Entrevista simple a Pablo Fraile

Pablo Fraile acaba de publicar Arón el Gatorratón, un libro para los más pequeños y también para aquellos adultos que conserven su corazón infantil o parte de él. Las ilustraciones corren a cargo de Antonio Acebal y son una delicia.

—Me dicen muchos padres que sus hijos no leen. Que les cuesta. Que empiezan y lo dejan. Pablo, ¿la lectura (en papel) está en crisis?

—La lectura tradicional lleva en crisis desde hace tiempo, aunque parece que va repuntando (muy poco a poco) en los últimos tres o cuatro años, coincidiendo con la mejora de la economía (que también llega con cuentagotas). Por un lado, según datos editoriales, la lectura en formato digital ha aumentado en un treinta y pico por ciento desde 2010, sobre todo en el caso de la prensa. Aunque quien lee literatura sigue fiel al papel, y, si lee en formato digital, tampoco deja de acercarse al formato clásico. Solo un 6 por ciento, del 61,8 de lectores de libros en tiempo libre, lee exclusivamente en formato digital. Y esto hace pensar que la cosa no va tan mal. Con la llegada del libro electrónico, por ejemplo, se quería enterrar el libro en papel, se decía que iba a desaparecer, y lo que han hecho las editoriales ha sido ofrecer productos de mayor calidad, crear verdaderas obras de arte, libros-objeto (aunque la denominación no me guste demasiado, porque me cuesta considerar el libro de esa forma), e incluso han subido los precios al sacar ediciones más caras. Se edita y se compra menos que hace diez años, pero más que hace tres o cuatro.

»El panorama no es tan gris. Eso sí, casi el 40 por ciento de la gente sigue leyendo poco o nada. Se lee mucho menos que en Francia, por ejemplo.

»En cuanto a la lectura infantil (y me vuelvo a apoyar en datos de editorxs), el 75 por ciento de los padres y madres lee habitualmente a lxs niñxs menores de seis años, aunque desciende un poco el porcentaje respecto al año anterior, y también el número de horas dedicadas a esta lectura conjunta.

»Entre los seis y nueve años, el 83 por ciento lee de manera frecuente, aunque algo menos. De diez a catorce, desciende el porcentaje, aunque no mucho. Y entre los quince y los dieciocho se desploma, quizá porque a esas edades hay otros intereses. Estoy convencido de que también influye la programación literaria en los institutos. Lxs chicxs deben conocer ciertos clásicos, pero creo que es un error obligarlos a leer obras completas que no tienen por qué interesarles o que no están preparadxs para disfrutar. A mí, por ejemplo, me encanta La Celestina, pero a los quince años me habría parecido un pestiño considerable.

»A esa edad me voló la cabeza La ley de la calle, de Susan E. Hinton, y ni remotamente sabía que era un clásico ni que existía la adaptación de Ford Coppola. Habría que amoldarse a los gustos de los jóvenes, aunque este es un proceso que lleva mucho más tiempo y trabajo, y ya se sabe que, en política, no siempre interesa invertir en educación, en mayor número de profesorxs (y en que haya menos alumnxs por aula). Se pretende alejar a la gente de la lectura, se hace adrede…

»En casa, optaría por leer con lxs niñxs desde los primeros meses. Hay muchos libros pensados para que toquen, manipulen o muerdan las páginas. Su curiosidad es innata y agradecerán todo lo que les llame la atención. Poco a poco, las lecturas irán ganando complejidad. Se debe leer con ellxs, hasta que deseen hacerlo solxs, y dejarles elegir, sin querer conducirlos hacia lo que nosotrxs consideramos «buena literatura».

»Eso sí, deben tener acceso a todo, no solo a los libros utilitarios o simplemente lúdicos. Ir a la biblioteca. A mi hija mayor le encantan «Donde viven los monstruos» y también los libros de Peppa Pig (personaje que yo detesto), y va saltando de una cosa a otra, cada noche, según lo que le apetece. Yo, como autor, intento que los lectores se diviertan, los lectores de cualquier edad. También intento desarrollar un estilo propio, crear literatura (aunque que lo diga yo mismo puede sonar pomposo, pero es así como lo pienso y lo siento). Lo moral y lo aleccionador no entran dentro de mis intereses, aunque toda literatura sea moral por definición (incluso cuando quisieras desprenderte de todo lo moral estarías tomando una decisión moral).