Entrevista al escritor Ángel Manuel Gómez Espada por Juan de Dios García

Entrevistar a alguien con el que compartes larga y profunda amistad, además de mil aventuras al frente de una revista literaria que fundaste con él hace dieciocho años, El coloquio de los perros, es facilísimo y muy complicado al mismo tiempo.

Alguna vez tenía que ocurrir, y ha llegado el momento con su último libro de poemas, Ventana de emergencias (Huerga y Fierro, 2018).

Es un gustazo hacerlo, porque nuestra complicidad es absoluta y porque sé que es un momento sentimentalmente excepcional entre todas las entrevistas que lleva uno ya a las espaldas.

Así que, como aprendiz de cirujano, pido pinzas, abrazaderas y retractores a mis enfermeros invisibles y que los dioses repartan suerte. 

*

Ángel Manuel Gómez Espada (Murcia, 1972) es licenciado en filología hispánica por la Universidad de Murcia. Desde 2000, dirige junto a Juan de Dios García la revista de literatura El Coloquio de los Perros. En poesía ha publicado Mediodía en la otra orilla (Editum, 2000), Cocinar el loto (La oficina, 2014), Los hijos de Ulises (LeTour 1987, 2015) y Ventana de emergencias (Huerga & Fierro, 2018). También las plaquettes Alineación indebida (2007), Primavera (2013) y Hotel Baudelaire (2017). Algunas de las antologías en las que ha participado: Diva de mierda (Liliputienses, 2014), Composición de lugar (La fea burguesía, 2016), Desde el mar a la estepa (Chamán, 2016) y Voces del extremo, 2012-2016 (Amargord, 2017). Ha recibido el premio Dionisia García (2014) por Postales en un cajón de galletas.

Algunos de sus poemas se han traducido al inglés, francés, portugués y polaco. Ha traducido la colección de relatos El hilo del abalorio, del mozambiqueño Mia Couto.

*

Juan de Dios García: Hablemos del recorrido temporal de tu nuevo libro. Conozco tu obra y he visto poemas escritos en tu juventud y poemas muy recientes. ¿Por qué han cristalizado todos ellos en Ventana de emergencias ahora?

Ángel Manuel Gómez Espada: Como hace poco le confesaba a Álvaro Valverde en distendida charla, creo que es el libro más metapoético que he publicado hasta la fecha. Después, en la presentación del libro en la sede de Huerga & Fierro, Pilar Adón estuvo de acuerdo conmigo. Es un tipo de poesía muy peligrosa, porque es hermética y no deja entrar a lectores que no estén al día en poesía. Y yo pensaba que esos poemas no iban con mi forma de ser o de entender la poesía. Aunque siempre les haya dedicado un hueco.

El hecho de que hubieran permanecido silenciados quizás se deba un poco a que los dos libros anteriores se centraban en temas concretos y excluían el hecho poético como materia poética. Aquí he tenido total libertad de movimientos y creo que había poemas que merecían ser incluidos, a pesar de haber vivido mucho tiempo escondidos por diferentes discos duros.

Pero el mundo se está acelerando tanto que cada día lo entendemos menos y amanecemos más sorprendidos. Este país, por ejemplo, ha cambiado demasiado desde el 15M. Era 2011 y parecía que íbamos a sufrir cambios vertiginosos. Y de hecho, hemos cambiado vertiginosamente. Pero al contrario de lo que se preveía, por completo. Aquello fue el cénit, el punto de inflexión que sirvió para abrirle los ojos a los de siempre, y la democracia pegó un giro espeluznante, fomentando el uso de las redes sociales para utilizarlas en nuestra contra. Y, sobre todo, para apaciguar los ánimos que se vislumbraban en aquel movimiento que, no lo olvidemos, dio la vuelta al mundo.

De ahí viene un poco el título: la poesía como una ventana de emergencia. Algo que puede salvarnos cuando falla todo lo demás.

 

JDDG: ¿En ‘Poética’ te declaras hijo inevitable de lo leído?  ¿Somos prácticamente todos los poetas fraudulentos? ¿Aquí no se libra ni Homero?

AMGE: Homero se libra por los pelos. Y tampoco, porque existe la teoría de que Homero es un concepto aglutinador de un grupo de poetas. Pero sí, los poetas somos fraudulentos, somos un pequeño fraude. Nos cuesta mucho reconocerlo, pero es así. Vamos de divas, pero lo único que hacemos es escribir. Escribir sobre lo que decenas de miles de personas ya han escrito antes o están escribiendo al mismo tiempo. Le damos un puntito nuevo, en ocasiones. En otras no, y nos convertimos en epígonos. No estamos mucho más avanzados en la actualidad de lo que hicieron, por ejemplo, los petrarquistas de la corte napolitana.

