Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, El Bronco, me parecía un sujeto de esos ajustados al absurdo estereotipo creado sobre el hombre mexicano: un macho que a la menor provocación le pega a la mujer, dicharachero, desidioso, inculto y siempre descansando bajo un cactus, el cobijo de un gabán y la protección de un enorme sombrero de copa.
Esa es una imagen bastante distante a la que proyectan otros políticos en el mismo cargo, como el caso del michoacano Silvano Aureoles Conejo. Sí, el mismo que traicionó al partido que lo llevó al poder para ofrecer su invaluable apoyo al candidato ciudadano del PRI y quien, por cierto, no es priista.
Bien valiente él, se valió de las redes sociales para alabar hasta el cansancio a José Antonio Meade Kuribreña: posó sus frágiles dedos sobre algún teclado o quizá una pantalla digital o igual le dictó a alguna de sus compañías la tajante resolución tomada para ser publicada un día antes del “debate” en la red social del pajarito, la favorita de los políticos mexicanos. Tan importante fue su adhesión a la campaña tricolor que el agradecimiento del abanderado del partidazo le llegó como debía ser, por redes sociales.
De hecho, este martes 24 de abril, el periódico La Voz de Michoacán publica una entrevista al figurín. Los colegas le preguntan sobre los atributos de López Obrador y nuestro esteta de la izquierda mexicana afirma haberle dado 20 por ciento de su salario para que el tabasqueño continuara diciendo barbaridades. Ello, mediante depósitos y entregas a su organización “Honestidad valiente”. Afirma que seis años contribuyó a la cosa esa.
Bien decía el escritor y filósofo Paul Henri Thiry d’Holbach mejor conocido como Barón de Holbach: “la traición supone una cobardía y una depravación detestable” y, salvo su mejor opinión, amable lector, a Aureoles Conejo la frase le viene como anillo al dedo. Literal.
En fin, me desvié un poco del tema. Estaba con el asunto del Bronco y les describía la primera impresión que me había causado el ex priista. Luego vendría su desempeño como gobernador independiente en Nuevo León (el primero del país), a partir de septiembre de 2015 hasta el 1 de enero (fecha a partir de la cual el Legislativo de su estado le otorgó licencia), periodo en el que hubo de todo en aquella entidad del norte mexicano, pero esa es otra historia.
El punto es que luego del mal llamado “debate” entre los aspirantes a sacar a peña de Los Pinos, parece que la postura del Bronco con respecto a quienes hurtan, roban y se apropian de recursos ajenos hizo mella. Pregunté a algunos de mis conocidos sobre el particular. Por minutos caían en el lugar común, el del retraso y los derechos humanos, el de las garantías legales y el desprecio a las víctimas, el del desarrollo y la ley. Luego reculaban, bajaban la voz y se acercaban con pena para reconocer que sí, que estaban de acuerdo en la multiafamada Ley del Talión, que se chinguen a todos los que hacen mal sin esperar el largo brazo de la ley, pues ha demostrado que sirve para absolutamente un carajo.
De hecho, la postura del Rodríguez Calderón caló hondo en un grupo autodenominado “Los Enterradores”. En Acapulco, Guerrero, ayer asesinaron y desmembraron a uno que quién sabe quién juzgó y dejaron una cartulina: “Ya lo dijo el Bronco Cortarle las Manos a los lacrosos que roban, aquí está el primero” (sic).
Es cierto. Nuestro país ha firmado montones de acuerdos y generado decenas de instrumentos para garantizar la correcta aplicación de la ley. Ha creado instituciones para vigilar el actuar de los funcionarios y hasta para condenarlos públicamente si los pescan haciendo de las suyas (aunque aplican eso que llaman resoluciones no vinculatorias para que los pobrecitos no sientan tan feo).
Desafortunadamente, la credibilidad, el hartazgo y el permanente olvido en que las víctimas son sumidas por esas instancias y quienes las encabezan, sigue ahí, latiendo al mismo ritmo que las promesas incumplidas y las firmas ante notario.
¿Un caso? Claro. Para nadie es un secreto que el pueblo, la gente, la raza, ya no confía. Por eso celebran ocurrencias y aplauden determinaciones, aunque estas vayan en contra de la legalidad en este país de justicia a modo.
Si no me cree pregunte a los indígenas. El sector cuenta con una instancia en la Federación para atenderles, asistirles e impulsarles, la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), que encabezaba alguien que hoy quiere una curul en el Senado y a quien señalan por haber ignorado a aquellas voces que se dicen abandonadas, marginadas y olvidadas.
Apenas ayer un sector indígena pedía desde Tula, Hidalgo, una nueva relación con el Estado ante el abandono en el que están inmersos, justo mientras en Tulancingo Magdalena Mayorga afirmaba ir en la ruta de quienes ya le han dado resultados al pueblo…
¿Quihubo?