El universo no ha dejado de cautivarnos. Una de las preguntas que los astrónomos se han hecho durante bastante tiempo es: ¿qué pasa con las estrellas cuando mueren? Una investigación reciente de la Universidad de Manchester, Inglaterra, mostró que el 90% de las estrellas, al morir, se transforman en nebulosas planetarias. Aquel bello y espectacular anillo luminoso, que perdura por un espacio de diez mil años, es la evidencia de que ahí yacía una estrella.
Pero resulta que lo sublime del espacio, no ocurre lo mismo aquí en la tierra, sobre todo cuando de política se trata. Ya han pasado dos semanas del 1 de julio; durante esta época electoral Morena arrasó en todos los niveles de gobierno, provocado una serie de repercusiones que han afectado al resto de los partidos políticos que hoy son una mínima oposición.
Tanto el PRI como el PAN se han sentado a reflexionar sobre el rumbo que deben de tomar para los próximos tres y seis años. René Juárez Cisneros, quien dejó de ser el presidente nacional del PRI, afirmó que la derrota de su partido se debió a que sus representantes habían dejado de servir al pueblo para servirse del pueblo. Un genio, diría Meade. Porque no hay necesidad de hacer una radiografía al PRI para percatarse de ese detalle. El PAN no sólo está buscando reestructurarse sino que, además, tiene que lidiar con sus conflictos internos heredados tras la funesta campaña de Anaya.
Pero el PRD fue el partido que más sufrió. Tal como AMLO lo advirtió, el Sol Azteca se quedó con el puro cascarón; lograron mantener su registro por un margen mínimo; perdieron sus antiguos bastiones, sobre todo a la ciudad de México. El sol colapsaba: miles de militantes perredistas rompieron filas para irse con Morena; la ruptura entre sus dirigentes siguió causando daños al interior de su partido, un problema que Barrales no supo ni pudo resolver.
Aunque Manuel Granados, dirigente del PRD, dijo que habrá un cambio generacional para que el partido se adaptara a las nuevas necesidades nacionales y, además, establecer una mayor paridad de género al interior del Sol Azteca, buscando una rápida una reestructuración para formar una oposición, el ambiente interno es desalentador. Por más que la vieja guardia perredista intenta verse optimista, como Jesús Zambrano quien dijo que el tsunami obradorista no hundió al PRD, el panorama para el próximo año no auguran para algo positivo.
El PRD fue la izquierda mexicana que nunca pudo concretarse o mejor dicho, fue otro partido oligarca donde las grandes movilizaciones sociales impulsaron a un puñado de hombres en quienes vieron la posibilidad del fin de un Estado opresor. Pero los dirigentes, una vez que ocuparon cargos públicos, le dieron la espalda al pueblo que los apoyó.
Hoy, aquel sol que tanto prometió en su momento, aquel que sacaría de la obscuridad al pueblo y realzaría las reivindicaciones sociales; ese sol que figuraba como un nuevo despertar, no sólo está eclipsado, se está apagando. Pero a diferencia de las grandes estrellas que se encuentran a lo largo y ancho del universo, el Sol Azteca no figura para dejar una nebulosa planetaria es decir, no ha dejado una huella latente o una pauta para seguir. Se convirtió en aquello a lo que se oponía y eso se debió, en gran medida, a que en lugar de ser un sol que iluminara al pueblo y a sus luchas, resultó ser una simple bombilla que al fundirse se debe reemplazar por una nueva; una bombilla cuya duración es efímera.