Fernando de Villena (Granada, 1956) ha publicado veintitrés libros de narrativa con títulos como: Relox de peregrinos, La casa del indiano, El hombre que delató a Lorca, Sueño y destino, Iguazú, El testigo de los tiempos, Udaipur, Mundos cruzados, Valparaíso. El secreto del Sacromonte, Los conciertos, El rostro de San Juan y El reloj de la vida. Como poeta ha desarrollado una extensa producción agrupada en los volúmenes Poesía 1980-1990, Poesía 1990-2000, Los siete libros del Mediterráneo (2009) y Los colores del mundo (penúltimos libros de poesía) (2014).
¿Quién es Fernando de Villena?
Fernando de Villena es un escritor entregado en alma y cuerpo a su obra; una consciencia crítica ante todos los poderes establecidos y los abusos del neocapitalismo; un hombre que vive modestamente en una hermosa ciudad de provincias herido por el dolor del mundo, pero feliz con sus familiares y amigos, “ni envidioso ni envidiado”.
¿Quién te acerca a la lectura?
Mi camino lector se inició con los tebeos y con los libros de aventuras que existían en la discreta biblioteca de la casa de mis padres (obras de Julio Verne sobre todo). En seguida vinieron los libros de Guillermo el travieso, de la escritora inglesa Richmal Chrompton que aún hoy hacen mis delicias, y a los quince años ya me adentré en los clásicos.
¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?
Mis primeros poemas fueron escritos para homenajear a algunas chicas de las que me iba enamorando, pero los primeros textos con valor literario llegaron a los dieciocho años. Entonces supe que yo era un escritor y mi vida estaba destinada a ello, aunque aún esperé seis o siete años (Horacio recomendaba que fuesen diez) antes de publicar mi primer libro, en 1980. Aunque yo vivía en Granada, logré que viese la luz en Barcelona, que entonces era el centro editorial de casi toda la literatura en lengua hispana.
¿Qué impacto tuvo en ti ver esas primeras publicaciones?
Los primeros libros nuestros que vemos publicados nos llenan de emoción y nos hacen creernos importantes; luego la vida nos pone en el lugar que nos corresponde y analizamos las cosas con mayor humildad. Ahora, al cabo de cuatro décadas y más de sesenta obras publicadas, aún nos colma de alegría la aparición de cada nuevo libro, pero ya somos conscientes de que no hemos realizado nada comparable a lo de Cervantes, Góngora o Juan Ramón Jiménez.
Además de poesía, ¿qué más escribes?
Soy un autor muy prolífico. Además de unos treinta poemarios agrupados en cuatro volúmenes, he publicado más de veinte libros de narrativa (novelas y colecciones de relatos), así como varios ensayos sobre literatura o sobre la situación del mundo actual.
¿Tienes poemas favoritos de otros autores? ¿Pudieras compartir alguna estrofa?
Claro que sí. De los poetas del siglo de Oro, uno de mis preferidos es Villamediana, al que pertenecen estos dos endecasílabos llenos de hondura: “Buscando siempre lo que nunca hallo/ no me puedo sufrir a mí conmigo”. De mis contemporáneos, admiro entre otros a Enrique Morón. Suyos son estos versos que logran recoger lo más difícil en poesía: el misterio:
“Hay dos tumbas iguales
en este cementerio:
la una de mármol blanco,
la otra de mármol negro.
Las dos se cubrirán
de nieve en el invierno.”
¿Cómo es un día de creación literaria para ti?
Depende. Mi obra narrativa y ensayística me supone un trabajo diario. Una hora al menos cada día sin excepción de sábados ni domingos (salvo cuando viajo) a fin de no perder el hilo. La poesía en cambio llega a mí cuando ella quiere. En ocasiones se me pasan varios meses sin escribir un solo poema y luego, de repente, en unas semanas la inspiración me hace crear un poemario completo.
¿Cuándo sabes que un texto está listo para ser leído?
Un texto nunca está a gusto del autor, si éste es autocrítico. Siempre considera que es mejorable, pero hay un momento en el que tiene que darlo por concluido pues la verdadera obra de un escritor no es la ya realizada, sino la que le falta por hacer y por ello no puede demorarse demasiado en un mismo poema o en una única novela. Nuestra vida es demasiada corta para todo lo que hay que contar. Por todo eso, yo reviso poco.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Al presente estoy dándole los últimos retoques a una novela que pretende reflejar la transformación del mundo, de la sociedad española y de la ciudad de Granada desde los años cincuenta del pasado siglo hasta nuestros días. Y tengo también en marcha dos poemarios: uno sobre el dolor que me causan algunas noticias referidas a la atrocidad e injusticia del mundo actual, y otro sobre impresiones de viajes.
¿Qué consejos tienes para otros escritores que comienzan?
Ante todo, que vivan intensamente y capten como esponjas cuanto ven a su alrededor, que lean mucho a los clásicos (más que a sus contemporáneos), que no se desanimen con la indiferencia de la crítica o al no obtener premios (pues la mayoría están amañados) y que tengan presente siempre que el mejor galardón es el acto mismo de la escritura.
¿Hay algo más que quisieras compartir?
Deseo explicar que, desde mediada la década de los ochenta del pasado siglo, en España ha existido una cultura oficial amparada por los poderes del Estado (cine de Almodóvar, “Poesía de la Experiencia, narrativa realista) y otra literatura libre y alternativa formada por francotiradores que a veces se han reunido bajo nombres como “Poesía de la Diferencia”, “Salón de Independientes” o “Grupo Ánade”. Mi obra puede incluirse dentro de estos últimos apartados.