Y sí, mi poesía es fruto de lo leído tanto como de lo vivido. Es decir, es fruto de lo presenciado.

 

JDDG: Creo que el desarrollo de tu poema ‘Hace veinte años el futuro’ es una confesión de amor sobresaliente. ¿Es, quizás, el tema más difícil de tratar en poesía?

AMGE: No hay nada más difícil que hablar de amor. No solo en poesía. No nos damos cuenta de ello hasta que no perdemos a alguien. Ese momento de saber que no podrás decirle nada más es crucial para entender la literatura y cómo funciona ésta.

Pero en la poesía amorosa no repetirse o ser manido es harto complejo. Mi idea del amor además es extraña, porque entiendo que cada vez soy más sociópata – así, en general – pero tiendo a amar más todo, para lograr entenderme o explicarme. En mis poemas, el amor es algo natural, sencillo, apenas se complica la vida. Es sincero, o pretendo que lo sea. Porque, entre otras cosas, me exaspera esa universalización del amor fácil y consentido exportado de las series y películas norteamericanas de sábado por la tarde. Que el niño va a por un vaso de agua y le dice te quiero a su madre. Que la madre va a dejar al niño al colegio y le dice te quiero. Nosotros a nuestras madres les decíamos “no he sido yo” o “dame dinero para un bocadillo”. Creo que si voy a por un vaso de agua y le digo te quiero a mi madre me llevo un sopapo, porque eso en los ochenta era indicio de que habías hecho una trastada. Y el sopapo te lo llevabas previamente, por si acaso. Así pues, con tal educación recibida, enfrentarse al amor en poesía no es algo fácil, no vale con llenarlo todo de imágenes neoplatónicas y manieristas. Por lo que me incomoda hablar de amor en mi poesía.

Para mí era, por tanto, un tema difícil. Absolutamente. Por fortuna, vino a rescatarme una vez más de mis dudas Eloy Sánchez Rosillo, que en una reciente presentación de su poesía completa en Madrid, dijo que en poesía todo era Amor. Que hablemos de lo que hablemos en poesía, estamos hablando de amor. O eso quise entenderle yo. Y tiene razón una vez más el maestro, a mi modo de ver.

 

JDDG: ¿Cada vez te cuesta más o cada vez menos escribir sobre el amor?

AMGE: Cuando el amor es certeza y no fantasía es muy complicado. Y más ahora que está todo dicho. Es muy fácil hablar de la pérdida, de la ausencia, de la ilusión del momento. Es de lo que se ha ido alimentando la poesía amorosa desde que el mundo es mundo. Nos pensamos fantásticos en la actualidad porque metemos “compresas”, “condones” o “selfies” en nuestros versos, pero si tu visión no es sincera el poema de amor cojeará por algún lado. Y eso, amigo mío, el lector termina viéndolo. Si el poema de amor es sincero, cuanto más lo tamices, mejor. Yo no quiero leer cómo es un beso de tu amada o el que tú le das a ella: quiero terminar el poema y desear ser yo el besado.

 

JDDG: Hay verso confesional, hay experiencia, hay autobiografismo, hay crítica social más o menos explícita… Cualquiera diría que acabas de salir de la Facultad de Letras de Granada y estamos a principios de los 90 del pasado siglo. ¿Tienes algo que alegar en tu defensa?

AMGE: Tendría que decirte ahora que yo ataco el poema como si lo hiciera por primera vez. Pero no puedo, me da la risa. Quizás es que no he aprendido nada en los últimos 25 años. Creo que lo único que he aprendido desde entonces es a disfrutar de la Poesía sin necesidad de analizarla. Ahora, bueno, desde hace unos años, no me cuestiono nada en la poesía. Ya sé lo que busco. Y no hay más. Si eres capaz de dármelo, tendrás un lector fiel durante unos pocos de años. A lo mejor esa desinhibición a la hora de leer poesía se refleja también a la hora de escribirla. Sinceramente, no lo sé. Ni me preocupa, por el momento.

Hay poetas que se devanan los sesos para meter veinte o treinta poemas perfectos en sus libros. Y hasta les otorgan premios respetables por ello, lo que me parece portentoso. Y el primer libro que te llega de ellos, bien. Lo flipas. Cuánta perfección estética y cuánto has pulido el diamante. Pero llegas a su quinto libro y sigue siendo igual de perfecto, las mismas imágenes y los mismos laberintos. ¿Eres así siempre o me estás mintiendo? La Poesía es imperfección también. No hay nada más gastronómicamente imperfecto que unos huevos fritos con chorizo. Y, sin embargo, casi todos nosotros en algún momento hemos llorado de la emoción metiéndonos los huevos con chorizo para el cuerpo. En la Poesía también tiene que haber huevos con chorizo, no todo pueden ser gardenias o peonías. Yo me he posicionado frente a los huevos con chorizo. Y no me quejo. Aunque de vez en cuando también acuda a la rosa.

