El amor literario de Harold Bloom

Conocido principalmente por su alineación a las instituciones de lo canónico y  por su idolatría a la figura de Shakespeare, Anatomía de la influencia (Taurus, 2011) ofrece un acercamiento poco explorado a lo mejor del pensamiento de Harold Bloom. Lejos del polemista que edifica su labor literaria a través de la figura que dicta la arquitectura occidental, aquí hay una descripción detallada de su método de lectura que se ancla en la biografía literaria. Es este, me parece, el mayor acierto del libro, guiar la lectura de un Whitman, un Milton o un Leopardi a partir de una construcción centrada en el núcleo que habita todo gran escritor: la vida como literatura o la literatura como vida.   

Habida cuenta de lo dicho, uno halla un baluarte en este libro no por la figura del crítico estadounidense, sino por su mirada hacia los autores centrales de la tradición literaria. Anatomía de la influencia se toma su tiempo, entre sus más de cuatrocientas páginas, para detallar agudas observaciones y relaciones no sólo entre los autores, sino entre los textos mismos, estableciendo así una laberinto de resonancias donde la vitalidad de un poema como De rerum natura de Lucrecio reverbera en los poemas más inquietantes de Leopardi. Mecanismo que se repite, esta vez en el teatro, desde los personajes más emblemáticos de Shakespeare y Milton. Bloom se arma de sugerencias tan audaces, en sus mejores momentos del libro, cuando arte y vida se reformulan la una a la otra. De tal manera, por ejemplo, Hamlet y Satán figuran como exploraciones de la conciencia que se impulsan como verdaderos maestros del arte poético. 

Lo mismo sucede con ciertos tropos, intuiciones o imágenes que son reelaborados y continuados en una línea de sucesión que ilumina a fondo la comprensión de los textos. Allí reside lo mejor de sus lecturas alrededor de Whitman, Shelley, Stevens o Crane. En unos de los últimos apartados del libro, esta afluencia de conexiones llega a tocar a los poetas consagrados de la tradición en habla inglesa contemporánea: se trata de una verdadera invitación a recalar en lo mejor de John Ashbery, A.R. Ammons o Mark Strand. 

En paralelo, aquí y allá asoman referencias y lecturas contrastantes a la de los autores, el conocimiento de Bloom respecto de la crítica literaria, sus acercamientos a Freud, su mirada constante alrededor de la tradición judía o su manejo de los núcleos más duros alrededor de Epicuro, Nietzsche o Kierkegaard son innegables. Con estas armas el libro consolida un impulso, tan erudito como apasionado, por habitar los poemas y las obras más influyentes de la tradición literaria en Occidente.  

Con la traducción de Damiá Alou (filólogo, traductor y crítico conocedor de la tradición inglesa) el sello editorial Taurus ofrece un libro imperdible para conocer a uno de los mayores críticos del siglo XX, pero también, uno de los testimonios más relevantes de la fidelidad literaria a los escritores y textos canónicos capaz de dialogar con nuestra constelación literaria más personal. Consciente o no, más allá de defender un canon, Bloon nos invita con este texto a conformar nuestra propia biblioteca personal desde nuestras obsesiones e intuiciones más intraducibles, y por lo tanto, más íntimas. 

La finalidad de Bloom con este libro es contagiar su amor, el amor literario que le fue heredado por sus poetas y críticos más amados: Hart Crane, Wallace Stevens, William Shakespeare, por un lado, Samuel Johnson y Walter Pater, por el otro. El eros aquí es un impulso que mantiene despierta a la conciencia mientras la ensancha, o dicho de otro modo, lo que el libro rebusca una y otra vez, es mantener viva la incandescencia del eros literario.