El diario down (Francisco Rodríguez Criado)

El diario down sabe a confesión, a ensayo, a testimonio, a autocrítica. Sabe a rebeldía y también a reflexión. El diario down sabe a sinceridad, a desesperación, y, sobre todo, a literatura.

«Y así, embargado por una felicidad inexplicable para los demás e inexplicable para mí mismo, saco pecho y me digo: Si tiene que llover, que llueva a cántaros».

Francisco Rodríguez Criado encuentra el tono exacto para hablarnos de su experiencia down. El texto es contundente, preciso, certero. El texto es ágil, directo, natural. Con su justa medida de ironía.

Parafraseando a Serrat, decir Literatura es decir arte. Decir Literatura es decir ingenio, prosa espontánea y sutil, es decir mucho diciendo poco, romper la cuerda de lo esperado, y saber qué no hay que decir.

«El amor es una disciplina que hay que trabajar y perfeccionar día a día. Esto quizá rompa un poco el mito del amor connatural, salvaje, indomesticable que brota del alma (“se ama o no se ama”). Pero por otra parte no deja de ser una buena noticia: la posibilidad de aprender a amar nos abre las puertas a un mundo mejor y en última instancia nos permite aprender a ser mejores personas, mejores padres».

Aunque El diario down es el testimonio de un padre, un documento que probablemente contiene poca o ninguna ficción, Francisco Rodríguez Criado ha conseguido convertirlo en arte sin dar las espaldas a lo comercial. 

Supongo que los que buscamos ese arte en los libros, lo detectamos ya en las primeras páginas. Tiene que haber una voz, por supuesto. La sintaxis ha de ser deliciosa. Y no puede faltar la originalidad.

«Yo he sido, digo, una de esas personas a quienes les cuesta identificar su suerte. Al menos me consuela saber que antes o después acabo por hacerlo. Cierto que he protagonizado demasiados capítulos oscuros —que no voy a listar ahora—, pero es igualmente cierto que sin esos capítulos oscuros —enriquecedores, a fin de cuentas— los otros capítulos, los luminosos, no resplandecerían tanto».

Flota en esta historia una resignación que me ha parecido épica. También la franqueza del autor es heroica. La cotidianidad es a veces más gloriosa que cualquier leyenda. Y, en cualquier caso, más humana.

El diario down no es solo el diario de un padre. Es el diario de un escritor que necesita vaciarse para poder respirar. Es el diario de un creador que debe dejar de crear para criar. Es el diario de un literato que se vuelca en su hijo.

«Ahora que nadie me ve quiero darle un beso a Francisco y ladrarle bajito (otro momento sublime, el más sublime de todos) que él no se parece a ningún mastín y que me encanta su cromosoma de más. Pero eso él ya lo sabe».