Éranse una vez un corazón roto (Once Upon a Broken Heart) sigue a la protagonista Evangeline Fox, una joven que hace un trato con el enigmático Príncipe de los corazones, Jacks, para salvar su historia de amor, pero no contaba con que los finales felices tienen un precio.
Garber construye un escenario gótico y vibrante, lleno de relojes que detienen el tiempo, sangre que concede deseos y maldiciones poéticas. Sin embargo, a veces la narrativa prioriza la estética sobre la coherencia interna, dejando algunas lagunas en la lógica de la magia.
Evangeline es una protagonista ingenua pero tenaz, cuya evolución hacia la independencia es el eje de la trama. Jacks, por su parte, es el bad boy arquetípico pero con un toque de tragedia shakespeariana. Su dinámica oscila entre adictivo y lo preocupante: Garber juega con el tropo del “amor que duele”, pero no siempre lo transforma.
El primer libro engancha con su premisa; el segundo profundiza la historia, pero el tercero La maldición del Amor Verdadero (A curse for True Lovel) divide a los lectores. Están entre los que adoran el final melodramático; y los que encuentran apresurado el final. Los constantes giros, y aunque mantienen la intriga, hacen que el peso emocional en los momentos clave, como la redención de ciertos personajes, resten el peso que debería tener.
En conclusión la autora firma una trilogía visualmente deslumbrante, perfecta para quienes buscan escapar a un mundo de besos envenenados y promesas rotas. No obstante, bajo el brillo de su prosa poética, persisten los mismos debates del género: ¿puede el amor ser maldición y salvación a la vez sin caer en clichés?
No es una historia mala; al contrario, te intriga desde el primer libro. La recomiendo especialmente a quienes disfrutan del romance mezclado con fantasía, donde cada página da un aire de intriga, entre magia, peligro y deseos con consecuencias.
Si buscas una lectura entretenida, con toques de fantasía, romance y giros inesperados, Érase una vez un corazón roto es una apuesta segura.