Internet ha dado voz a todo el mundo. Personas que antes opinaban en familia, ahora opinan a gritos. No les oye mucha gente, claro, pero lo que dicen es público y cualquiera puede leerlo.
Publicar es, en efecto, hacer algo público. Supuestamente, quien habla tiene algo que decir. Y sabe decirlo. Supuestamente. En la realidad nuestra de cada día no es así. Muchos hablan y no dicen nada.
Dejad de hablar sin ton ni son, que me mareáis. Entro en la Red un rato y pierdo un tiempo precioso hasta dar con algo interesante. No me hagáis perder más tiempo. No perdáis más tiempo.
Tienes algo que decir. Dilo. No tienes nada que decir. Cállate. Cállate y lee a los que sí tienen algo que decir y saben cómo deben decirlo. ¿Que cómo puedes saber si tienes algo que decir?
Muy sencillo. Reflexiona sobre ello. Si el asunto vale algo, se quedará en tu cabeza. Cuando vayas a publicar algo, reflexiona sobre ello. Dale un hueco a tu idea. Si después de un rato aún sigues pensando que tienes algo que decir, dilo.
Pero dilo bien. Escribe con corrección. Si tienes dudas, consulta. En Internet hay muchas herramientas. Si buscas concienzudamente, encontrarás lo que quieras. Recuerda que estás publicando. Y tus lectores merecen un respeto.
Cuando en 1999 me di de alta como editor para publicar un par de libros que nadie quería, algunas personas me dijeron que eso no estaba bien. Que no estaba bien que yo mismo publicara mi obra. Que era necesario un filtro. Que el público lector merecía un respeto.
No sabían esas personas las horas que había metido en esas dos obras. Las mimé como si fueran las hijas que no tenía. Lo hice lo mejor que pude y todavía hoy pueden conseguirse. Y, aunque he evolucionado, sigo satisfecho.
Por supuesto, las plataformas de autoedición contemporáneas son máquinas de imprimir. Y ahí sí que no hay filtro que valga. Pero ahora está bien visto. Aunque la verdad es que casi nadie se entera de nada. Muchos libreros ni siquiera saben si un libro es autoeditado.
¿Y te costó mucho encontrar editorial? Sí, está muy difícil, pero al final di con Esfera Rojiza y ya todo fue como la seda, el libro les gustó y lo publicaron enseguida. Pues nada, preparamos una presentación para que te vayan conociendo.
Con vuestro permiso, cotillearé un poco sobre el tema. El otro día fui a una presentación. Un compromiso. Enseguida vi que se trataba de una autopublicación. Pero compré un ejemplar, claro. Los compromisos es lo que tienen, qué le vamos a hacer… Cuando el autor se enteró de que yo también escribo, me dio un montón de consejos. Es su primera novela, sí, pero ya sabe mucho. Casi todo.
Mi lector imaginario me pregunta por el libro autoeditado. ¿Lo has leído? ¿Es bueno? Vale-vale. Lo diré. Publicaré mi opinión sobre el libro sin revelar su título. Pero así no tiene gracia, insiste. Sí la tiene, sí.
Normal. El libro es normal. ¿Y qué quiere decir eso? Pues quiere decir que es un libro más. Otro. Imaginemos que se publican 30.000 novelas al año. Imaginemos que solo 3.000 tienen algún interés. Pues bien, el resto es normal.
El adjetivo «normal» me gusta. No es ofensivo. «Ordinario» también valdría. Tampoco es ofensivo. ¿Que qué me ha parecido el libro? Ordinario, sin distinción en su línea artística. No utilizaría nunca «vulgar». Ah, las palabras, sus significados, las posibles interpretaciones…
Internet ha dado voz a todo el mundo.
Y el ruido es ensordecedor.
Reflexionemos.