«En este apartamento en el que vivíamos con nuestra madre había un cuarto al lado del lavabo, que antes ocupaba un calentador —para dar cuenta del reducido espacio al que nos estamos refiriendo—, y allí pusimos una silla y una mesa diminuta, como si fuéramos un talibán trabajando en secreto. ¿Cuáles eran nuestras armas? Un alfabeto, un diccionario y las obras completas de Francis Ponge».
Empiezo esta reseña con un fragmento que es también un juego donde el narrador utiliza una primera persona del plural que solo al final queda justificada. Alfonso Barguñó termina así una obra colosal, un trabajo desmesurado donde la Literatura lo es todo.
El suscitador o los suscitadores, pues el autor se impregna con la esencia de Francis Ponge. La esencia de un artista que no quiere seguir reglas sino crearlas con la práctica. De un autor que quiere dar la palabra a aquello que no la tiene. De un literato que reclama la necesidad de una nueva retórica.
«Las hierbas silvestres, las malas hierbas, las malherbes del jardín son plantas rudas, que crecen sin necesidad de cuidados. No piden permiso a nadie, porque tienen el permiso del medio: la forma natural de hacerse brotar. Crecen a su propio riesgo. La decadencia de la civilización es su tierra de cultivo».
Con una precisión quirúrgica, el autor rescata a Ponge para este siglo. Considera que es la mejor forma de tomar partido. Reconoce de antemano que intentar transmitir lo que significa la figura moral de Francis es una empresa fracasada. A la vez, cree ser capaz de dar un registro de este fracaso. Y lo consigue con brillantez.
«Logras, no sé muy bien por qué vía misteriosa, hacer en el mismo momento lo que dices», le decía su editor en una carta. «Otra cosa, verdaderamente extraña, estaba ocurriendo, de repente, en la página. ¿Poesía? No. ¡Un caracol! ¿Prosa? Tampoco, debido a esa rara reptación de las palabras que cada vez se volvían más concretas que el mismo caracol. Tuve la impresión de una alucinación inversa», dijo Sollers sobre Los caracoles, el primer poema que leyó de Ponge.
Alfonso Barguñó lo da todo en un libro imprescindible. Esa es la impresión que ha dejado en mí. No conocía a Francis Ponge, no podemos conocer a todos los autores, y libros como este ponen las cosas en su sitio.
«Admito que no sé muy bien qué es la poesía pero, por el contrario, conozco bastante bien lo que es un higo». Con esta frase comienza Francis Ponge Cómo un higo de palabras y por qué. Un autor especial. Sin duda. Que ha encontrado a otro autor especial que lo revive para nosotros.
El suscitador es un ensayo rotundo, sin fisuras, hecho a la medida de Francis Ponge, una obra exquisita que cuenta con todos los elementos que la Literatura (con mayúscula inicial) requiere.