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Desde el 2012, el PRD ha comenzado a sucumbir en un infausto porvenir. La derrota en las elecciones presidenciales tuvo un fenómeno poco esperado, aunque lógico. La desintegración paulatina del partido se aceleró como consecuencia de la separación de Andrés Manuel del Sol Azteca. Y aquí es donde entra la lógica.
López Obrador, desde el 2006, comenzó a reforzar la fuerza de su figura, poco a poco el PRD no se entendía sin Andrés Manuel, cayendo en una dependencia de autoridad. López Obrador usaba al PRD como instrumento político para impulsar a su campaña, o mejor dicho, su figura, mientras que el Sol Azteca utilizaba la imagen de Andrés Manuel para obtener cierta unidad.
Esta situación es innegable, de lo contrario cómo podríamos explicarnos que tras la derrota en el 2012 el PRD perdió más cuando López Obrador salió del partido mientras que él salió con una mayor fuerza política. En el 2012, ¿quién fue el verdadero perdedor? En definitiva, el PRD; no sólo perdió las elección, perdió toda unión al interior del partido.
En el interior del PRD se echan mutuamente la bolita de lo que está pasando; el partido se fracciona y no hay nadie quien detengan este progresivo rompimiento que augura a una desaparición del partido del Sol Azteca. Resulta los problemas del PRD es culpa de todos pero no hay nadie que quiera ser responsable. Porque ya no hay un líder a quien seguir.
Pobre del Dr. Agustín Basave, iluso e inocente al creer que podría tomar la figura mesiánica de Andrés Manuel; ni hablemos de Cuauhtémoc Cárdenas, ya sin suficiente fuerza como para reunificar a su partido. Basave, en medio de sus ruegos por recuperar la unidad interna, se cansó, no pudo con el trabajo; la oposición interna, algunos señalando a Jesús Ortega como dirigente de esta oposición, obligó a que Agustín Basave renunciara en menos de un año.
La actual presidenta del Sol Azteca, Alejandra Barrales, mostró con preocupación la situación por la que su partido ha estado transitando; en medio de un limbo político donde no saben qué les deparará el futuro, siendo muy incierto para ellos como consecuencia de la pugna interna que ha cobrado factura al exterior. Y es cierto, como partido tienen mucho de qué alarmarse.
La Ciudad de México, bastión perredista, comenzó a ser amenazado con presteza por un viejo conocido ahora convertido en partido político, AMLO-Morena (por más que lo niegue, Morena es un partido creado en la persona de Andrés Manuel para su persona y la de su parentela; de lo contrario, por favor, explíquenme cómo él puede romper con los estatutos de Morena).
Y no sólo la fuerza del PRD se comenzó a agotar de la Ciudad de México, en las elecciones a gobernador del año 2016, el PRD tuvo que ir en alianza con el PAN… ¿Derecha e “Izquierda” juntas? ¡Pero qué revoltijo! Pero esta alianza tan absurda se debe a la fortaleza del PAN y a la debilidad del Sol Azteca quien por desesperación acude a alianzas tan contradictorias.
La continua debilidad del PRD ha hecho que las puertas estén abiertas para que otros partidarios abandonen al Sol Azteca y acudan al partido de López Obrador, quien con gran gusto les recibe dándoles el perdón por sus “pecados”. Más perdonados son los priístas arrepentidos, porque de ellos el reino de Andrés Manuel.
El PRD muestra un enorme grado de agotamiento, sus innumerables fracturas no permiten una cohesión tan añorada por sus distintos presidentes; este año 2017 augura que la alianza PAN-PRD continué de una manera u otra lacerando más y más la poca integridad que le queda al Sol Azteca; el 2018 ya se ve perdido para este partido, no hay un dirigente capaz de unificar a todas las facciones o “tribus” de esta debilitada izquierda, menos aún tienen alguna figura que pudiera servir de contrapeso rumbo al 2018, no tienen candidatos de la altura requerida. El barco se hunde y nadie quiere permanecer en él.
Por ello, en realidad, no es extraño que el entonces coordinador del PRD en el Senado, Miguel Barbosa, haya expresado su apoyo hacia López Obrador, ¿por qué? La razón vuelve a marcar la ausencia de un verdadero líder perredista. Otra debilidad que se muestra es la cuestión de que si el PRD apoyará a Andrés Manuel en las elecciones del 2018, de hacerlo se estarían dando la última estocada que definiría su entierro político.
Alejandra Barrales tiene una labor que tiene que realizar con sumo cuidado, el momento por el cual está pasando el PRD requiere de la energía y fuerza no sólo de su presidenta, sino de todos los perredistas; tienen poco tiempo para remediar sus problemas internos y fortalecer a más de una figura para que los saque de ese lastre político, de lo contrario sólo les quedará sentarse a ver el ocaso del sol.