Entrevista al narrador y poeta Alejandro Paniagua

Conversamos con el escritor mexicano Alejandro Paniagua

sobre su carrera literaria, su más reciente obra

Tatuajes de un mexicano herido y más.

 

Mi obra literaria, igual que mi existencia,

es una revoltura de misticismo,

belleza, extravagancia y sordidez.

Alejandro, eres un autor que no tiene miedo en decir que así como puedes leer el Ulises de Joyce, puedes pasar al Tv Notas sin ningún problema, ¿de dónde parte esa confianza, esa libertad de no tener limitaciones: ser transparente?

Crecí escuchando música grupera y cumbias; viendo a los Polivoces y a Los Beverly de Peralvillo; crecí leyendo el Capulinita, el Video Risa y el Teleguía. Pero desde pequeño también quedé fascinado con la Ilíada, con las propuestas de Freud y con los poemas de Díaz Mirón. Me emocionaba lo mismo la Odisea de Homero que Odisea Burbujas. En mi alma gritan y cantan Rigo Tovar y Montaigne con la misma euforia, con una idéntica alegría. Y me encanta que, durante mi niñez y adolescencia, yo no clasificaba de manera distinta las obras de la cultura popular o las culteranas. En un sentido estricto, aún hoy, disfruto ambas vertientes y ya, soy muy cínico con mi goce estético y con mis influencias. Lloré cuando se murió Selena y cuando supe de la muerte de Juan Gelman; y tampoco me avergüenzan ni mi llanto, ni mis apegos artísticos.

 

Esa apertura la muestras en tu trabajo, en tus obras, ¿desde el inicio de tu carrera literaria fue así o en algún momento te diste cuenta que no necesitabas la solemnidad ni la autocensura?

Me son indispensables la libertad y la apertura. Sobre todo, porque la epilepsia, la paranoia y la depresión me aprisionan de alguna manera, desde que era un chiquillo. Son cárceles a las que me he tenido que acostumbrar a huevo. Por ello es tan importante mantener el resto de mi ser emancipado y sin censura. A mis palabras, a mis acciones y a mis pensamientos nada los doma. Es una forma de compensar mis ataduras neurológicas. Y además, la literatura es la forma más estética de no ser solemne.

 

A todos nos influyen ciertos autores, ¿cuáles fueron los tuyos?

Shakespeare es mi demonio particular, mi monstruo de cabecera. Carver es como mi compañero de Alcohólicos Anónimos a quien admiro y me hace fuerte al escucharlo. Clarice Lispector es mi chamana, mi gurú, la mujer que me enseña a trastocar el universo. Homero es mi dios, pero aún no sé si es un ser divino que me quiere elevar o que desea hacerme pedazos. Carreré, a últimas fechas, es mi amante secreto y creo que me estoy enamorando.

 

Eres cuentista y poeta, pero centrándonos en la narrativa, creo, que todo narrador debe tener una base filosófica o una ideología que parta de ella, en tu caso, has dicho que eres budista, ¿cómo influye ese entendimiento del mundo en tus obras?

Hay una historia que me gusta contar porque describe perfectamente mi relación con el budismo. La primera vez que consumí LSD, tuve un viaje que puede sonar angustiante, pero que en realidad fue muy enriquecedor: durante horas sentí que en mi coronilla había crecido una cabeza de caballo. Sentía, además, que cuando el equino relinchaba, la realidad se distorsionaba. Yo sabía que esa alucinación sensorial sería determinante en mi vida, que me estaba revelando algo que cambiaría mi percepción. Muchos años después, durante una terrible crisis depresiva, mi maestro budista (Lama Yeshe Nyima) me recomendó hacer una práctica que está relacionada con una deidad llamada Hayagriva. Cuando me regaló una imagen para hacer mejor la práctica, vi que la deidad tenía una cabeza verde de caballo sobre la coronilla. Mi maestro me explicó que cuando aquella cabeza relincha, la realidad se reconfigura para beneficiar a quien lo necesite. En ese instante supe que el budismo era una locura y que empalmaba muy bien con mi visión del mundo y de la literatura (que también privilegia lo demencial). Mi obra literaria, igual que mi existencia, es una revoltura de misticismo, belleza, extravagancia y sordidez.

