermo, las sociedades sustituyen relaciones de poder por afanes religiosos. El mundo se divide en quién tiene más y así, se construye la relación de poder que da un lugar en una clase social. Ese suelo de papel sustituye, temporalmente, su estado de alienación.

La literatura ha encontrado en la palabra la metáfora perfecta. Por eso, el automatismo es el objetivo tácito de la literatura. Se puede escribir sobre el mundo y así hundirse en la alienación. Este camino es el camino de la lucha, así como Sísifo. En cambio, el perseguir la unión inmediata entre palabra y consciencia implica convertirse en Prometeo. Se niega a los dioses-al espejo existencial de los seres humanos-y se brinda el fuego de la existencia para aceptarse como carne, para perder siempre el hígado frente a lo que somos. El lenguaje es lo más cercano al vientre que se extraña porque es la creación más pura de la consciencia.

Cuando el ser humano desarrolla la consciencia se da cuenta de que el acto de estar no fue su decisión. Su cuerpo, su inteligencia y todo lo que puede llegar a desear en la vida son consecuencia de algo impuesto. Los seres humanos hemos sido conquistados por la existencia. La historia es consecuencia de la alienación y por eso, siempre mantendrá su estado inamovible de bucle trágico. Nada ni nadie escapa de la historia. No hay sociedad o individuo que pueda definirse plenamente, que pueda interiorizarse. Po eso, todo tiene un objetivo, un objetivo que se cumple con la muerte. Sobrevivir hasta el ocaso de todas las luchas inútiles implica definirse. Porque al morir, la consciencia regresa a la cuna que tanto añora, que tanto busca en todas las obsesiones de la vida: la inexistencia.