Entrevista a Javier Díaz Gil por Xánath Caraza

Javier Díaz Gil es oriundo de Madrid, poeta, Diplomado en Profesorado de EGB y Licenciado en Geografía. Ha recibido los siguientes premios: XI Certamen de Poesía E.U. Magisterio Guadalajara en1998; en 2000, el 1º Premio Humberto Tenedor para el poemario Humo y el premio Nicolás del Hierro al poemario Hallazgo de la visión. En 2008 fue Seleccionado en el Premio de Poesía Experimental Diputación de Badajoz; en 2010 fue Finalista del Premio de Poesía Addisson de Witt; en 2013, recibió el Premio Manzanares el Real.

Díaz Gil publicó su tercer libro en 2010 que reúne dos poemarios con la ed. Poeta de Cabra: Vivo extramuros y El ángel prometido. Y en 2016, su cuarto libro La palabra y la carne, publicado por Ruleta Rusa ediciones. Ha sido publicado en las antologías: Donde no habite el olvido, Ed. Legados, Madrid 2011; Los poetas de la senda, (Ed. Opera Prima, 2014); Antón pirulero (Diputación de Albacete, 2015). Ha coordinado la edición de la antología Cuaderno de Bitácora: Antología de la Tertulia Rascamán, publicada por ed. Poeta de Cabra en 2016.

Su poesía también aparece en las revistas Luces y sombras, Poeta de Cabra, El alambique, Cuadernos del Matemático, entre otras, y en las revistas digitales, Celuzlose –Brasil-, sèrieAlfa, La indiscreta, por mencionar algunas. Ha participa en encuentros de poesía internacionales en Chile en 2006; en Brasil en 2007; en Portugal en 2012, 2013 y 2014.

Desde 2006 coordina la Tertulia Literaria Rascamán de Madrid y mantiene el blog: http://javierdiazgil.blogspot.com

¿Quién es Javier Díaz Gil?

Difícil cuestión y trascendente: saber quién es uno. Quizá la poesía sea un camino para el conocimiento. En mi caso, lo es. Nos desvela y nos reconoce ante los demás. Javier Díaz Gil es poeta, un observador de la realidad y de lo que le rodea. El poeta no es un ermitaño, es imposible permanecer ajeno al mundo. Somos lo que respiramos, lo que leemos, lo que vivimos, lo que sufrimos. Todos esos aspectos son comunes para todos los seres humanos. Y es, en definitiva, el material del que está hecha la poesía. Mi poesía busca que el lector se reconozca en el poema, sienta la misma respiración, la vida, el sufrimiento, la belleza.

¿Quiénes guían tus primeras lecturas?

Inicialmente, es en el ámbito familiar donde nace el hábito de la lectura: las primeras novelas juveniles compartidas con mis hermanos. Recuerdo también con mis amigos, las tardes de algún verano de mi infancia en la Biblioteca Pública leyendo a Julio Verne. Después, con los compañeros de Instituto, compartí lecturas y autores y descubrí otras Literaturas. Era la época del boom latinoamericano: Carlos Fuentes, Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez… La poesía vino después. Conocí en la Escuela a Bécquer, Espronceda. Machado, Lorca… Pero la primera emoción poética verdadera se la debo a la lectura de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada y los Versos del Capitán, de Neruda.

¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?

Mi poesía, como yo, nace también en Madrid, España; en la adolescencia como un desahogo: el valor terapéutico primero del poema. En esa edad, los primeros amores y desamores son un desencadenante. Pero las lecturas de los poetas que voy conociendo, la asistencia a recitales de poesía donde aprendí tanto, hacen que mi poesía intente evolucionar por imitación de los poetas que admiraba para luego ir buscando una voz propia. Mi pasión por la escritura hizo que participara como alumno de Talleres de Poesía donde seguí aprendiendo y empecé a publicar en alguna revista local y a ganar algún certamen literario. En el año 2000 publiqué mi primera plaqueta, Humo, que fue premio ‘Humberto Tenedor’; y a los pocos meses, en ese mismo año, mi primer libro, Hallazgo de la visión también galardonado con el premio ‘Nicolás del Hierro’. Ése fue el impulso definitivo para reconocerme ya como poeta. No era tanto la necesidad de seguir publicando sino la de seguir escribiendo y aprender, en definitiva, la necesidad de búsqueda y de mejora.

¿Tienes poemas favoritos de otros autores?

Más que poemas favoritos, tengo poetas favoritos. Quiero elegir un poema de uno de mis poetas favoritos: Ángel González, poeta español (Oviedo, 1925-Madrid, 2008), un poema breve titulado:

“Poética a la que intento a veces aplicarme”

Escribir un poema: marcar la piel del agua.

Suavemente los signos

se deforman, se agrandan,

expresan lo que quieren

la brisa, el sol, las nubes,

se distienden, se tensan, hasta

que el hombre que los mira

-adormecido el viento,

la luz alta-

o ve su propio rostro

o -transparencia pura, hondo

fracaso- no ve nada.

Habla de lo que debemos pretender como poetas: saber que trabajamos con un elemento tan sutil como es la palabra y que debemos conseguir que quien nos lea sienta lo que queremos transmitir o si no, habremos fracasado.

¿Cómo es un día de creación literaria para ti?

