Entrevista al poeta Carlos Yescas Alvarado

Sobre Carlos Yescas

Carlos Yescas Alvarado (Durango, México). Escritor. Ha publicado el libro de poesía Nosotros es un hombre solo (Verso Destierro, 2014). Ha participado en diversos encuentros y festivales literarios en México, y ha impartido talleres literarios en Durango. Presidente de la Sociedad de Escritores de Durango (SED) de 2015 a 2018. Trabaja actualmente como reportero en Durango, y como redactor de contenidos en páginas de Internet. Además de este libro, en 2018 nacerá su primer hijo, a quien considera el mejor verso que jamás podrá escribir.

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Háblanos sobre tus inicios en la poesía, ¿qué te llevó a refugiarte en este género?

La lectura, desde muy pequeño, ha sido esa suerte de refugio, aunque más que eso, ha sido una posibilidad, justamente, de viaje. Mis inicios fueron un tanto fortuitos en la poesía, pues en la primaria me negaba sistemáticamente a participar en los bailes que hacen en los festivales escolares, así que en algún momento me dijeron: “está bien, no bailes, pero vas a tener que recitar una poesía”. Fueron unos fragmentos de la Suave Patria, de Ramón López Velarde, y desde ese momento supe que en el poesía había “algo”, que muchos años después todavía no logro descifrar totalmente, pero que supe, era para mí. Todavía recuerdo constantemente un verso de la Suave Patria, que me mantiene en comunicación con esos primeros acercamientos conn la poesía: …el relámpago verde de los loros…

No dejé de leer, aunque no exclusivamente poesía, pero ya era común que esa fuera mi participación en los festivales escolares.

Posteriormente, quise escribir canciones, pues mi deseo adolescente era el de ser rockstar, pero la verdad, esos textos eran malísimos, y mi voz no me daba para el rock. Me salen bien las de José Alfredo Jiménez, pero yo quería ser un Eddie Vedder, así que abandoné ese proyecto. En ese momento comencé a leer más poesía: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, principalmente, y mucho Jaime Sabines. Fue cuando decidí que quería escribir poesía, no ser poeta, simplemente escribir poesía, y hasta la fecha ha sido como ese hogar cálido, a veces terrible, a donde me gusta regresar y estar.

 

Desde tu perspectiva y tu experiencia, ¿es la ciudad de Durango un referente literario en el país, o qué crees que le haga falta para llegar a serlo?

Hay nombres importantes, como José Revueltas y Nellie Campobello, aunque considero que no se trata de una ciudad, tal vez ni siquiera de quien escribe, sino simplemente de los textos y lo que provocan en el lector, pues la literatura posee ese carácter de universalidad, en la que no importa de dónde venga quien escribe, y tampoco el tiempo, por ello, Revueltas sigue vivo, como tantos otros en todo el país, pero lo mismo pasaría si fuera yucateco, o de cualquier otro estado.

Lo fundamental no es buscar ser un referente, sino simplemente generar un movimiento, en el arte en general, que sea como una pequeña célula, en este caso, acá en Durango, para que se una al cuerpo de la literatura nacional, latinoamericana y universal, y para ello, hace falta unidad entre los creadores y correr más riesgos al momento de escribir y de publicar, buscando justamente esa universalidad, y no quedarse solo en Durango, sino llevar los textos a otros lectores. Eso, considero, hace falta para el crecimiento de la literatura en Durango, aunque no sé si se llegaría a ser referente de algo, pero sí habría mayor calidad y visibilidad de la obra que se produce en esta norteña tierra.

 

Tu libro anterior Nosotros es un hombre solo llega a teorizar desde la poesía sobre el conjunto de nimiedades que acompañan al ser humano durante su viaje de vida, ¿es así?, ¿cuál es la poética que buscabas reflejar en él?

Sí, en parte, ese mundo tan cotidiano que va perdiendo sentido diariamente; desde el refrigerador, la televisión, un libro. Sobre todo, la idea era exponer también el profundo estado de soledad al que nos enfrentamos como humanos, ante movimientos sociales que parecieran justos y necesarios, pero que después de sentir esa lucha de los demás, se va desvaneciendo, hasta que llegas solo a tu casa, y ves que las situaciones, las injusticias, no cambian. De ahí surgió el título, de ese nosotros fragmentado que al final no es más que un chispazo, un momento, pero no somos más que hombres que nos dejamos consumir en mayor o menor medida por la soledad, que en esencia no es mala, pero sí el miedo que en algunos provoca.

También, en este mismo sentido de la soledad, quise hablar de la actividad de quien escribe, pues,  como dice Paul Auster, se realiza en solitario, o al menos en mi caso; de hecho, no puedo escribir si alguien está cerca, viendo lo que voy plasmando. Y también, siguiendo a Auster, el acto de la lectura por lo regular también es en solitario, pero ocurre una suerte de magia, cuando esas dos soledades, de quien escribe y de quien lee, se encuentran a través de las letras, y hay una conexión, que solo es una intuición en la mayoría de los casos, ya que probablemente esas dos soledades no podrán encontrarse más que en ese espacio imaginario.

Creo que ese libro fue una construcción, en momentos más juguetona que en otros, de sueño y realidad, que es como vivimos, entre lo que deseamos, tememos y una realidad que puede ser apabullante, y de hecho, el título fue un sueño, donde me decían, extrañamente en inglés, y no entiendo por qué soñé en inglés, pero ese será tema para un sicoanalista, en donde un grupo de personas que veía en ese sueño me decían: “we are a lonely man”.

