José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, España), es escritor, poeta, crítico literario, articulista, cronista, traductor y divulgador científico. Ha sido publicado, entre otras revistas literarias, en la Gaceta Literaria Hojas en la Acera (columna: Umbral de Torii). Es miembro del consejo editorial y Delegado Territorial en Valencia de Todoliteratura.es. Codirector, coeditor y cofundador de Crátera. Revista de Crítica y Poesía Contemporánea, donde también ejerce como crítico literario. Pertenece a la red mundial de escritores en español (REMES). Codirector de la revista literaria anual Nueva Clave, patrocinada por la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) de la cual es miembro de la junta directiva. Pertenece a la red de escritores por la tierra (RIET). También es miembro del Movimiento de Escritores pro Derechos Humanos de Valencia.
Como poeta y bajo su seudónimo Heberto de Sysmo ha publicado los libros: Luces de antimonio (Ateneo Blasco Ibáñez, 2011); El testamento de la rosa (Ediciones Cardeñoso, 2014) Finalista del VI Premio Nacional de Poesía “Poeta Juan Calderón Matador”; La soledad encendida (Ultramarina Cartonera, 2015); La flor de la vida. Elogio de la geometría sagrada (2016) Finalista de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2017; Maldito y bienamado bibelot (Baile del Sol, 2017) ganador del II Certamen Nacional de Letras “Isabel Agüera” Ciudad Villa del Río; Nubes rojizas (Unaria Ediciones, 2019) y Actos sucesivos (Ole Libros, 2020) ganador del III Certamen Nacional de Poesía Ateneo Mercantil de Valencia. Ha publicado el libro de ensayo y crítica Polifonía de lo inmanente. Apuntes sobre poesía española contemporánea 2010-2017 (Lastura & Juglar, 2017), con prólogo de José Luis Morante. Ha publicado poesía en más de treinta antologías, entre las que destacan Cartografías de Orfeo (Editorial Isla Negra, Puerto Rico, 2014) y Diez voces de la poesía actual (Trirremis, 2018). En junio de 2020 publicará con el sello Ediciones Trea su libro de aforismos El monstruo en el camerino.
¿Quién es José Antonio Olmedo López-Amor?
Esta es una pregunta de muy difícil respuesta, e intuyo que no solo para mí. Creo que pocas personas llegan a conocerse al cien por cien a sí mismas. Encontrarnos, definirnos, pienso que es uno de los más bellos misterios que nos propone la vida. Quizás nuestra existencia consciente es demasiado corta para desentrañar tan intrincado enigma. A dicha tarea nos ayuda el arte. Cada creador, de manera inconsciente, dibuja parte de ese perfil apócrifo en sus obras, o tan solo lo devela. También, me parece más cierto que el de uno mismo el laudo sobre nosotros que hacen nuestros amigos, reconocerse en ellos, dejarse decir por los amigos debería descubrirnos por lo que damos y no por lo que decimos que somos. Me gustaría ser Heberto de Sysmo (mi seudónimo) y despojarme de esa parte mundana y vulgar del hombre práctico, domesticado, que somete su albedrío a la mecánica social y se olvida de lo verdaderamente importante.
En cualquier caso, podría definirme como un entusiasta, un enamorado de la escritura y del arte —en general— en constante aprendizaje. Una persona hecha a sí misma. Como dijo Freud: «he tenido una gran suerte en la vida, y es que nada le ha resultado fácil». Creo que el arte es uno de los lenguajes mejor capacitados para influir sutilmente en nuestras conciencias, soy un investigador, un buscador que crea y teoriza acerca de esa posibilidad transformadora de manera transdisciplinar.
¿Quiénes te acercan a la lectura?
Me acercan a la lectura —por supuesto— esos autores que por encima de su aspiración estética y sus diversas ambiciones tienen algo interesante que contar. Aunque también me importa el modo con el que lo hacen. Pienso que la renovación en el discurso literario es de las pocas vías que realmente nos permiten crear. En cuanto a los contenidos, en la actualidad difieren muy poco de los que conocemos a través de la tradición. En este sentido, adquiere un nuevo valor la combinación que hacemos de ellos.
