Afortunadamente, este sexenio se acerca a su fin. Estamos por entrar al último año de la “administración” que encabeza todavía el mexiquense enrique peña y todo un séquito de supuestos servidores públicos, la mayoría originarios de los estados de México e Hidalgo, cuyo único mérito es ser amigo(a) de tan cuestionado personaje o de alguno de sus “subalternos”. Como sea, el término de este gobierno será motivo de festejo nacional y, sin duda, internacional.
Sin embargo, con esa despedida se acerca también un gran reto para la democracia y la sociedad mexicanas: la obligación ética y moral de replantear el ejercicio de la política para evitar que esta actividad inherente al desarrollo humano siga siendo usada para enriquecer y empoderar a personajes de nula capacidad, cuestionable integridad y evidente novatez.
No creo que haya un mexicano consciente y medianamente informado con ganas de repetir la experiencia de estos últimos años: por un lado están las reformas, las promesas, las casas, las amistades y sus respectivas contrapartes denominadas improvisación, ignorancia, necedad, autocomplacencia y complicidad; del otro las cosas no son nada prometedoras gracias al elevado nivel de jodidez que permea en este México violento, inseguro y rapaz, todo ello fruto de las malas decisiones y del empecinamiento por mostrar rostros que no concuerdan con la realidad de toda nuestra gente en el campo, en las ciudades, en las escuelas y en los consultorios del sector público, por mencionar “solo” algo.
No exagero. Estos últimos años no han sido de ejercicio público, sino de labor mediática. Los altos mandos de la burocracia mexicana, empezando por el gris mexiquense, se han preocupado más por su apariencia en pantalla que por su trabajo con la sociedad a la que idealmente se deben. Por eso cambiaron los formatos de sus “informes”, por eso contrataron especialistas en marketing e imagen pública y por eso ahora dan más peso a los medios que usan cámaras de video, televisivos o digitales, que a la incómoda prensa escrita y el mejor ejemplo está en la tierra del cuestionado mexiquense, con el gobernador Ávila. ¿Lo duda? Debería preguntar a los periodistas de allá qué sucedió en el último aniversario del Registro Civil.
Es una pena. La generalidad desconoce la increíble cantidad de engranajes que se requieren para que el presidente salga diciendo en cadena nacional que ha creado “n” cantidad de empleos, bien sonriente y con su traje limpio, o para que los gobernadores hagan pronunciamientos públicos que solo sirven para mantener a buen resguardo su salario, su sonrisa y sus “méritos” con los de su misma clase para estar siempre presentes y ser tomados en cuenta cada vez que la oportunidad aparezca. Ahí están el michoacano Aureoles y el ex mandatario de Puebla, un tal Moreno, quienes luchan (muy a su modo) por encabezar un mal chiste que pretenden llamar Frente Democrático que más bien parece una mala estrategia para tratar de arrebatar reflectores a un ex priista que anda en campaña desde hace varios lustros buscando ser presidente.
Lo peor de todo, y lo he mencionado en no pocas ocasiones, son los partidos políticos. Esas entidades “públicas” a cuya “libre” maniobrabilidad se permite encumbrar a personajes que un día están cómoda y plácidamente acurrucados con sus reales a resguardo y al otro día huyen de la ley porque resulta que sí robaron, engañaron, manipularon y destrozaron la esperanza de toda una comunidad. Sigo pensando que son una tontería, que si quieren seguir sumidos en el protagonismo de la política mexicana haciendo y deshaciendo a su antojo y discreción pues al menos que les cueste y se les corte de una vez por todas el financiamiento millonario que reciben de todos nosotros.
Los partidos políticos de este ensangrentado país son una bazofia repleta de personajes con la misma cualidad.
Los que saben dicen que el próximo inquilino de Los Pinos podría surgir de entre una lista de nombres en la que sin duda faltan algunos todavía: Juan Zepeda Hernández, Andrés Manuel López Obrador, Miguel Ángel Osorio Chong, Silvano Aureoles Conejo, Margarita Ester Zavala Gómez del Campo, Miguel Ángel Mancera, Jaime Rodríguez Calderón, Eruviel Ávila Villegas, Graco Luis Ramírez Garrido Abreu, Manlio Fabio Beltrones Rivera, José Narro Robles, Alejandro Moreno Cárdenas, José Antonio Meade, Ricardo Anaya Cortés, Rafael Moreno Valle Rosas, Miguel Márquez Márquez, Miguel Ángel Mancera Espinosa, Arturo Núñez Jiménez, Pedro Ferriz de Con, Juan Ramón de la Fuente, Gerardo Fernández Noroña…
Algunos tienen hasta tres colores pintados en sus corazoncitos y otros aparentan ser hermosas, blancas y libres palomitas. Lo cierto es que la clase política le ha fallado a este país y los entes “independientes” están muy bien relacionados con ella.
Entonces, ¿en quién confiar? Infortunadamente, no lo sé…