 

Tienes una obra reciente llamada Tatuajes de un mexicano herido, ¿qué nos puedes contar sobre este nuevo trabajo poético?

Es un libro de poemas narrativos que hablan sobre distintos aspectos de la violencia: la intrafamiliar, la militar, la de género, la del crimen organizado, la violencia contra uno mismo, etcétera. Mi intención es que el libro le meta una chinga a los lectores; porque pienso que una madriza no sólo es capaz de llevarte al hospital, sino que también te puede transfigurar. Espero que esto último ocurra con alguna de las personas que lea mi poesía. Cada texto del poemario está hecho con la musicalidad que requiere la poesía, pero con la estructura de un cuento. Cada poema narra una historia hasta agotarla y darle un cierre, cada personaje tiene su propio conflicto y alcanza la resolución que merece.

 

¿Cómo logras mezclar elementos tan variados como los videojuegos, marcas de productos cotidianos, escritores, personajes históricos o caricaturescos, en temas fuertes, duros y violentos –donde también transita la figura del padre- como los que plasmas en Tatuajes de un mexicano herido?

El mundo está lleno de asuntos terribles y decadentes, pero incluso la violencia o la ruina merecen ser estéticas, bellas. Una vez tuve una relación con una mujer que se inyectaba cocaína y seguro otras sustancias. Jamás quería desnudarse frente a mí para no mostrarme las lastimaduras de su cuerpo. Una noche por fin lo hizo. Me estremecieron las marcas de inyecciones en sus brazos y piernas. El momento fue muy duro. Para intentar aliviar la tensión, tomé una pluma y escribí un número al lado de cada una de las marcas en sus brazos; luego uní los números como si fuera un dibujo de “une los puntos”. La figura que se reveló al final parecía una jirafa, yo moví su brazo de un lado a otro haciendo ruidos de animales y objetos diversos: un león, un elefante, un viejo modem de internet, una fotocopiadora; porque en realidad las jirafas no producen ningún sonido. Aquel momento fue patético y tierno a la vez. Mi propósito era embellecer nuestra decadencia y creo que lo logré, al menos un poco. En ese sentido, me parece que es natural en mí el revestir de elementos coloridos, caricaturescos y placenteros los asuntos más sombríos.

 

Volviendo a tu sentir creativo, cuando la imaginación fluye y sientes la necesidad de escribir, ¿en qué momento decides si serán poemas lo que tienes que contar o cuentos o, quizá, una novela?

Soy muy obsesivo con mi trabajo, todo lo planeo con mucha antelación. Me gusta estar en control de lo que escribo. No hay metafísica en mi manera de elegir el género adecuado para desarrollar una idea, es un asunto racional por entero.

 

Para finalizar, ¿qué viene para Alejandro Paniagua en el terreno literario?

Este año se va a editar el libro de cuentos con el que gané, en el 2009, el premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano. Es un libro que habla sobre migrantes mexicanos que viven en Estados Unidos. Durante muchos años viajé por México y por California y siempre me encontraba con migrantes que me contaban sus vivencias. Irremediablemente, cuando les contaba que soy escritor, me pedían que escribiera su historia. Yo escribí ese libro para honrar mi promesa de publicar aquellas confesiones. El libro se llama Cincuenta y dos vueltas.

También estoy escribiendo mi nueva novela. Trata sobre una fosa clandestina y una niña que juega con los cadáveres y las partes humanas que los criminales desechan.

 

 

Sobre Alejandro Paniagua

Nació en la Ciudad de México, el 28 de julio de 1977. Narrador y poeta. Ha impartido talleres de creación literaria en la Universidad del Claustro de Sor Juana, itesm, la uacm y la Biblioteca Vasconcelos. Colaborador de las revistas Generación Revista de la Universidad de México, así como del suplemento cultural Confabulario, de El Universal. Becario del fonca en la categoría de cuento, en el periodo 2007-2008. Ganador del Premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano 2009, por «E» sin acento; el Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés 2015 y el Concurso Universitario de Poesía uacm Cuautepec 2016. Su obra aparece en la antología Asesinos, músicos y otros personajes para recorrer México, de Luis Felipe Lomelí, editada por conculta y el Gobierno del Estado de Colima en 2015.

 

Fuente: http://www.elem.mx/autor/datos/65494