Entrevista a Maliyel Beverido por Xánath Caraza

Para esta ocasión colaboramos con Maliyel Beverido quien amablemente aceptó una entrevista para Revista Literaria Monolito.  Maliyel Beverido nació y creció en las brumas de Xalapa, Veracruz. Es traductora, poeta y promotora cultural. Cursó estudios de lengua y literatura francesa en la Universidad París y la Licenciatura en Educación Artística en la Universidad Veracruzana. En el ámbito de la creación literaria fue becaria del FONCA así como del IVEC. Ha publicado cinco libros de poesía, entre ellos Cientos de veces, en la colección Ficción de la UV y Decir, libro objeto que reúne 40 poemas en 6 carteles. Ha traducido autores como Guillevic, Xavier de Maistre y Jules Renard. Coordinó los Espacios de Exposición Temporal en el Museo de Antropología de Xalapa de 2005 a 2013 y Actualmente dirige el foro cultural Casa del Lago UV.

 

¿Quién es Maliyel?

Para definirme ante el público quizá debiera primero definirme ante mí misma. Definirse me parece que es adquirir una forma estática, y eso es algo que no quiero ser: estática.

Creo, sobre todo, que soy un ser vivo, por lo tanto en constante redefinición, en constante búsqueda. Además hay muchos ángulos desde dónde contestar esta pregunta. Pero puedo decir que soy curiosa. No sé si la curiosidad me define, pero al menos estoy segura de que es algo que me mueve.

 

¿Quiénes guían tus primeras lecturas?

Soy la menor de cuatro hermanos, hay una gran diferencia de edad entre ellos y yo. Mi madre me encomendaba a su cuidado y ellos fueron mi primera influencia en todo. Aprendí a leer en casa y seguramente Paco, mi hermano mayor, tuvo que ver en mis primeras lecturas. Con mis hermanas, Elsa y Laura, escuchaba canciones y tratar de entenderlas fue mi primer contacto con la poesía. Me considero afortunada; siempre estuve rodeada de libros y de gente que leía.

Después tuve amigos entrañables que me recomendaron libros y me animaron a escribir. Aún aprecio y respeto la opinión de Roberto Cuevas, Ángel José Fernández y Pepe Cabada.

 

¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?

Siendo niña creí –o pretendí- que mi camino sería el de la ciencia. No era consciente de ello, pero me interesaba más comunicar que investigar, y estando en la secundaria empecé a escribir textos de divulgación, que no eran más que pastiches de la información científica que leía en libros o revistas. Paralelamente escribía otros textos, o frases, o reformulaciones de las cosas que quería explicar, pero en términos no científicos. Digamos que eran prosas poéticas. Tuve la oportunidad de publicar esas notas –relativas a la ciencia- desde los 15 años en un semanario local (Punto y Aparte) y eso me llevó a esmerarme en la redacción. Como a los 17 ya me inclinaba más hacia esos escritos muy personales que aún me daba pudor llamar poemas. Participé en algunas lecturas públicas y mis poemas se empezaron a publicar en suplementos culturales y revistas. Mi primera plaqueta, Las cualidades de la noche salió en 1985; yo tenía 21 años.

 

¿Tienes poemas favoritos de otros autores? ¿Pudieras compartir alguna estrofa y compartir un poco de tu atracción hacia ésta?

Tengo muchos favoritos.

Los dados eternos, de Vallejo; Las causas, de Borges; Desmayarse, atreverse, estar furioso, de Lope de Vega; Algo se me ha quebrado esta mañana, de Bonifaz Nuño… y puedo seguir, pero hoy voy a compartir un poema de Eduardo Milán: (figura en Ostras de coraje, 2003)

 

He visto poemas salvar vidas

sin que lo supieran

ni los poemas

ni las vidas.

No digo prolongar vidas:

salvarlas,

sacarlas de allí de la tiniebla inminente.

Los he visto hacer lo que no sabían que sabían

o al menos eso creo: que no sabían que sabían

salvar vidas.

Y vi esas vidas sin saber que se salvaban.