Me acercan a la lectura los buenos editores, como Amelia Díaz Benlliure, Lidia López Miguel, Toni Alcolea o Carlos Roberto Gómez Beras, a quienes admiro y considero mis amigos. También, poetas como Gerardo Diego, Ignacio Caparrós; prosistas como Cesare Pavese, William H. Hodgson; pensadores como María Zambrano, Maurice Blanchot; investigadores como Umberto Eco, Ángel López García; o personas con extraordinarias vidas, como Hildegarda de Bingen, Carolina Coronado o Johannes Kepler.
¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?
Tal como hemos dicho, partiendo de una necesidad de expresión. Creo que ese es el punto de partida más honesto y contundente, o por lo menos, el ideal. Mediante métodos de escritura creativa podemos extraer contenidos y formas de nuestra mente que ni siquiera pensábamos que teníamos, pero solo a través de una avidez comunicativa se produce ese punto de encuentro con el lector en el que ni siquiera nosotros somos conscientes de todo su alcance.
Mi quehacer literario ha comenzado y lo sigue haciendo de maneras muy diversas. Creo que depende un poco también del género que aborde. En poesía, por ejemplo, tengo por costumbre llevar siempre encima un pequeño cuaderno y en él voy anotando palabras nuevas y sus significados, pequeñas ideas o incluso esos dos primeros versos que —algunos dicen— vienen de los dioses. Cuando las listas de palabras nuevas son importantes y la lectura y relectura de sus significados ya me han provocado actividad mental, significa que todo está listo para aliarse con la conciencia y el momento emocional en el que me encuentre. En ocasiones, incluso para reseñar un libro espero a la inspiración, aunque no siempre los plazos de entrega lo permiten.
Los buscadores siempre tenemos líneas de investigación abiertas, poemas inconclusos que esperan su próximo verso, historias que hemos empezado por el final y así siguen. En mi caso, ese punto de arranque en la escritura está condicionado —entre otras muchas cosas— por el texto que voy a escribir. No es que considere a la prosa algo menos sagrado que la poesía, sin embargo, en su tratamiento, lo podría parecer.
¿Cuál piensas que es tu papel como poeta?
Esta pregunta es muy buena. No significa que las otras sean malas (risas). Creo que nos recuerda el compromiso que tiene el creador, primero, consigo mismo, y después, con nuestros semejantes. No se trata de moralizar el arte. Se trata de ser más humanos, más honestos y realistas con una sociedad que muestra cada día sus carencias. Los síntomas de la sociedad muestran las dolencias del individuo. El artista no puede aspirar solo a crear un efecto estético en quien enfrenta su arte, más todavía si este está acuciado por graves problemas que son ya endogámicos para la mayoría. Suena a frase hecha, pero las torres de marfil, las zonas de confort nos separan de la realidad y yo creo que todo creador debe tener los pies en el suelo y no debe sentirse ajeno al dolor del prójimo.
Mi papel como poeta —si es que existe— no quiero atribuírmelo yo. A veces olvido que soy un privilegiado por poder expresarme, por poder dedicarme a aquello que me gusta mientras aprendo, me descubro y voy haciendo amigos en el camino. No sé qué uso harán los lectores de mis textos, desconozco a qué les moverán. Me gusta pensar en la capacidad transformadora de la palabra. Aspiro a ser algo útil para los demás, aunque no puedo asegurarte de qué manera.
Confío en que todo artista obvia un mínimo compromiso con la sociedad, en que todo poeta —por ejemplo— es consciente de su tácito juramento hipocrático, de que su don está indisolublemente ligado a la palabra `ética´, aunque también entiendo a quien opine que el arte es y debe ser libre y no está para atender a nuestras atribuciones.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Me costó un tiempo aprender que de los proyectos en que uno está involucrado es mejor no hablar. No es prudente anticipar algo que —a lo peor— no llega a materializarse. Puedo asegurarte, eso sí, que estoy metido en muchas cosas que me parecen muy interesantes. Me sorprende todo aquel proyecto que aparece —pensamos, de la nada— y resulta ser derivado como siguiente paso natural a nuestro trayecto vital. La madurez te hace comprender que la meta es el camino, el movimiento, el dejar atrás espacio, tiempo y cosas sin considerarlo pérdidas. Algunas respuestas —en la vida— se encuentran en el enunciado de su pregunta.