Pensando en la misma idea del viaje, tu más reciente publicación con la editorial Capítulo siete, El viaje del almirante, abunda más en esa idea del viaje y el retorno, en este caso ¿cuál fue tu poética?

Justo eso, el viaje por la vida, o al menos, por un momento de la vida. Algunos de esos textos los escribí en un autobús, cuando viajaba de Monterrey a Durango, primero con la idea de solo hablar de carreteras y algunos elementos con los que uno se topa cuando anda fuera de casa, como los hoteles, las despedidas y los encuentros, pero se fueron incluyendo otros, como la llegada de mi primer hijo, que hicieron que ese viaje se extendiera a territorios más emocionales y de confrontación en algún momento. Algo como un hombre que se va desnudando mientras camina hacia otro sitio, y podemos ver algunas de sus huellas, e incluso de las prendas que va dejando a su paso.

No creo que sea una continuación del libro anterior, pero sí hay elementos que siempre me han obsesionado y que son una constante en lo que escribo, como es el tiempo, la palabra, la propia vida, y siento que en El viaje del almirante hay mayor claridad al respecto, que en el libro anterior, sobre todo porque la temática en este nuevo libro gira toda en torno un tema central, que es el viaje, y en el caso de Nosotros es un hombre solo, estaba un poco fragmentado en varias temáticas. Alguna vez, en una plática con Luis Armenta Malpica, poeta muy querido y a quien admiro, decía que hay que hacer libros de poesía, es decir, tener un tema central que guie todo el libro, y no solamente hacer un amasijo de poemas sueltos y con ellos armar el libro. En este caso, así lo intenté. Espero haya salido de esa manera.

 

Si pudiéramos comparar estos dos libros descritos anteriormente, ¿en qué preocupaciones poéticas son similares y en cuáles contrarias?

Como decía anteriormente, creo que en El viaje del almirante hay mayor claridad en lo que buscaba decir, y con un hilo conductor más firme que en el libro anterior. Además, ahora hay una mayor preocupación por la palabra, la extensión y el acomodo de los versos, la forma en que pueden ocasionar una mejor melodía en todo el texto.

En el caso de Nosotros es un hombre solo, siento que es un trabajo más “gritado”, por decirlo de alguna manera, y en esta nueva publicación, he buscado un tono diferente, que sea contundente, sí, pero sin necesidad de “gritar”, sino de crear atmósferas en las que yo me pueda mover con mayor amplitud al momento de escribir, y también el lector cuando se encuentre con los poemas.

 

Sobre la experimentación y las formas poéticas que utilizas con versos cortos o versos de largo aliento que asemejan la prosa, ¿hay una razón de fondo al momento de emplear una u otra característica?, ¿cuál es?

Eso, experimentar. Desde el mismo título y el inicio de El viaje del almirante hay algo de eso, pues parecería un libro de narrativa, de cuentos o incluso una novela breve, y es con la idea de que el lector entre en este viaje, como se hace en una novela y sus personajes, pero sin contar propiamente una historia, ni siquiera la mía, sino a través de una evocación de las historias de cada uno, para ir creando esa sensación viajera.

A final de cuentas, no es el viaje de Carlos, sino el viaje que cada uno experimente a través de la lectura, y para ello traté de echar mano de ese recurso de escribir un poco más cercano a la prosa, y luego versos más cortos.

¿Cuáles son los viajes que a Carlos Yescas le hacen falta experimentar en su búsqueda de la madurez poética? Pensando en que un escritor no termina de formarse nunca.

Ni el escritor ni el hombre, y no hay división; seguramente una mayor experiencia, porque ese concepto de la madurez no lo entiendo muy bien, como ser humano, se reflejará en lo que escribo, así que los viajes que faltan, pues es la vida misma, ahora en una nueva etapa en lo personal, como padre, seguro tendrá su efecto en la forma de concebir las cosas y de vivir, y eso se verá en mis textos.

La aspiración es siempre a ser feliz y a poder trascender esos momentos que no son tan felices, con la mayor conciencia y claridad, y claro, sufrir los menos raspones posibles.

Además de eso, seguir leyendo y disfrutando de los viajes que regala la lectura, y arriesgando, experimentando y compartiendo lo que escribo.

 

¿Hacia dónde va tu poesía ahora? ¿Hay proyectos en puerta?

La poesía va hacia los lectores, hacia quienes disfrutamos de escribirla, leerla, escucharla y vivirla; ese es su camino natural, y hacia allá irá. No sé si escribiré “mejor” o “peor” de lo que ya lo hago, ni sé si llegará a algún lugar, creo que a mí solo me compete ser como ese puente entre dos orillas que nadie alcanza a ver, y en ese sentido, las posibilidades son infinitas para la poesía.

En cuanto a proyectos, afortunadamente sigo escribiendo, y tengo dos libros que estoy revisando, y en cuanto sea su momento, seguro saldrán, así como El viaje del almirante, gracias a una editorial como Capítulo Siete, que en su lanzamiento apostó por escritores ya consolidados y con una gran trayectoria, como Armando Alanis o Mario Islasáinz, pero también por alguien que no ha publicado mucho, como es mi caso.

No sé qué más pudiera llegar, tal vez publicar más libros, o no; ganar algún premio, o no; seguir haciendo lecturas, talleres, asistir a encuentros y festivales. No lo sé. Lo principal, y a lo que aspiro no es a convertirme en un poeta, sino en un poema, que pueda sentir la vida en plenitud y la belleza.

 

 

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