 

JDDG: En tu ‘Carta abierta a Jaime Gil de Biedma’ empleas todo el poder de la sátira sobre una manera de entender la poesía: “el pan/se mastica con más facilidad que la rabia”. ¿Podrían resumir estos versos el ir y venir burocrático de las últimas tres décadas y media de poesía en España?

AMGE: Podría resumirlo todo, si quisiéramos. Pero no queremos. Volvemos a caer en las mismas idas de olla de siempre. Nos sigue molestando todo, cuando nosotros no estamos dentro del cotarro. Si salimos en la antología cuál, son unos ratas los editores porque solo me han enviado un ejemplar. Y no te digo ya si no lo mandan. Una ofensa más. Pero si lo envían, vamos al índice, nos buscamos, nos leemos y examinamos con lupa la posible errata. Si hay prólogo, será necesario siempre y cuando nos cite el prologuista. Y así todo. Esta semana, por ejemplo, me he enterado mucho mejor de quiénes no han hecho firmas (porque no los han invitado) en el Día del Libro que de los que sí han estado.

En cuanto a la burocracia de la que hablas en la poesía, no hay que irse muy lejos para ver que algo se está haciendo fatal. Fijémonos en el Premio Cervantes y en su, digamos, aceptada alternancia de fallos. Un año toca a este lado del charco y otro toca allende. Hay 20 países en los que se habla español de forma oficial o cooficial. Hasta ahí todo bien. Hay 23 galardonados españoles, mientras que en el resto de países hablantes hay 20, repartidos en 9 de los 18 países que hablan castellano, si no he hecho mal las cuentas, que puede ser. Otro día, ya si eso, hablamos de Guinea Ecuatorial o de las cuatro mujeres que lo han logrado. Es decir, así, de sopetón, una lectura que se podría hacer de estos galardones es que Marsé o Caballero Bonald para la Lengua Castellana contemporánea son un referente más laudatorio que García Márquez o Nicolás Guillén. Oh, yeah!

En su momento lo escribí por dos razones más o menos concretas: la paulatina e inexorable comercialización de los premios literarios (en el sentido de que el poema no es el fin último del concurso, sino un mero trámite para dar a conocer tu pueblo, tu asociación, fundación o demás; o también para llevar la literatura por unos derroteros servilistas que van contra el propio concepto de literatura en sí, como ciertas bases de concursos que pululan por nuestro ámbito nacional que son para echarse a temblar. Por ejemplo, el famoso “el tema será libre, pero…”. Hay todo un manual de lo políticamente correcto en las bases de muchos concursos literarios que da miedo. O, al menos, a mí me lo da. El hecho de que dos o tres señores puedan echarte un texto para atrás por el simple razonamiento de que lo mismo llegas a ofender a cierto sector es como para tirarse de los pelos. Pero hay gente que se siente muy cómoda en esos ambientes y están la mar de contentos cuando ganan determinados premios. Un gallifante para ellos.

Y también por la osadía de ciertos poetas que te espetan en la cara que ellos no tienen tiempo para lo social, ni espacio en sus versos. La puta ley mordaza y la puta reforma de las pensiones estallando en tu cara y tú, ávido y consumado lector de Gil de Biedma, me vienes con ésas. ¿Pero qué leches crees que estuvo haciendo el barcelonés? ¿Poemas a la caridad cristiana?

Resumiendo: que no tenemos remedio.

JDDG: Encuentro un humor multiforme en Ventana de emergencias. Hay poemas chiste, sarcasmo extremo, autoparodia, humor surreal, humor defensivo con dardos jugosos, violentos o crueles sobre temas sociales e individuales de nuestra cotidianidad… Humor es sinónimo de salvavidas, claro, pero no me negarás que eres un cachondo sin límites.

AMGE: El humor nos salva de la miseria. Dije una vez en redes sociales que habíamos perdido el sentido común y el sentido del ridículo, y que estábamos a punto de perder el sentido del humor. Y está ocurriendo. Nos despojamos del humor porque este nos refleja en un espejo en el que no queremos vernos. En el chiste las cosas se llaman por su nombre. Y eso no gusta. Ahora no. ¿Por qué? Porque estamos, creo, en ese punto ascético de la Sociedad del Postureo donde el sentido del humor se convierte en enemigo (partiendo de la base de que la primera persona de la que hay que reírse es de uno mismo). Si yo soy mi propio dios omnipotente y omnipresente, el sentido del humor me perjudica. Hace falta detenerse un poco y pensar que, al fin y al cabo, la vida no deja de ser un chiste. Y, en demasiadas ocasiones, un chiste muy mal contado.

