Hacer un estudio sobre vampirismo sería tan impreciso como ubicar al primer hombre que injurió a su prójimo con una grosería. Si Bram Stoker es ubicado por crear a Drácula, entonces, nadie sabe realmente de donde viene la idea del chupasangre. Antes, muchos años atrás, el vampiro prevalecía en la mente del ser humano, representaba, entonces, a un ser malvado que operaba en las noches, en la oscuridad, y despertaba el miedo inevitablemente. Hoy, en nuestros días, ya no despierta temor el príncipe de las tinieblas, es más, ya la imagen del vampiro ha quedado cuasi borrada de la mente humana. La imagen del vampiro actualmente gira en torno a un joven que tiene corazón y sentimientos tan humanos que puede amar a una mujer eternamente, sin embargo, esa imagen que ya existía en el Drácula de Bram Stoker se distorsionó hasta el punto de que el vampiro tenía que preocuparse de la moda y del peso de su existencia inmortal.
Presentamos aquí una serie de fragmentos que describen todas las formas al vampiro actual, al vampiro de antaño y al vampiro que nosotros ideamos y relacionamos con los mitos que vemos y oímos. El ensayo prevalece en lo fragmentario. Creemos que no es necesario seguir una línea específica de exposición para comprender la palabra: vampiro. En este ensayo hacemos algunas digresiones, relaciones, quizá, con las cosas que vemos y oímos de la sociedad. Al leer nuestros fragmentos se percatarán de una cosa: que carecen de pies y de cabeza, porque coincidimos con Baudelaire: “Querido amigo, le envío una obrita de la cual podría decir, sin injusticia, que no tiene pies ni cabeza porque todo, al contrario, es aquí a la vez pies y cabeza alternativa y recíprocamente”.
I
¿Cuántas veces solemos quedarnos enervados mirando por largo tiempo al infinito como si la existencia atroz no fuese real? Si buscamos un espacio y un momento en el tiempo para desaparecer el tiempo es porque deseamos la eternidad. ¿Pero qué implica ser eterno? ¿Por qué amamos la vida, la existencia temporal a pesar de toda contrariedad? ¿Quién está dispuesto a morir en el momento en que disfruta de su mayor gloria y su mejor momento? Buscamos la elegancia, la eternidad, el poder, la sapiencia, todo aquello que la imagen del vampiro nos ha legado desde tiempos inmemoriales. Parece ser que el primero que ideó la forma vampírica fue un hombre energéticamente positivo, un ángel, en suma: un ser creativo.
II
Una de las figuras que mayormente han vivido en mi mente desde la adolescencia son los vampiros. Me gusta pensar en estos seres, si es que se pueden llamar así, como si fuesen reales, como si yo pudiese ser uno de ellos. ¡Oh, maravillosa oscuridad que envuelves la inmortalidad! Basta pensar en los mejores momentos de nuestra vida para evocar en nuestra memoria la eternidad de los recuerdos. ¡Todo recuerdo es eterno! El recuerdo pervive en la anécdota subsistida por seres que aman la vida: el amor nunca muere, dice Drácula.
III
Si nosotros encontramos en la imagen del vampiro repulsión egoísta es porque nuestra actitud no está vinculada con la aceptación de los lugares y recovecos oscuros de la mente del ser humano. El movimiento gótico y dark que predominó como una subcultura en los 80´s y 90´s revivió la imagen del vampiro, porque representaba todo aquello que el hombre trata de negar a cada momento: la muerte, la oscuridad, la sangre, el infortunio, lo desagradable. Los “góticos”, sobre todo, usaban ropas que inclusive representaban la imagen del vampiro, aunque dicha imagen la establecía Hollywood.
IV
Para entender el infortunio es necesario observar películas sobre vampirismo. Todas ellas muestran la aparición repentina, siempre atravesada por la mala suerte del vampiro: ese ser grotesco, nunca hermoso, endemoniado y odioso para la humanidad. Las películas de vampiros actualmente narran cómo un vampiro vive de objetivos. El objetivo es representado por la mujer, el vampiro por lo regular es un hombre. Si el vampiro se muestra como un ser incomprendido que tiene obligadamente que seguir viviendo es porque la vida también es una lucha interminable de contrariedades y problemáticas que muestran que nada es fácil ni eterno. Coincido con Pascal Quignard cuando dice: “Solo somos un conflicto de relatos, respaldado por un nombre”.
V
El día de Halloween en la ciudad de México es un espectáculo de lo más vivo. No hay nada de sombrío en el mexicano que viste a sus hijos en forma de calabazas, calaveras, o algún que otro atuendo que refleja la cultura popular del país: la cultura del mexicano. ¿Cuál es esta cultura? La de la transformación de lo horrendo a lo gracioso. El mexicano se sirve de la burla. Drácula en las manos del mexicano es un simple niño que no causa temor ni espanto, un niño que pretende llegar a ser el horripilante inmortal pero que en su intento por ser malvado se percata de su fracaso y su conexión con el otro: surge, entonces, “chiquidracula”.
VI
Para el mexicano un vampiro es un ser de cuello blanco que se sienta en los mejores lugares, es decir, en los lugares que el mexicano de clase media y de clase baja no alcanzan a visualizar. El vampiro no da miedo, es un chupasangre, un ratero vulgar que se viste con los mejores frac. Un vampiro que succiona dinero, un vampiro que en vez de acabar con la vida de un hombre, acaba con la vida de una multitud. Es aquí donde el potencial mexicano en torno a los vampiros excede la realidad: el vampiro que concibe en su imaginario mata de una vez por todas a una multitud, multitud que a pesar de estar muerta todavía tiene la fuerza para quejarse de esa succión inconmensurable.
VII
El disfraz vampírico de los mexicanos para el día de Halloween tiene por fuerza que tener ser una mezcla de negro con blanco. Una camisa blanca, pantalón negro es el atuendo perfecto para el vampiro mexicano. No olvidemos el maquillaje y los colmillos símbolo del vampiro antiquísimo. Si por alguna razón al mexicano se le ocurre hacer una ironía le añade al disfraz vampírico un “pico de viuda” en la frente: símbolo de dominio, atractivo físico y erótico. Aunque el erotismo vampírico se presenta cuando el príncipe de las tinieblas bebe sangre de su víctima, el mexicano convierte ese erotismo en albur.
La forma exclusivamente agonizante del vampiro para matar a un humano es extraer la sangre de la víctima hasta quitarle la vida. No hay confusión: sangre = vida. Pero, el humano social pierde la vida ya desde que participa en una sociedad con demasiado estrés, desde que el estrés toma el control en su vida pierde la oportunidad de sentirse amo y señor mientras vive.