Esa generación: los Modelo 90 (Parte 1)

Cuando surgió la idea de armar una antología de las nuevas propuestas de la poesía guatemalteca ya se tenía una visión clara del panorama. Por eso Modelo 90. Muestra de poetas guatemaltecos nacidos en la década de 1990 se presentó y se sostiene como una muestra nada más.

Para lograr determinar a quiénes se les iba a incluir en este libro publicado con el Proyecto editorial Los Zopilotes nos basamos en dos criterios: calidad de la obra y compromiso con la literatura, siempre manteniendo el límite de edad de solo haber nacido entre 1990 y 1999. Los criterios son, a la larga, muy escuetos y relativos.

El criterio de calidad creo que estuvo más orientado a la exposición que ha tenido su trabajo. En el libro hay un par de nombres que me hubiera gustado no incluir, pero allí están porque su imagen y sus textos ya rondan, porque de alguna forma han gustado y se han hecho de un público. Y al final ese era el objetivo: mostrar las nuevas propuestas sin delimitarlas tanto por los motivos estéticos de los compiladores. Sin embargo, sí se efectuó un proceso riguroso de selección y edición. Tal vez, desde una perspectiva individual, se hayan incluido personas que no cumplan con méritos necesarios para estar, pero esas diferencias siempre brotan cuando se trabaja entre tres. El siguiente paso para entender este muestrario es ir más allá del escritor por sí mismo. La fuerza de este libro reside en cómo se lea: se debe ubicar al libro en su época y así entender las flaquezas y las fortalezas de los nombres. Si hubiésemos querido hacer una muestra de aquellos escritores que han alcanzado otra profundidad con su obra, esta sería solo un tercio de Modelo 90.

En Modelo 90 se puede construir todo un mundo a través desde los versos. Se pueden definir los contextos locales y globales. Estamos en el mundo de lo plural, en el mundo acelerado de las modas, de las sensaciones, del violento hedonismo. Ahora nos hablan de amor en las pancartas y nos dicen qué es la poesía en pequeños posts de Instagram y en blogs que no tienen ningún cuerpo, ninguna densidad virtual. Artaud, como el faro de la modernidad, anunció que esta iba a cambiar la noción de arte. En general, cualquier época redefine al arte. Pero a partir de la modernidad estas definiciones se empezaron a espaciar, a mezclar con otros ríos del mundo. Ahora, el arte está inevitablemente ligado al mundo del consumo. El arte ahora no es ferrotipo o un monstruo eterno de mármol: ahora el arte es un orgasmo que con las repeticiones se va diluyendo y simplificando. En el mundo absorbido por las sensaciones efímeras, se ha demeritado al genio detrás del significante, pero es más doloroso aún el asesinato del artesano. Las palabras ya no son palabras-esas metáforas inconmensurables del pensamiento y del tiempo-ahora son un sentimiento que “necesita ser escuchado”. No, no todos tienen derecho a ser escuchados como escritores, eso hay que dejárselo a los escritores que deben ser escuchados. La crítica surge por la violenta aparición de la pluralidad. En el siglo XXI el mar del internet es la orgía de todo lo plural. Ahora todos son poetas, todos quieren hacer catarsis con sus cuentos. La crítica no aparece, no limita las infinitas publicaciones porque la literatura ya no es la barra que fiscaliza el intelecto, las épocas y la historia. Ahora la literatura es tanto como una queja en Instagram, una paja express en la mañana, una producción en masa de Toyota o un cereal desabrido de supermercado.

Ya no vivimos en el mundo utilitarista-antes todos teníamos que comer el mismo cereal y creer en la democracia-ahora, el manto omnipresente del mercado nos busca segmentar en nichos. Ahora queremos ser anarquistas (Guatemala: pura anarquía) y vivir de ideales sin forma. Ahora somos veganos, punks, animalistas o nos la llevemos de físicos matemáticos. Y desde allí queremos llamarnos escritores.   

La pluralidad nos aliena y nos vende una idea de felicidad y nociones de originalidad. Nos hace creer que somos lo que decidimos ser, pero solo somos consecuencia de alguna tendencia que, en algún momento, pudo en verdad haber sido un lucero en la oscuridad. La diferencia entre muchas ideas reside en la intelectualidad detrás. El veganismo puede ser una tendencia o un movimiento en contra de la estructura comercial. Pero esto será uno o lo otro si se sustenta sobre la evolución histórica de la idea.

En Modelo 90, encontramos la voz de los que heredan el siglo de la alienación, la voz de aquellos que ya son hijos de las modas y de tendencias determinadas por una filosofía de consumo. También, son la voz de un país que ya es plural y alienado por la forma en que lo ha definido su historia. Leer bien a los escritores de Modelo 90 significa lograr determinar si tienen un compromiso con la literatura. Este compromiso va más allá de si escriben y leen todos los días, si van a la universidad o si van a hablar pajas a festivalitos y lecturas. El compromiso con la literatura va ligado a la condición atemporal de esta, a su naturaleza de ojo que le da color y sentido a la historia. Comprometerse con la literatura en este tiempo significa poder redefinir el arte, de olvidarse del corazón que palpita. La literatura, en su profundidad, te dice que nadie es libre y que nadie lo va a ser, te dice que pensar es un acto muy triste, pero que creer en la historia y sus desesperados rayos de esperanza es lo único que nos queda.