 

JDDG: Haré un esfuerzo por ponerme serio unos segundos y hablarte del paro. ¿No es el leitmotiv de Ventana de emergencias?, ¿no es ese demonio posado en tu hombro izquierdo que te susurra “ahora es el momento de tirar de la anilla de la granada”?

 

AMGE: No lo veo exactamente como un leitmotiv. El paro es una cifra actual muy cómoda que nos impide posicionarnos en el futuro. Y el futuro es que no habrá trabajo. Tal y como lo hemos entendido hasta ahora. El trabajo es algo del XIX, no del XXI. Es como el último reducto comunista, eso de aferrarse a la idea de que trabajas para mantener una familia, cierto nivel social y para vivir medio en condiciones. Esa práctica tenderá a desaparecer. No me asusta tanto el paro como la idea de que nos están cerrando todas las puertas a respirar. Ahora te contratan un mes y quieren que te impliques con la empresa. ¿Para qué? ¿Qué saco yo de beneficio en todo eso? ¿Dónde está el concepto de formación de la empresa, por la que me quitan una cantidad en la nómina?

Está muy bonito ese juego de falsos espejos. Un mismo trabajador generando varios puestos de trabajo al año y engordando unas estadísticas que mienten más que un presidente de la Comunidad de Madrid. Las multinacionales y las marionetas que ponen en los diferentes gobiernos alaban la idea, porque es suya. Pero, paralelamente, y sin que se nos caiga la cara de vergüenza, hemos construido una sociedad de consumo basada en la que tienes que cambiar de móvil o tostador cada seis meses. Ojo, los ocho mil millones que pululamos por aquí estamos obligados a consumir. Y consumir cada vez más con menor poder adquisitivo. ¿Nadie ve que esa fórmula se va al traste en unas pocas décadas si también nos convierten a nosotros en obsolescencia programada?

Curiosamente, cuando escribí esos poemas no estaba en el paro. Y ahora sí. Reinvéntate, te dicen, cuando estás en el paro, después de haber trabajado, en mi caso, dieciséis años en un mismo lugar. Reinvéntate tú, no te jode, que llevas desde los 90 en tu poltrona de político y si te pillan en un renuncio no dejas el puesto ni echándote aceite hirviendo en los calzoncillos.

 

JDDG: El poema ‘Got me a movie’ tiene el ‘Debaser’ de The Pixies como banda sonora y una imagen nostálgica potente: “noche de bolígrafos y casetes danzando / como aspas de molinos de viento”. ¿Qué hacemos con la nostalgia, Ángel?

AMGE: Yo la siento mucho a mi lado. Hablamos. Ella más que yo. Sobre todo por las noches. Y ahí está, haciéndome compañía. No me molesta. De vez en cuando, me pellizca un poco y me pone a escribir.

La música me pone muy nostálgico. No puedo estar sin ella, pero cada vez me emociona más escucharla. Me emociona que mi mp3 me pase de Puccini a Sex Pistols, de Pearl Jam a Julieta Venegas, de Carminho a Antònia Font. Me emociona porque sé que un día dejaré de escucharla. Morir. No poder escuchar música nunca más. Buf. Cómo para no ponerse nostálgico.

 

JDDG: Ese poema, ‘Got me a movie’, abre la última parte del libro, una serie de diez poemas que cantan a las virtudes del sueño. ¿Es el surrealismo, aparte de una opción ética y estética sublime, una alternativa al suicidio?

AMGE: Cuando uno no puede dormir como es debido por razones laborales y físicas, cuando descubres que la noche no es lo que tú pensabas en otra época, sino un terreno pantanoso donde van a morir muchas almas, la idea del surrealismo emerge con fuerza. Ese surrealismo está flotante en mi vida las 24 horas del día. Hoy el surrealismo es vivir, cuando estamos conectados a máquinas tanto tiempo. Cada vez más conectados, inconscientemente. Y da la sensación de que el surrealismo es todo lo que acontece a tu alrededor, cuando apartas la cara de la pantalla y ves algo real. O con tintes de realidad. Hay mucho surrealismo dentro y fuera de la virtualidad. Estamos viviendo tiempos para los que no estábamos preparados, ni remotamente. Y hay tantos choques culturales que no se puede hablar de otra manera, sino a través del surrealismo. Nos hacen dudar hasta de nuestras certezas. El surrealismo es el nuevo orden mundial. Aldous Huxley aseguraba que viviendo en una permanente noción de surrealismo era más fácil adoctrinarnos. Querían saber lo que había en nuestro cerebro no para entendernos mejor, sino para adocenarnos mejor. No te quepa la menor duda de ello. Si de verdad amáramos a nuestros hijos como decimos que los amamos, los despertaríamos de este surrealismo lo antes posible.