El bien y el mal

En el 2007, cuando iba en la secundaria, compraba junto con dos amigos (Angélica y Alfredo) una revista dedicada al manga y el anime que ahora es casi una leyenda entre los que alguna vez fuimos otakus: Conexión Manga. Dejando de lado mi confesión friki, en aquel tiempo en que los celulares con acceso a internet eran una novedad y no todos tenían uno, las revistas físicas eran una opción segura. En uno de los números, ya no recuerdo cuál porque los perdí hace mucho, venía una reseña sobre Pluto, el más reciente (en aquel momento) trabajo de Naoki Urasawa –creador de Monster, de 20th Century Boys y de Pineapple Army-, donde adaptaba uno de los arcos narrativos de Astroboy a un formato adulto, con intenciones más serias.

La idea me atrapó desde entonces: un detective de nombre Gesicht comienza a investigar los asesinatos de los robots más desarrollados; su indagación lo llevan a relacionar las muertes con una guerra acaecida varios años antes y con un proyecto secreto que pretendía crear el robot más perfecto del mundo. En su camino se encuentra con Atom (alter ego de Astroboy) con quien entabla una amistad y a quien pide ayuda para resolver el caso.

A raíz de la popularidad que había tenido Monster por aquello años, pensé que la adaptación no tardaría en llegar, más aún por la calidad de la historia y el renombre de Urasawa; sin embargo, tuvieron que pasar casi dos décadas para que los fans obtuviéramos una versión nada menos que de la mano de Netflix.

Debo admitirlo, desde que salió el primer tráiler estuve emocionado. Cuando al fin pude ver la serie, resultó ser mejor de lo que esperaba. La adaptación es fiel al material original, así como al diseño de personajes; además, mantiene el interés de Urasawa por mostrar una historia donde se cuestionen los límites de la conciencia, los avances tecnológicos y las secuelas de los conflictos armados.

Vale la pena ver Pluto con el precedente del trabajo de su autor, pues indaga en cómo el cuestionamiento de los límites entre el bien y el mal, así cómo la construcción de personajes complejos, fuera de los estereotipos a veces planos del anime, adquiere sentido en su narrativa y se convierte en una constante que pretende poner sobre la mesa los claroscuros de lo humano. En esta cuestión crítica, me parece, es donde se encuentra el valor de la serie.