No fue sino hasta la realización de exposiciones y salones en el siglo XVIII cuando la efigie del crítico de arte comenzó a edificarse, el crítico solía ser contemporáneo del artista y reflexionaba sobre el arte de su época.
El origen del crítico de arte comenzó en el periodo Paleolítico con la expresión oral que evolucionó en pictórica, al remontarse 40 mil años atrás.
Definida por Wikipedia la crítica de arte es “un género, entre literario y académico e incluso periodístico, que hace una valoración estética sobre las obras de arte, artistas o exposiciones, en principio de forma personal y subjetiva, pero basándose en la Historia del arte y sus múltiples disciplinas (por ejemplo sociología, antropología, arqueología, etc.), valorando el arte según su contexto o evolución, la expresión del juicio de valor debe permanecer imparcial, honesta e intelectual, por las características genuinas que debe reunir el crítico con la finalidad de divulgar y/o difundir una obra artística”.
En esa tónica, es necesario que el profesional al ejercer su papel se ha encargado de explicar, analizar, evaluar, identificar y juzgar las cualidades, categorías estéticas, concepto, creatividad y destreza en la ejecución de la obra o evento artístico de la actualidad.
Con su trabajo, el crítico se convierte en mediador, un puente entre el espectador y el objeto que acorta la distancia entre ambos y se fundamenta en una evaluación previa y de discurso. “La crítica debe ser entendida como el arte de informar, interpretar y sobre todo valorar una obra artística”, resume Vallejo Mejía.
Con base en diversos argumentos, el crítico escribe sobre el trabajo del artista, por lo que el papel educativo-informante es esencial en el texto, asimismo la influencia de su opinión debe construirse con cautela dado que la argumentación se respalda per se mediante el análisis que se realizó con anterioridad.
Para el psicólogo y psiquiatra, Carl Gustav Jung, se trata de examinar la esencia de la obra de arte al proponer que el acto creativo –realización- es consciente pero el proceso de creación –pensamiento- es inconsciente, por lo que Jung afirmó que el artista parte de una intención y a lo largo del proceso creativo, la obra crece al entrelazar la realización con el pensamiento por lo que el artista nunca puede ser el mejor intérprete de su obra; la contemplación es necesaria a través del distanciamiento personal.
Hasta aquí la pregunta continúa en el aire: ¿el arte precisa de un crítico que sustente su valor? Sí y no. No, porque como espectador es posible sustentar el valor de la obra por sus cualidades estéticas y expresivas así como por predilección y perspectiva particular, independientemente si se posee conocimiento sobre el producto-obra; sí, porque el profesional investiga, argumenta e interpreta con base en experiencias y estudios previos, posee autoridad en torno al tema, sus discursos carecen de superficialidad y revaloran el papel de la obra, no sólo al autor en el tiempo en el que se desenvuelve.
Por ello, el papel del crítico en la actualidad se torna fundamental, incluso, algunos se vuelven sostén económico y de prestigio para muchos artistas, necesarios para su existencia y permanencia.
Prueba de ello es la presencia del crítico estadounidense Clement Greenberg, quien con su apoyo y notables influencias logró impulsar el reconocimiento de Jackson Pollock que en otras circunstancias hubiera sido menos valorado.
Otro ejemplo para ilustrar es Jean-Michel Basquiat, artista notablemente reconocido en las últimas décadas que corrió con la suerte de obtener reconocimiento de la crítica especializada, a lo que el crítico australiano Robert Hughes concluye que el joven neoyorkino tiene talento, pero nada fuera de lo común.