En el proceso de esconder a Tú, el Tú se evidencia

Amanecí amarga

como el polvo de Dios,

cuando Dios se amarga.

Amanecí

efímera, veloz como un martirio.

Sobre mi cruz

me hundí

a fuerza de pisadas

hasta perder

el humo.

Gloria Vergara, Como salir del cuerpo

Escondí a Tú. Lo encerré bajo llave en ese cajón a mi derecha: la situación lo amerita. A pesar de ello, le escucho recitar poemas barrocos, pasa de un verso a otro sin sentido de orden. Se encuentra desorientado, ha perdido ese pequeño lazo que lo ataba a su (ya más) decadente humanidad. Le compadezco.

Evidente es que el humano –aunque se trate de un humano de tal calaña como lo es Tú– vive de esperanzas. Siempre. De no ser así, nada en su mundo podría ser explicado, todos los acontecimientos serían imposibles y los posibles no tendrían valor de comparación. Tú es un ser de esperanzas y, aunque me cueste aceptarlo, también lo soy yo.

Ejemplifico:

Teníamos la esperanza, ilusos nosotros, de que en las elecciones federales del 2012 no triunfara quien hoy se encuentra en el poder, y quizá en lo profundo esperábamos que a última hora descendiera de los cielos un nuevo candidato a la presidencia, alguien que fuera mejor que los cuatro presidenciables. Sabemos que no sucedió.

Hago referencia a ello pues lo que en esta semana se ha vivido en el país de M., debido a todo el movimiento que el vecino del norte ha realizado, nos ha llevado a Tú y a mí a una serie de ‘posibles’, con todas las realidades paralelas que podemos imaginar si es que hace cinco años, las urnas hubieran arrojado otra respuesta. ¿Lo ha pensado usted?

Y hablando de esperanzas, los momentos de tensión vividos por grandes, pequeños, expertos e inexpertos en las cercanas elecciones del país vecino, indicaban que teníamos la esperanza, hasta el último minuto, de que sucediera igual: que el candidato “menos peor” obtuviera la presidencia. Luego, la esperanza se inclinaba a que las manifestaciones ciudadanas lograran revertir el resultado. También se dijo con inmensa esperanza que todas las promesas de campaña de Trump no serían más que mera demagogia, tal como nos han educado los tantos años de democracia en M.

Pero usted ya lo sabe: no fue así.

Tanta es la tensión, que las redes se han empapado de noticias sobre ese país al que le hemos prestado amigos, familiares, nuestra frágil economía. Se habla de consumir productos internos, de comprar el tomate y el aguacate rechazados por la frontera; de no adquirir vehículos de ciertas marcas –como si el precio de la gasolina diera para pensar en comprar un auto–. Mientras tanto, los economistas se encuentran en posturas dispersas, ya no sabemos qué es lo mejor para el país o para nuestras familias, y lo más importante: se avecina el próximo gasolinazo, que será la piedra de toque para el caos social.

O al menos, ese caos lo albergará Tú: ha encontrado la llave y ahora se escapa del cajón, temo a su acción. De él ya irradia el humo.