El barco de la muerte

“Los humanos deben estar controlados. No pueden volar como insectos por el mundo al que fueron lanzados sin su consentimiento. Debe controlárseles por medio de pasaportes, huellas digitales y restricciones. (…) La burocracia se ha establecido, ha llegado a ser el grande y todopoderoso dirigente del mundo. Se ha establecido para someter a los humanos a una disciplina, convirtiéndolos en cifras del Estado”.

B. Traven.

 

Publicada en el año de 1926, y traducida al inglés en 1934, la novela: El Barco de la Muerte, de Bruno Traven, describe, detalla y critica, el tenso ambiente burocrático-migratorio posterior a la Primera Guerra Mundial.

Definida como una obra de corte Anarquista, el barco de la muerte muestra a manera de aventura y escarceo un mundo plagado de nacionalismo exacerbado, dominado por  un autoritarismo burocrático, por un recelo, sospecha y desconfianza hacia lo extranjero, y un desempeño y desarrollo económico infestado de abuso laboral.

El protagonista de la novela de Traven, un marinero que por infortunios pierde sus documentos de identificación personal en un puerto extranjero, se convierte en un indocumentado, que de facto se encuentra en situación de no poder regresar a su nación por ningún medio posible, no puede pedir ayuda a ningún consulado por ser un desconocido del sistema y no puede cruzar ninguna frontera por ser un ilegal, sin sus documentos carece de personalidad, identidad y más aun carece de toda existencia, subsistencia, presencia y realidad  administrativa.

De manera análoga y semejante a las fabulas Kafkianas,  el marinero de Traven, es un ser al que se ha deshumanizado, desmembrado y despersonificado. la condición necesaria para ser tratado como humano es poseer primero documentos de identificación, filiación, inscripción, con  definición exacta de padrón, procedencia, perfil social, religioso e ideológico.

El marinero de Traven, esta embutido y sobrepasado por un mundo cerrado y ensimismado, un mundo bloqueado, clausurado, sellado y lacrado por muros, fronteras y aduanas. Ante tal hermetismo burocrático, el marinero de Traven, es un foráneo trashumante del mundo, un forastero sin tierra natal, un intruso y extraño a cualquier nación y un extranjero que carece de toda posibilidad de reconocimiento como compatriota. Vagabundo o errante, indeseable a la mirada e inspección de todos.

La única salida para el protagonista de la novela de Traven, es enlistarse en un barco de la muerte; el Yorikke un  barco destinado a ser hundido para obtener el cobro del seguro.

En la actualidad, las políticas y practicas migratorias no han cambiado. Donald Trump firmó la semana pasada, el decreto que suspende la acogida de refugiados musulmanes durante 120 días, para organizar un nuevo sistema de verificación de visas y pasaportes, de tal forma se suspende el ingreso de viajeros procedentes de países de mayoría musulmana como; Irán, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen por 90 días.

De manera irreal solo se daría asilo y acceso a refugiados cristianos que sufran de persecución religiosa en países musulmanes.

El decreto afectó incluso a aquellos inmigrantes de los países señalados cuando se encontraban en pleno vuelo hacia territorio estadounidense, por lo cual empezaron a ser detenidos en los puertos de ingreso al país después de su aterrizaje.

Es curioso recordar que en febrero de 1881 el senador republicano de California John f. Miller presentó una propuesta de ley al congreso para suspender la inmigración china durante veinte años a Estados unidos. La propuesta fue aceptada por el congreso pero rechazada por el presidente Chester Arthur.

Horace Page, también senador californiano, reformuló la propuesta a diez años de exclusión para los chinos y  esta propuesta fue aceptada por el congreso y el presidente el 6 de Mayo de 1882, esta sería la primera ley en contra de un grupo étnico a pesar de que las leyes de discriminación habían sido ya señaladas como inconstitucionales por la Declaración de Derechos Civiles Norteamericana en 1870.

A pesar del constante trabajo y esfuerzo de asociaciones activistas, el aparente y parcial bloqueo de la ley migratoria por parte de un juez federal,  la Casa Blanca informa que todo aquel que tiene Green Card  (documento de residencia permanente en Estados Unidos) y se encuentran en el extranjero «deberían ir al consulado estadounidense» para obtener un documento que confirme que pueden volver a los Estados Unidos, y  que los que están en Estados Unidos pero quieran viajar al extranjero deberán pedir primero la autorización a un responsable consular.

El norteamericano promedio se convierte poco a poco en un extranjero de su propia nación, embutido y sobrepasado por un mundo cerrado y ensimismado, un mundo bloqueado, clausurado, sellado y lacrado por muros, fronteras y aduanas, construyendo con su aislamiento y Nación un Barco de la Muerte, destinado a ser hundido para cobrar el seguro.