Eugenia Toledo Renner nació en Temuco, Chile, y se crió en el mismo barrio en que Pablo Neruda pasó su niñez. Llegó a Estados Unidos para continuar estudios de posgrados dos años después del golpe militar en Chile. Tiene un MA en Literatura Latinoamericana y un Doctorado en Literatura Española, de la Universidad de Washington, Seattle. Ha enseñado en Chile y Estados Unidos, más recientemente en el Richard Hugo House en Seattle: talleres de escritura creativa (poesía y prosa) y un curso de lectura sobre la poesía de Neruda. Ha sido publicada en revistas y e-zines en muchos países. Ha publicado varios libros, entre ellos un estudio de la poesía de Fray Luis de León (en Chile); y tres poemarios: Arquitectura de ausencias; y Tiempo de metales y volcanes y Trazas de mapa. Trazas de sangre /Map Traces. Blood Traces. También fue incluida en una Antología de Escritores.Cl en Chile, y en La luz ambarina de la lluvia: Letras de Temuko / The Rain’s Amber Light: Letters from Temuco, un chapbook bilingűe escrito con Carolyne Wright como fruto del viaje de retorno a Chile en 2008.
¿Quién es Eugenia Toledo?
Esta es una pregunta muy difícil, porque vivimos en tiempos muy complicados,
aunque creo que una todavía se define por su pensar y actuar. Entonces soy una mujer que salió de una ciudad muy pequeña del sur de Chile, llamada Temuco, sin ninguna experiencia de mundo, a conquistarlo, a través de la literatura. Mi gran amor era la literatura, la cual también tiene sus bemoles como sabemos, ya que está creada y enseñada por seres humanos y condicionada por los momentos históricos. Nada es fácil y aprendí rápido la dureza de la vida en el extranjero y del mundo universitario e intelectual. Todo lo que he hecho: ser escritora, ser profesora de literatura, lograr títulos, ha sido por mi propio esfuerzo y empeño. Pero en este caminar he tenido colegas, amistades, consejeros, grandes literatos y literatas con quienes he mantenido contacto, personas generosas que han valorado mis conocimientos y mi escritura a través de los años y la distancia.
Este nuevo libro bilingüe Trazas de mapa. Trazas de sangre (Map Traces. Blood Traces), por ejemplo, que se publica en USA este año es producto del esfuerzo de personas que ven el valor en lo que hago y les gusta trabajar conmigo, como mi traductora la poeta estadounidense Carolyne Wright, Mayapple Press. Desde que me jubilé en el 2000 me dedico a la escritura, a la enseñanza de Talleres, y a la educación, en especial ahora que estoy de vuelta en la región donde nací.
¿Quién o quiénes te acercan a la lectura?
Mis padres leían mucho cuando eran jóvenes. Tenían libros y yo los devoraba. Mis abuelos paternos también. “Las Mil y una noches” fue uno de los primeros libros que leí. También fui fanática de revistas infantiles y de caricaturas de mi época y las novelitas de pistoleros que llegaban a mi país de España. También coleccionaba las Vidas Ejemplares o revistas con vidas de los santos, me apasionaban. Con ellas empecé a dibujar, especialmente figuras icónicas. Visitar para mí, por ejemplo, New Mexico con sus artesanos fue para mí revivir mi infancia, a causa de ello he vuelto a producir ese Arte religioso ingenuo y poderoso de los retablos.
Después me dediqué al estudio de la literatura chilena, latinoamericana y española en especial, los siglos XV y XVI. Hoy en día sigo leyendo mucho, pero literatura global. Busco los temas que me interesan. Me informo, estudio, investigo. Leo en su mayoría, pero no exclusivamente, a las mujeres novelistas y poetas, las argentinas me gustan mucho, centroamericanas y europeas.
¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?
Escribía poesía cuando era estudiante de Castellano en la Universidad Católica de Temuco hasta el año que dejé el país, 1975. Pero esa poesía se perdió totalmente. Escribía para tener una intimidad. Entonces, en los años 2000 más o menos al jubilarme retomé la poesía como terapia y la Editorial Torremozas, España, publicó mi primer libro, “Arquitectura de ausencias” un texto muy tímido, muy introductorio. Pero seguí empeñándome en el trabajo sola, leyendo, viajando y conociendo poetas de gran valor en diferentes países.
¿Tienes poemas favoritos de otros autores?
Al dedicarme a la escritura volví a releer los autores que tuve que investigar cuando era estudiante de literatura, y otros que me iban ampliando la perspectiva del arte. Casi no tengo autores favoritos exclusivos. Admiro a muchos. Por supuesto, estando en Estados Unidos, me impuse de la literatura de ese país, de la literatura chilena y argentina del exilio, nicaragüenses, escritores polacos, franceses, rusos, orientales, etc.; fui a festivales latinos de poesía, Convenciones Literarias, grupos de lectura, asistí y enseñé talleres, ampliando mi universo cerrado. Claro recuerdo muy bien los poemas de Fray Luis de León. Luego a los clásicos poetas chilenos. Después conocí a varias argentinas, chilenas, polacas, españolas, etc. y por razones a lo mejor generacionales y de vida me siento muy cerca a la poesía y a los libros escritos por la chilena Marjorie Agosín y la poeta argentina Nela Río.
¿Cómo es un día de creación literaria para ti?
