Uno de los grandes debates de actualidad es referente a los animales que son adoptados, más que como mascotas, como miembros de la familia a la que pertenecen. Habrá quienes, como Tú, opinen que no hay mejor manera de evaluar la calidad de una sociedad, que con el nivel de respeto que hay hacia los seres vivos; sin embargo, del otro lado de la balanza también se encuentra la opinión aferrada de considerar a los animales y las plantas como inferiores al humano. Como si andar erguidos nos hiciera valiosos en automático.
Tú, como muchos amantes de los animales, siempre ha sido de la idea de mantener la paz a pesar de la diferencia de pensamiento o el opuesto en los polos que van desde el que desea contraer matrimonio con su canino, hasta el que opina que no hay peor compañía que la de una mascota. Con quienes no puede ni cruzar palabra es con aquellos que disfrutan de la violencia y el sufrimiento causado a cualquier animal, por diversión, “tradición” o hasta supuesto deporte; pero esto queda para otro tema a debatir.
Lo importante en esta ocasión es que Tú ha estallado en cólera al descubrir la cada vez más podrida y derruida sociedad que habita M., ese momento en que de la estación de bomberos y protección civil le respondieron: es sólo un gato.
¿Pero a qué vino tal afirmación? Tú requería ayuda para rescatar a una gatita que accidentalmente quedó atrapada en un patio vecino, cuyo domicilio se encontraba inhabitado. Sin las herramientas necesarias, ni la experiencia requerida para traer de regreso a la traviesa Juno, Tú pidió ayuda a las instancias correspondientes, obteniendo apoyo nulo de los mismos.
Sin respuesta positiva de los vecinos, con una negativa de parte del ayuntamiento y una asociación de Rescate Animal sin los recursos necesarios, Tú sintió la devastación sobre su ser.
Siempre que se compara a M. con otros países, encontramos abismos de distancia entre las sociedades evolucionadas y el pensamiento de una mayoría limitada por la carencia de una buena educación. No se trata de exaltar a un animal o una planta por encima de un ser humano, pero tampoco lo opuesto es aceptable. El punto real sobre el que hay que atenderse es: el respeto.
Sin respeto, el orden social no funciona, todos están de acuerdo en ello, todos lo repiten incluso dentro de las religiones. El problema es que se cae en el error de creer que los únicos seres a quienes hay que respetar son los humanos.
No se pide que todas las personas amen a los animales y adopten docenas de mascotas, lo que se esperaría es que aquellos con vocación para entregarse a cuidar a ese ser que por siempre tendrá la actitud y las necesidades de un niño indefenso, puedan optar por solicitar las garantías necesarias para la seguridad y la salud de sus mascotas.
El día en que las mascotas dejen de ser consideradas objetos o lujos, ese día M. habrá alcanzado un nuevo nivel de evolución.
Mientras tanto, Tú ha rescatado a su gatita, gracias a la solidaridad de unos cuantos ciudadanos valiosos de esos que buscan hacer la diferencia en este país, a pesar de enfrentarse a una mayoría cargada de prejuicios que se engarzan como grilletes de presidiario.
¿Cambiamos la orientación de la balanza?