El método Salvador

El actual método de adjudicación de apellidos nos vulgariza gradualmente. Los apellidos más comunes proliferan a costa de los singulares, que van desapareciendo. Lo que abunda siempre se reproduce con más facilidad, incluso puede convertirse en plaga.

Sin duda, esta sociedad nuestra, que no va sobrada de sentido común, parece estar del lado de todas las plagas.

Sigamos. Lo primero: me parece machista que el apellido del padre tenga preferencia. Aclarado este punto, lo más sensato sería asignar los apellidos más raros. A fin de cuentas, los apellidos nos identifican, y no veo lógico que se asignen sin ton ni son, pues si los nombres se repiten, la identificación se diluye.

Imaginemos a dos progenitores. Pongamos, por ejemplo, a los míos como referencia. Salvador Pérez Barona y Josefa López Burguet. El resultado: Salvador Pérez López. Si se hubiera aplicado mi sistema, el resultado sería: Salvador Barona Burguet, y no creo que haya muchas personas con este nombre, mientras que sí abundan los llamados Salvador Pérez López.

He puesto Barona Burguet porque no sé cuál de los dos es el menos común. El primero sería, como es natural, el más raro, sin importar si viene del padre o de la madre. Yo ya llego tarde, desde luego, pero aquí lo dejo escrito para que quede constancia de mi protesta.

En cualquier caso, al pueblo (con minúscula inicial [todavía no se ha ganado la mayúscula {inicial}]) le gusta la vulgaridad. Solo hay que pensar en la repetición de los nombres de pila. Es por eso que últimamente ando bautizando a mis personajes con nombres especiales.

Bloss, Dedé, Nené, Églex, Ekly, Fluxy, Zalt, Kest, Fánot, Cleeb, Clebot, Nat, Anut y muchos más. También el grupo musical que me cobija tiene un nombre singular: Prolýmbux. Y bueno, como me bautizaron mal, he intentado remediarlo con mi nombre artístico: PL Salvador (desde ahora sin puntos tras las iniciales [pero con un blanco de separación {por el momento}]).

A veces pienso en cambiarme el nombre. Pero es un lío. Gordo. Lo sé por experiencia. Mi mujer, cuando era belga, solo tenía un apellido. Ahora, como es española, tiene dos. Y de vez en cuando surgen problemas. No, no tengo ganas de líos. Además, ¿qué es un nombre? Casi nada. Una identificación. Una simple identificación.

Una identificación susceptible de mejora.

Mira, me he quitado un peso de encima. Hace mucho que lo concebí y ya era hora de darle salida. Tú pensarás que mi sistema jamás se llevará a efecto, pero te vas a quedar con las ganas de saberlo, pues si se adopta, no será en este siglo. Tal vez en el próximo. «El Método de Adjudicación de Apellidos Salvador», nunca mejor dicho.

Vale.