Y las he visto sin que me vieran.

 

Me parece que estos versos describen bien lo que pasa con la poesía: algo se conecta, algo se despierta, algo cobra sentido. Y puede que no sea lo que el autor quiso: el que escribe puede tener una intención, pero su influencia, o su consecuencia, es otra. La lectura de un poema lo transforma a uno, y esa transformación puede ser sutil, casi imperceptible: “Los he visto hacer lo que no sabían que sabían”.

 

¿Cómo es un día de creación literaria para ti?

No tengo realmente una disciplina establecida, pero tengo siempre a la mano con qué escribir. En mi bolsa hay una libreta y junto a mi cama otra. En la que llevo conmigo pueden mezclarse apuntes –ideas que podrían eventualmente convertirse en textos- con  teléfonos, direcciones, recomendaciones, recetas… de todo. En la que tengo al lado de la cama escribo poemas, versos propios o  frases del libro que esté leyendo (generalmente leo en cama) o incluso de un programa de televisión, ya sea por el sentido o simplemente por la sonoridad de las palabras. Con el tiempo hojeo esas libretas y trato de desarrollar las ideas, o juntarlas. Ocasionalmente me impongo ejercicios: de rima, de métrica, paráfrasis, etc.

 

¿Cuándo sabes que un texto está listo para ser leído?

Eso sí es difícil de contestar, pues no hay una fórmula exacta. A veces el poema sale de un tirón: escribo algo, lo leo, lo releo y digo “esto es”. A veces hago varias versiones, o junto segmentos relacionados entre si pero escritos en distintos momentos. Me toma tiempo suturarlos. A veces tengo que abandonarlos por una larga temporada. Tengo que llevar a las palabras a decir lo que quiero escuchar, y el camino es distinto cada vez. Antes dependía mucho de la lectura de los demás, esperaba a que otros me dijeran “síguele” o “ya está listo”. Ahora no, aunque no quiero decir que me cierre a las opiniones, siempre me interesa saber lo que perciben los otros, pero mi primer lector soy yo misma.

 

¿Qué tanto hay de México en lo que escribes?

No lo sé. Debe aparecer, pero cuando es así no lo hago deliberada o conscientemente. Es decir; aludo a lugares o momentos, o me posiciono en ellos porque son parte de mi vivencia. No busco el poema costumbrista. También Francia se asoma, inevitablemente, en lo que escribo pues viví allá 11 años y allá nació mi hijo Galo.

 

¿Cuál piensas que es tu papel como promotora cultural? ¿Crees que hay alguna responsabilidad como mujer?

Como promotora cultural trato de recordar siempre que soy público, soy espectador, soy asistente de actividades como las que tengo a mi cargo. Eso es fundamental; ponerme en el lugar de los otros. Luego intento crear puentes, o vasos comunicantes: que los que llegan atraídos por una película se interesen luego en una obra de teatro; que quienes vienen por la música regresen por la danza, etc.  Pero no pienso en mis responsabilidades en términos de género. No olvido que soy una mujer, pero tomo decisiones sobre los proyectos sólo porque son de mujeres o de hombres. Tanto en mi trabajo como, por ejemplo, en mi elección de lecturas, no tomo elijo en términos de género.

 

¿En qué proyecto estás trabajando ahora?

De un tiempo para acá trato de asociar el poema y su soporte. Experimento con libro-objeto. Los fabrico o los intervengo en colaboración con artistas plásticos, como mi pareja Javier Manrique. También quiero investigar un poco más acerca de la historia y la función social de las publicaciones marginales.

 

¿Qué consejos tienes para otros escritores que comienzan?

Leer mucho y escribir mucho.

También diría que es importante escribir a mano, pero eso es porque así fue como yo me formé.

Copiar a mano textos de otros ayuda a crear vínculos físicos con las palabras, pero supongo que las nuevas tecnologías ofrecerán otras relaciones. Cada uno irá forjando sus rutinas y sus rituales, pero la base está en la práctica, por eso: leer y escribir.