En materia de cultura, los mexicanos debemos asumir responsabilidades que estuvieron décadas en manos públicas y así aprovechar facultades y recursos de unos y otros mediante acuerdos constructivos. Hay casos ejemplares.
La enseñanza artística en Aguascalientes tiene hoy niveles de posgrado, pero en la primera mitad del siglo pasado estuvo en manos de asociaciones civiles y artistas independientes. Luego los conservatorios Manuel M. Ponce y Franz Liszt desaparecieron por razones financieras, preludiando una época de instituciones culturales públicas que llega hasta hoy: la Academia de Bellas Artes (1949), el Instituto Aguascalentense de Bellas Artes (1957), la Casa de la Cultura (1967) y el Instituto Cultural (1985).
Un ex alumno del Conservatorio marcó el destino de la promoción cultural en el país. Víctor Sandoval se incorporó al grupo de profesores empeñados en mantener vivo un proyecto al que valoraban por su independencia. Perdida la contienda en el campo de la economía, se mantuvo activa en el de las ideas y la práctica.
Así nació la Asociación Cultural Aguascalentense (ACA), con escritores, artistas y científicos interesados en fomentar el conocimiento de la región en todas las dimensiones posibles. Publicaban la Revista de la ACA, organizaban conferencias, exposiciones, conciertos, funciones de teatro. Apreciaban las obras de Ponce, Herrán, Contreras, Posada y López Velarde, junto con estudios sobre yacimientos fósiles y vestigios prehispánicos regionales.
En este ambiente, hacía tiempo vivía en la ciudad un médico potosino, activo participante de la vida cultural. El poeta Salvador Gallardo Dávalos contribuyó a esclarecer y difundir las ideas sobre arte y cultura y a ponerlas en práctica. Su cercanía con gobernadores no le impidió mantener su visión crítica y defender la independencia de criterio como condición de cualquier expresión artística.
Al mismo tiempo que lograba esta coherencia, el médico se distanciaba de la Asociación y formaba del Grupo Paralelo, con los poetas Sandoval, Guillermo García Varela y Desiderio Macías Silva, más los narradores Alfredo de Lara Isaacs y su hijo Salvador Gallardo Topete. Con ese núcleo, el grupo publicó 20 números de la revista Paralelo, entre junio de 1957 y junio-julio de 1962.
El impreso, concebido para vincular a la región con otras regiones y países, rompió desde un principio con el conservadurismo local, como se ve en el episodio de los murales en Palacio de Gobierno, descrito en el último número. Invitado por Gallardo Dávalos, el chileno Oswaldo Barra plasmó una visión crítica de nuestra historia. Hubo marchas en protesta contra las imágenes pidiendo destruirlas. Pero la confianza del gobernador en el médico aseguró la existencia de la obra.
Recientemente, la Universidad Autónoma de Aguascalientes imprimió una edición facsimilar de Paralelo, que no había podido hacerse pública porque cuando estuvo lista Salvador Gallardo Topete (1933-2017) ya no pudo mantener condiciones de salud estables. Se frustró la intención de rendir un homenaje al único representante del grupo cuando estaba entre nosotros. Y la presentación quedó en la incertidumbre.
Hasta que una campanilla en el reloj de los aniversarios oficiales indicó que este año se cumpliría medio siglo de la fundación de la Casa de la Cultura local. Y las autoridades del ICA organizaron una presentación como parte de los festejos oficiales, el 4 de noviembre, con Salvador Gallardo Cabrera, Eduardo López Hernández, Ilse Díaz Márquez y yo. Después, Jorge Terrones y Eduardo Vázquez Marín presentaron la Cátedra Víctor Sandoval sobre gestión cultural, que iniciará en 2018.
Entre la novedad y la persistencia, este tipo de proyectos permiten actualizar la memoria. Las iniciativas civiles arrebataron a las instituciones oficiales la definición de las ideas sobre cultura que después influyeron en las políticas públicas. Ahora los gestores reclaman un lugar en el juego. Y los escritores, como ayer, agradecemos el diploma y los aplausos de aniversario por nuestra participación.