Puedo contarte que en 2020 (quizás antes de verano) publicaré mi primer libro de aforismos, llevará por título El monstruo en el camerino y se publicará en Ediciones Trea (Gijón). Este proyecto comenzó hace varios años y es algo en lo que David Acebes (amigo y coautor) y quien suscribe hemos puesto mucho empeño.
También, verá la luz mi séptimo poemario y octavo libro, se titulará Actos sucesivos, con prólogo de otro buen amigo y gran poeta, como es Antonio Praena, y lo publicará la editorial valenciana Olé Libros.
Es ya una realidad que en 2020, quizás en marzo, saldrá la segunda edición de La soledad encendida, libro de haikus que escribí junto a Gregorio Muelas en 2015 y fue editado por Ultramarina Cartonera.
Tengo terminados e inéditos: un cuento largo para niños, otro libro de aforismos, un libro de estudio y crítica sobre un poeta valenciano, un libro de relatos, un libro de artículos, un libro de ensayos, varios poemarios; y en proceso de creación, incluso una novela. No tengo prisa por publicar. El paso del tiempo beneficia a todas las obras que creemos terminadas. Cada una encontrará su momento y lugar de manera natural.
¿Qué consejos tienes para otros traductores/poetas que comienzan?
Trabajo, trabajo y trabajo. Lo que no viene por otras vías lo hace a través de la perseverancia. Cuando no escribo, leo. Cuando no escribo ni leo, vivo. Hay que seleccionar muy bien las lecturas. Es bueno dejarnos sorprender, pedir consejo. Necesitamos tener cerca a personas que nos recuerden que es importante descansar. Necesitamos querer y ser queridos. No hay que obsesionarse por solo trabajar, pero sí hay que obsesionarse un poco con hacer bien nuestro trabajo. Ello requiere estudiar, honestidad, humildad. El conocimiento, si no se comparte, no sirve para mucho.
¿Hay algo más que quisieras compartir?
Recientemente he sido nombrado por Juan Luis Bedins miembro de la junta directiva de CLAVE (Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios) y en octubre de este año aparecerá un nuevo número de su revista literaria, de la cual me han nombrado codirector. Por tanto, este es un proyecto que me ilusiona mucho y ya estoy inmerso en él junto a Gregorio Muelas, hermano de letras y compañero de fatigas.
El año 2020 tenemos pensado comenzarlo con la promoción y presentación del número siete de nuestra revista literaria Crátera. El cual, entre otras muchas cosas, contendrá un poema inédito de Ignacio Caparrós: un pequeño homenaje a este gran poeta que coincide con el quinto aniversario de su fallecimiento. Para el número ocho de la revista estamos preparando un número monográfico sobre Juan Gil-Albert, para el que ya contamos con la colaboración de José Luis Ferris y Ricardo Bellveser, entre otros. Dada la periodicidad cuatrimestral de la revista, esperamos publicar a finales de 2020 el número nueve, el cual marcará el asentamiento de “Crátera” en el panorama poético español, culminando tres exitosos años de publicaciones.
Como sabes, en 2019 emprendimos el camino de, además de revistas, editar libros de poesía bajo el sello Crátera Editores. Inauguramos nuestra colección dedicada a poetas con trayectoria, denominada Aríbalo, con Cuerpo esclavizado, un poemario del poeta cubano Omar García Obregón, traducido al inglés por Parvati Nair e ilustrado por Leandro Soto y Abel Dávila. Y a lo largo de 2020 pretendemos, además de publicar el número dos de dicha colección, crear otra colección nueva que abrace las poéticas de voces emergentes.
El futuro es amplio y prometedor. Espero seguir manteniendo la ilusión del primer día y apostando por la cultura y la amistad. Creo que ambas cosas son cada vez más necesarias en el mundo y no quiero entender mi vida sin ellas.
José Antonio, gracias por compartir un par de poemas con los lectores de Revista Literaria Monolito.
SALTIMBANQUI
Se detienen los coches delante del semáforo
y aparece, de pronto, vestido de arlequín.
Comienza una función fantástica y efímera:
es el tácito pacto entre ricos y pobres.
