Eligió Después de Rita

…y entonces ella se me insinuó de una forma que podríamos adjetivar de descarada. Creo que estuvo a punto de proponérmelo abiertamente desde el principio. Si se contuvo un tiempo, fue porque me mostré reacio a seguirle el juego.

¿Cómo lo hizo?

Todo ocurrió de forma espontánea. Traía un plan preconcebido, sí, pero no lo llevó a la práctica.

¿Qué te hace pensar eso?

Verás, al principio se mostró indiferente, como si yo solo fuera una cara tras el mostrador, una cara que diez minutos después quería tener entre sus… Ya sabes…

Sí, pero tal vez eso también formaba parte del plan.

Ya. Bueno, yo me estoy limitando a contarte lo que sentí.

Claro, qué tonta soy…

Bien, lo cierto es que entró preguntando por un autor. Quería saber si tenía alguna novela suya.

¿Y…?

Consulté mis archivos y le dije que no, que no tenía ninguna obra de Mariano Veloy.

¿Es que no es bueno, acaso?

Mira, eso mismo me preguntó ella.

¿Y qué le respondiste tú?

Que no había leído nada suyo y que por lo tanto no podía juzgar. He de reconocer que me avergoncé al decirlo.

¿Por qué?

Porque un librero debe conocer a casi todos los autores. Aunque sea de oídas. Y como también soy escritor… Además, estamos hablando de un escritor sutil, y la sutileza me fascina, aunque no esté de moda. Por eso Veloy no es popular: demasiado sutil.

Quizá no desea ser popular

Es posible.

¿Qué deseas tú?

¿Yo?

Sí, como escritor. Elige: sutilidad o popularidad.

¿No me puedo quedar en medio?

¿En la vulgaridad?

¿Es que acaso no se puede ser sutil y popular?

No sé. Dímelo tú, que te pasas el día entre libros.

Depende de lo que entiendas por popular.

Zafón es popular.

Ya…

Pero sigamos con lo nuestro. Todavía no me has contado cómo se te insinuó.

Ah… Pues empezó con los ojos. Sí, sus ojos comenzaron de pronto a mirarme con más intensidad. Y brillaban, ¿sabes? Luego noté que sus movimientos se iban haciendo más y más felinos. Y su boca, sus labios…

¿Qué?

Se veían ansiosos, hambrientos, prestos para besar, morder, succionar…

¿Y qué hiciste tú?

Bueno, ya sabes que soy inseguro por naturaleza, de manera que pensé: si le sigo la corriente, acabaremos siendo amantes; si somos amantes, me exigirá amor; si no consigo satisfacerla, se enfadará. Y no me agradó mucho la perspectiva, no.

¿Porque has tenido malas experiencias?

Sí, debe de ser por eso que le he cogido miedo a las relaciones íntimas.

Pero si insistes, alguna vez te saldrá bien, ¿no?

Claro, se supone que terminas encontrando a alguien que te comprende y respeta.

Y que no le pide a la vida más de lo que hay.

Eso.

¿Y cómo siguió la cosa?

Pues eligió Después de Rita. Así que pedí dos.

¿Dos?

Sí, que no quería seguir siendo un ignorante de la obra de don Mariano.

¿Y la leíste?

Por supuesto.

¿Y te gustó?

Mucho. Muchísimo.

Me alegro. Continúa, continúa…

Sí… Entonces ella se apoyó de codos sobre el mostrador y me enseñó la parte superior de sus…

¿Pectorales?

Eso es. Recuerdo que en un momento estábamos muy juntos, casi pegados y…

¿Con el mostrador en medio?

Efectivamente, pero poco a poco nos habíamos volcado sobre él y sin darnos cuenta… Bueno, la verdad es que la temperatura había subido mucho.

¿Olía bien?

A mujer. Un aroma fresco, en todo caso. Fresco y embriagante al mismo tiempo.

¿Y no entró nadie en la librería?

No, y el encuentro estaba alcanzando su clímax.

¿Por qué lo piensas? Tal vez ella solo quería jugar.

Pues quien juega con fuego…

Se quema. ¿Se quemó?

Nos quemamos.

No, así no vale: has de contármelo detalladamente.

De acuerdo. Aguanté lo indecible, me resistí hasta el final, dejé que ella me provocara sin apenas inmutarme. De mis gestos, de mis palabras, se deducía que había aceptado el reto y que estaba jugando a mi manera. Como es natural, un hombre de mi edad ya no está para locuras y de ahí que no me abalanzara sobre ella.

¿Qué hiciste, pues?

Permitir que ella se exhibiera y exhibir a mi vez las cualidades que aún me quedan, aunque he de admitir que la tersura de su piel trigueña no tiene contrincante. ¿Que qué hice? Lo que mejor me sale: hablar y hablar. Y conseguí conquistarla.

Conseguiste conquistarla… Cómo sois los hombres… ¿No empezaste diciendo que ella se te insinuó?

S…sí.

Entonces fue ella la que te conquistó.

Bueno, sí, pero…

Además, ¿no es cierto que luego te confesó que era tu fan nº1?

Sí, sí, y yo le respondí que ya había leído Misery y que, por tanto, no me gustaba nada esa expresión. Seguidamente me reveló que se había desplazado desde Vitoria para conocerme con el firme propósito de hacerme suyo. Si no recuerdo mal, yo le pregunté que qué quería decir con eso, y ella replicó que deseaba dormir conmigo pero sin dormir.

¡Qué fuerte, eh!

Mucho, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de una chica inteligente y explosiva.

Una chica que, cuando te vio y habló contigo, no quedó decepcionada.

No, extrañamente no.

Extrañamente… Qué poco te valoras…

Mujer…

Hombre…

Me quedaré contigo hasta que pases a mejor vida, me susurraste.

Vas a desperdiciar tu juventud con un viejo, me respondiste tú, un tanto indignado.

Te quiero, dijiste.

Pues entonces procuraré no vivir demasiado, suspiraste. Fue entonces cuando salté por encima del mostrador y…