Entre semanas

Una vez decidí revisar en qué día de la semana nací y no lo olvidé. Miércoles.  El ombligo de semana. El intermedio. Recuerdo simplemente haberme emocionado de saber con exactitud mi fecha de nacimiento. Decir “¡Nací un miércoles!” sonaba bien hasta que lo decía en voz alta y otras personas nomás respondían “Ah” o “Yo no sé en qué día nací”.

“Uno se la pasa maldiciendo los lunes y esperando el viernes, o sea que entonces hoy es más o menos miércoles, común y corriente, como de costumbre. Siempre que se dice que era un día cualquiera, era miércoles, porque ese día no pasa nada. Ninguna revolución ha comenzado en miércoles, nadie se enamora en miércoles; tampoco las pesadillas se sueñan ese día”.

Fue a inicios de año que en el mundo de Twitter (porque yo también me niego a llamarle X) me topé con un tuit que pedía recomendaciones de libros de ensayos literarios, y alguien respondía con un PDF mal escaneado (como todos los PDFs que trascienden la historia del internet) del que decía que no eran exactamente ensayos literarios, pero sí poseían cualidades y calidades del género ensayístico: “La forma de los miércoles: Cómo disfrutar lo que pasa inadvertido”. Con semejante título, naturalmente le di click.

“Es un día de en medio, como de transbordo, en el que nadie se esmera; nadie finge ni posa ni tiene ínfulas, ni tampoco se azota ni desbarra ni le da por confesiones vergonzosas en miércoles: todo eso se deja para días más cruciales, más espectaculares. Y en efecto, nadie que quiera parecer interesante va a decir que su día preferido es el miércoles”.

No recuerdo bien en qué momento los miércoles se volvieron verdaderamente especiales para mí. Quizás la primera vez que confirmé que mi cumpleaños estaba coincidiendo con el día en que nací. O en esas veces en que llegaba el cliché de cansarse por una semana que ya había durado mucho; o de emocionarse porque el cierre de semana ya estaba cerca. Tal vez cuando en un trabajo era el día en que no trabajaba; o en otro cuando supe que es el día más pesado. Pudo ser aquella vez en que mi padre mencionó que en los miércoles no hay tanto tráfico y los locales venden menos. O todas las veces que me he desvelado entre semana, leyendo, escribiendo o chateando, por una energía extra que en definitiva necesitaba para otros días. La cualidad de los miércoles suele llegarme en retrospectiva, una vez que volteo en el tiempo.

“Un miércoles no es tanto un día como una forma de ser que está instalada en nuestra sociedad y en nosotros, que por lo común no se nota porque uno cree que las sensaciones e ideas propias de los miércoles son nada más como pequeños deslices, errores chiquititos que comete la mente cuando se distrae sin querer pero que ni caso hay que hacerles”.

Cual biblia, comencé a leer los 50 y breves ensayos planteados por Pablo Fernández Christlieb, conectando con muchos, riéndome con varios, confundiéndome con algunos y hasta entristeciéndome con otros. A pesar de las aparentes pretensiones del título, lo que menos esperaba era una lectura ligera y que, a pesar de ubicarse hasta 20 años en el pasado, fuera como verme y ver al mundo actual, en esta lucha constante entre la inmediatez y la contemplación.

“Es el tiempo de las cosas sin chiste. Pero lo único que sobrevive en este mundo es lo que pasa inadvertido, y, ciertamente, los gestos y los actos y las obras a los que nadie hace caso mientras los hace son con lo que se van haciendo desapercibidamente los miércoles (…) Es a través de los miércoles como uno va construyendo, no su currículum vitae ni su autobiografía, sino sus costumbres, ésas que nunca lo abandonarán, porque son esas ‘ningunidades’ las que se van instalando como estilo de vida, como forma de ser, ta llegar el momento en que uno está hecho del material de los miércoles, eso que no se presume pero que sí da cobijo y protección, y no podría decir que incluso le gusta porque eso ya es mucho meditar para un día cualquiera”.

Explica el psicólogo chilango especializado en Psicología Social y Ciencias Sociales, que estas materias se tratan de analizar la formas que adquieren los sentires colectivos contemplando la “sustancia espiritual de la sociedad”, debido a que lo que un individuo piensa y siente respecto de sí mismo fluye a partir de la sociedad a la que pertenece.

Pero más allá del análisis psicosocial de un docente de la UNAM amado por sus estudiantes y subestimado por sus contemporáneos, las lecturas resonaron en mí por esa simpleza de las situaciones combinadas con una retórica bastante fluida y amena.

“Lo que sucede los miércoles es lo que va depositándose mota a mota a lo largo del tiempo, como si fuera el polvo de la historia que se va acumulando hasta que, contra todos los pronósticos, se convierte en la parte más firme de la vida”.

A veces, o en demasiadas ocasiones, como todo escritor me acuso de sufrir bloqueos. Ni qué decir del síndrome de la impostora por el que luego incontables mujeres dudamos de cada palabra escrita. Por eso me fue inevitable romantizar un libro que ya no está disponible en físico (pero sí de libre acceso online) y que, a partir de la metáfora del ombligo de la semana sutilmente no para de recordarnos que somos el ombligo de nuestro microcosmos.

“Y sí, en última instancia los miércoles tienen la forma de la vida, que ni se toma en cuenta ni se sabe cómo pasa, pero que cierto día uno advertirá que ahí estaba lo que valíala pena, pero ya para entonces será domingo después de la comida”.

Y como el meme del Papa Francisco, este libro, con todo y que (como cualquier buen libro) tiene sus momentos de extrañeza o arbitrariedad, resulta que se vuelve otra hostia a ingerir cada que se necesite.

“Y cuando uno se cansa de los demás días, siempre un poco ficticios, quedan los miércoles. Donde no pasa nada es donde se queda todo. Lo que menos cambia es lo que mejor defendemos (…) en los miércoles, en cambio, en donde parece que no hay ningún misterio, puede descubrirse que ahí está guardado el dato curioso de lo que ultimadamente somos”.

En demasiadas ocasiones me he sentido una extraña en mi propia vida, como si yo también fuera un día entre semana. Disociación le llaman. Pero entre idas y vueltas, siempre recordarme que hay espacios (físicos, virtuales) donde puedo encontrar esa chispa que mueve al mundo. “Por eso el alma de los miércoles luego va y se aparece cualquier día”.

Fernández Christlieb, Pablo (2009). La forma de los miércoles. Editoras Los Miércoles/Pax: https://www.editoraslosmiercoles.com/formamiercolesfb1/formamiercoleslibrovers1.html?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR0918WV6CIWU03to5wCbTndWdlCKoZ4-q87iymomJxNON5p4VOV2GB-fy8_aem_AcdoXsowN4leBcjZ9bUzIMpCTVzdr07FV7oi0sBoYeeDxbWK6UCZiPjpaNYV2jSDJHIAzoBS0oNNnIV8Y5GdJSVx#p=11