Escribo casi todo el tiempo, pero principalmente en mi casa. Tomo notas, fragmentos, palabras. Escribo configuraciones de emociones, noticias, disparos cronísticos e históricos, silencios, observaciones de pinturas y fotografías, ciudades, animales, paisajes vueltos a descubrir.
La literatura es un acto comunicativo, no es puro sentimiento ni pura destreza del lenguaje especial. La poesía es coexistencia de muchas cosas. Una especie de libertad; algo invisible, porque es espiritual, que va a mi lado con el cual converso. Elegí escribir para vivir en el mundo. Tengo mucha suerte. Siempre tengo deseos de contar historias y conversar con las letras, confesarme, decir.
¿Cuándo sabes que un texto está listo para ser leído? ¿Cómo has madurado como poeta?
Creo que he madurado, porque ya mi poesía no es tan íntima en el sentido de que era sobre mí. Sé que un poema está listo cuando lo encuentro “redondo”, francamente no sabría explicarlo, escribo, hago cambios y lo dejo macerar en el tiempo. A veces escribo varias versiones de un mismo poema. Experimento mucho.
También recibo las opiniones de otras personas en quien confío. Valen mucho para mí. Escribir a esta edad se ha tornado una manera interesante de envejecer.
¿Qué tanto hay de Chile en lo que escribes?
Hay muchísimo sobre Chile. Es que Chile es un país que se lleva en los huesos. Difícil abandonar esa tierra y dejar de escribir sobre ella.
Sobre mis años en USA he escrito poco, tal vez debería hacerlo, pero sé que me va a costar. En Seattle, sin embargo, escribí sobre el caso de las migraciones en mi libro “Pasajeros sin andén ni cobre” (2014), en tiempos en que el problema estaba muy vigente, aunque no tanto como ahora, pero ya estaban sucediendo en ese tiempo también masivas caminatas de pueblos de Africa y las migraciones de Asia en Europa. Eran los comienzos del problema y de las muertes masivas y los campos de refugiados. Este en todo caso fue un tema que siempre me interesó y va cerca de mi corazón, por la existencia del exilio chileno y mis estudios de Historia y Literatura española en la Universidad de Washington con mi profesor George Shipley y mi profesora de Literatura Medieval, me refiero a los avatares y sufrimientos que vivieron los judíos expulsados de España. Siempre estudié el tema y hablé con muchos sefardíes en Seattle. El tema judío, a través de la expresión femenina, ha sido de gran interés para mí. Estudiar los siglos XV y XVI españoles era como estudiar Literatura Contemporánea.
En cambio mi poemario “Trazas de Mapa, Trazas de sangre” es sobre Chile y el territorio mirado con nuevos ojos, la historia del mismo, el retorno a Chile y la vuelta a USA; en mi libro “Aguas Inarticuladas” en cambio narro el encuentro con el paisaje patagónico chileno y su historia, en 2015. Y “Casa de máquinas” es solamente acerca de Temuco, una historia personal. Mi último escrito (2016) escrito con una profesora argentina de Neuquén en cambio, es un compendio limitado de todos mis temas favoritos en poesía y prosa. Se llama “Talleres de escritura. Estudios, prácticas y propuestas”. Es un catálogo global de mis intereses literarios,
Una acumulación incompleta de nuestros autores y temas favoritos.
¿Cuál piensas que es tu papel como promotora cultural? ¿Crees que hay alguna responsabilidad?
Creo que trabajar con la educación y la literatura es una parte importante del desarrollo cultural de un país. Siempre he sido ayudista, creo firmemente en la educación de los pueblos, en el aprendizaje durante todas las edades, por eso hoy me interesa mucho el llamado Adulto Mayor en Chile. Siempre estoy haciendo algo, un proyecto que enseñe algo nuevo o de una forma distinta. Creo que la Literatura se ha expandido y transgrede otros géneros y otras formas de Arte. Bob Dylan recibió un Premio Nobel por esto.
Por ejemplo, recién en Seattle se abrió una exhibición sobre las “Migraciones” y Don Quijote, proyecto basado en las Artes y en mi libro “Pasajeros”, ya nombrado. Fue una idea que desarrollamos mi amiga pintora Kathleen McHugh y yo en el año 2015. Participé desde Chile, pero no pude ayudarla a implementarla. La poesía y el Arte van juntos para mí. Aprendí que se podía hacer cuando me percaté de las instalaciones, la pintura y la poesía, la música y la poesía, etc. Empecé a transgredir los géneros repito y a ampliar incluso mi poesía con la crónica, la pintura, la fotografía, el humor y los libros intervenidos. Dos expresiones juntas de un mismo autor simultáneas, collage y poesía son expresiones muy fuertes.
Producción y calidad para mí es lo más importante. Leer e investigar los temas. No inventar de nuevo la rueda. Por eso experimento. Por ello, no me ocupo tanto de vender mis libros y figurar en el marketing, etc. como de mostrar caminos y abrir puertas, usando lo que he escrito para algo más, para dar un paso más adelante.
Es una verdadera vocación social y real, una convicción. Un granito de arena en el universo.
¿Qué consejos tienes para otros escritores que comienzan?
Leer y leer mucho. Escribir mucho. Darse cuenta de la buena literatura. Pertenecer a un grupo literario o a un Taller o Círculo de lecturas para conocer otros escritores. Hacerse de una red de amigos generosos e inteligentes. Viajar si es posible. Estudiar literatura en una Universidad. Aconsejarse con gente seria. Darse tiempo, no llegar escribir y publicar. Trabajar muchos años.