El Ogro Filantrópico ha regresado

Publicado en la revista Vuelta 21, en agosto de 1978, apareció por primera vez “El ogro filantrópico”, el ensayo que retrataría a un Estado benevolente, solidario pero oscuro, frio y malvado. Octavio Paz fue el encargado de desenmascarar a un Estado totalitarista, que censuraba y violentaba los derechos humanos pero, que a su vez, ofrecía sus brazos como el único refugio.

Decía Paz que, en tiempo de elecciones, el ogro filantrópico se ponía sus mejores prendas, embellecía sus palabras y salía a coquetearle al ciudadano, todo esto con el fin de preservar el poder mediante la elección popular.

A casi ya cuarenta años de la publicación de tan excelente ensayo, vale la pena repensar los escenarios políticos, los actores involucrados en la toma de decisiones y aún más importante, la postura de los ciudadanos frente a un Estado superado por la sociedad.

En nuestro país existen más del cincuenta por ciento de familias en situación de pobreza, además, es la riqueza del país la que se concentra en por lo menos, un uno por ciento de las familias más poderosas de la nación y frente a esto, la corrupción, el populismo y la demagogia se asoman por las ventanas de este hogar al que llamamos oportunismo electoral.

Octavio Paz retrató al Estado como un ogro perverso, hipócrita y engañoso, pero es nuestro deber traducirlo y señalar que hoy, los precandidatos a la  presidencia de la república, con sus propuestas, sus discursos, estrategias y maquinaria, se han convertido en el nuevo ogro filantrópico.

¿Es culpa de los candidatos priistas que, gran parte de la población tenga la necesidad de comer? Tal vez. ¿Es culpa de Andrés Manuel prometer un paraíso sin corrupción y pobreza, en un país corrupto y pobre? Tal vez. Podemos aceptar que nuestro país está pasando por momentos históricos muy importantes: un terremoto, exgobernadores prófugos, violencia, opulencia y nepotismo.

Lamentablemente para muchos y para fortuna de pocos, el ogro filantrópico sigue más vivo que cuando lo intentaron matar con una alternancia ficticia.

El ogro filantrópico vive en aquellos precandidatos que proporcionan incentivos o regalos, en aquellos candidatos que utilizan tarjetas de bonificación en tiendas comerciales, compañías telefónicas e incluso, tarjetas que prometen pagarte por el hecho de ser madre de familia. Estas tarjetas no son otra cosa más que una estrategia para conservar la legitimad del electorado más fuerte con las bases más fieles.

Existen también precandidatos de papel, se la pasan recorriendo los municipios del país hablando y prometiendo, ellos prometen un paraíso pleno en donde la corrupción, la violencia, la inseguridad, el desempleo y la falta de oportunidades se terminaran en cuestión de una sola administración.

Curioso es que, estos precandidatos tienen una peso legitimo en la sociedad maravilloso, el suficiente como para iniciar una revolución o, impedirla.

El papel de los ciudadanos no es otro más que identificar quienes son esos ogros filantrópicos que hoy muestran sus mejores máscaras y, denunciarlos. Denunciarlos ante la sociedad para ser llamados como lo que son, oportunistas. Oportunistas que abusan de una posición política o recurso privado para convertirse en los portavoces del pueblo mexicano.

Estamos en tiempo electoral, en la jornada más importante en la historia de nuestro país. Nos enfrentaremos a un ataque masivo de publicidad y artefactos engañosos que intentaran pervertirnos para votar por “x” candidato porque es el mejor, el humilde, el preparado o que se yo.

Ciudadano, lee. No seas una víctima atrapada en este pantano de la política en donde el único dueño es ese ogro que además de ser malvado, es amigo del gran dinosaurio. Ese dinosaurio viejo y cansado que ha recurrido al llamado de semejante para salvarlo en este, el que pareciera, su último respiro.

Cierta fue aquella legendaria y emblemática frase del político Diego Fernández de Cevallos, cuando dijo que no se debería utilizar a los pobres como botín político, que, solo un sin vergüenza lo haría.

Entonces, dejemos de aceptar las tarjetas de regalo, rechacemos esos discursos a modo y exijamos propuestas y candidatos reales que se acomoden a la realidad de nuestro país, porque si algo “hemos resolvido” en los últimos años, es que, una parte del electorado tiene precio, el ogro los cheques y el dinosaurio los firma.