La escritura poética no es para mí un acto voluntario. Quiero decir, que por mucho que intente ponerme a escribir un poema, si no existe el impulso inicial, la emoción que lo inspira, sé que el poema no va a funcionar, va a salir forzado. Creo que el poeta es un demiurgo, somos un instrumento a través del cual nos posee la palabra. La poesía es caprichosa y viene a ti o no viene. Decía el poeta Claudio Rodríguez que su actitud era contemplativa, en espera. Puedo escribir, por ello, en cualquier lugar, cuando la palabra llega. Otra poeta a la que admiro, Amalia Bautista, dice que cuando escribe el poema es porque estaba en ella ya completo. Otra cuestión es el trabajo importantísimo de corrección. Es la segunda fase de la escritura poética. La inspiración, el demon griego, es la primera. Pero luego el poeta debe conocer su oficio: la métrica, el ritmo… y pasar a esa segunda fase de corrección: pulir el poema. La corrección sí es una labor que puede ser más frecuente, especialmente cuando decides que hay un nuevo libro en marcha y que vas a publicarlo.

¿Cuándo sabes que un texto está listo para ser leído? ¿Cómo has madurado como escritor?

La poesía es como el vino. No hace falta ser un enólogo para saber cuándo un vino es bueno y saber reconocer, a su vez, cuándo un vino es malo. Con la poesía, -es cierto que ayuda el oficio de años-, pasa lo mismo: distingues cuándo un poema funciona y cuándo no está perfecto. Aun así, cuando crees que tu poema es bueno, está la siguiente prueba de fuego. Tengo la suerte de coordinar desde hace 11 años una Tertulia Literaria en Madrid, donde comparto con un puñado de excelentes escritores, -compartimos-, nuestros textos y allí leemos y, con buen tino, recibimos el consejo perfecto para terminar de corregir el poema.

La madurez del escritor consiste en saber que siempre estás aprendiendo. Y que es bueno rodearte de otros poetas que honesta y sabiamente te critiquen. La madurez consiste en no dejar de leer a otros poetas y no pretender ser más que nadie. La poesía es caprichosa, la madurez significa también saber que quizá un día no vuelva la poesía a ti.

¿Qué tanto hay de España en lo que escribes?

España está en mis poemas como puede estarlo el resto del mundo. Escribo mucho cuando viajo, me inspiran los países, las costumbres, la gente que descubro. La poesía debe ser descubrimiento, deslumbramiento. España está en mis poemas en tanto en cuanto es mi paisaje habitual: la vida cotidiana, la vida política, la familia, el amor… Pero aspiro a que mi poesía tenga su propia patria: la palabra.

¿Cuál piensas que es tu papel como promotor cultural? ¿Crees que hay alguna responsabilidad?

Hay mucha responsabilidad.

Ya hay responsabilidad como autor individual cuando entregas tu libro al editor. Debes ser responsable y honesto con el trabajo que entregas al lector. Y hay responsabilidad también cuando organizo actividades culturales. Como coordinador de la Tertulia Literaria “Rascamán” hemos desarrollado múltiples actividades: exposiciones de poesía visual, lecturas colectivas, encuentros con autores, encuentros con otros grupos literarios, hemos editado una antología que recoge la obra de 42 autores de la Tertulia… Todas esas actividades implican una responsabilidad y un compromiso, primero, con los autores participantes y, después, un compromiso con los lectores y asistentes a los actos. La poesía es un género minoritario y requiere de más trabajo para difundirlo, para atraer al público y tenemos la responsabilidad de ofrecer calidad y de dar motivo para que se siga difundiendo la poesía y para que siga asistiendo el público a estos actos.

¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

El próximo mes de noviembre publico mi quinto libro, Regresar a Chile. Así que estoy terminando de corregir los poemas, preparando la estructura del libro, el prólogo, la portada… Y luego, vendrán las presentaciones del libro. Por otro lado, continuaré coordinando la Tertulia Literaria que tiene carácter semanal, que retomaremos pasado el verano.

¿Qué consejos tienes para otros escritores que comienzan?

Escribir es importante, sí, pero hay que leer a los autores imprescindibles, empezando por los de tu idioma; conocer el oficio (la métrica, las figuras retóricas…); intentar de rodearse de poetas que conozcan este oficio y dejarse aconsejar y no tener miedo a corregir y a romper lo que no vale. La poesía, como decía antes, es inspiración pero es después, no lo olvidemos, oficio y corrección.

¿Hay algo más que quisieras compartir?

Sí, añadir una cosa. Algo que me ha dado la poesía: la oportunidad de conocer y compartir esta pasión con otros poetas. Participar en encuentros de poesía, en recitales, etc., me ha dado la posibilidad de conocer la poesía que se hace en otros lugares y de generar y compartir buenas amistades como ha sido, recientemente contigo, Xánath.

Tenemos la suerte de contar con las redes sociales, Facebook, por ejemplo, que nos permiten compartir nuestras actividades con otras personas, como nosotros, apasionados por la Poesía. Y la posibilidad de difundir nuestros textos a través de Internet, en un blog, etc.

Hay medios para llegar a los demás, aprovechémoslos, pero, repito algo que dije antes: siendo responsable de lo que ofrecemos, de dar una obra honesta y válida. Intentemos, como dice el poema de Ángel González, “marcar la piel del agua” y que nuestro lector vea su propio rostro.