Unas lágrimas negras destacan en su pálido
semblante, que pintado de blanco, resplandece.
Solo tiene un minuto: desenfunda sus armas
y empieza a deslumbrar a quien atento mira.
Lanza bolos al cielo —hay quien mira a otra parte—,
su sonrisa contagia incluso a los más tristes.
Enseña una flor blanca y sus pétalos vuelan:
son mariposas. Salta; también escupe fuego;
lanza una bola al aire: vuelve una calavera.
El tiempo corre en contra de esta farsa imprevista.
Una niña lo observa y coloca sus manos
en el cristal. Le ofrecen un billete que toma
y lo convierte en algo que alza el vuelo, dispara
su cañón de confeti y lo que vuela muere:
era un bicho sin alma. Alguien mira el reloj.
En su mano, un sombrero, sale de él la paloma
que con presteza vuela y se transforma en globo.
Ya la luz parpadea, encienden los motores,
El semáforo expira su tiempo y aquel mimo
se duele de sus manos, que en sangre, ahora blanden
un curioso paraguas. Parece conmovido.
El semáforo, en verde; ya los coches en marcha
le esquivan y abandonan, ángel de tempestad,
testigo de utopías que en pantomimas viven.
Hace sol y se cubre con el paraguas roto,
se resguarda, allí llora: solo llueve bajo él.
Heberto de Sysmo
ÁNGEL DEL HOGAR
«Canto a tus manos suaves de lejía»
Ángela Figuera
Por tu naturaleza de abrazo y besaheridas
decidiste inmolarte por mí y por mis hermanos,
comprendiste que el mundo no era un dócil lugar
al que entregar los frutos de tu amor y desvelos.
Yo crecí en tu cariño ignorando los daños
que a tu cuerpo raído, silentes, laceraban.
Preservaste —inocente— mi razón y mi culpa,
fui para tus infiernos un intocado mártir.
Conforme fui creciendo, fui advirtiendo la herida
que de formas cambiaba, aparecía siempre
en tu rostro, en tus manos, de diferentes formas
a oscurecer tu piel. Fui sabiendo del tiempo,
la violencia, el machismo, conociéndote entonces
como ángel mutilado. Vi en tus alas la sangre
de quien arrastra un peso y pese a todo sueña
con volar. Mi vergüenza ardía en mis entrañas,
quise entonces vengarte, detener el martirio,
volver a ser un niño, no haber nacido nunca,
transformar tu rutina en algo merecido
para ti. Tal vez tarde. O quizás no pudiera
revertir el proceso de tu condenación.
Decidí consagrarte mi esfuerzo y mi esperanza,
no otra cosa a mi pecho colmara de alegría.
Con olor a lejía he besado tus manos
arrugadas. Con voz temblorosa has pedido
que no te ayude nadie, que ya lo has hecho todo
y no te importa estar —cuanto te quede— así.
Pero nunca has viajado, no otra cosa conoces
que el desdén y el trabajo, la carencia, el cansancio,
y no soporto más tu injusticia perenne.
Siento que su tristeza ahora es mi fracaso.
La proeza del pobre es morir todavía
más digno que quien tiene, o que quien cree tener
e ignora que desnudo se marchará algún día.
Tu fortaleza invicta me sigue consternando
e inspirando. Por ti viviría sin mí,
ardería en el fuego que a tu alma purifique.
Y sin embargo entiendo que toda tu enseñanza
radica en lo contrario. Debo vivir por ti,
ser yo, dignificarte, provocarte el orgullo
por ser buena persona en un mundo de hienas.
Desvivirme por alguien que merezca mi esfuerzo
y tenga tiempo y mundo para irlo transformando.
Quizás tarde comprendo que soy tu obra maestra,
que debo merecer —aunque duela— el tormento
que te ha santificado. Una lección muy dura.
De todo me previenes, humilde, a tu manera,
a todo me anticipas su daño, y tus consejos,
son escudos de amor. No puede existir nadie
que merezca sin mancha tan alto sacrificio.
Es mi madre ese ángel del hogar sin su cielo.
A todo me enseñaste, salvo a vivir sin ti.
Heberto de Sysmo
Autora de la fotografía en portada: Guitty Eguez