El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin

Alessandro Baricco da forma a lo que, si no es apodíctico, debería serlo. Sus acuminados ensayos son ecuménicos, y muy necesarios en estos tiempos de mistificación. 

«El hecho es que al mundo de la música culta le ha faltado desde siempre la posibilidad de imaginar la modernidad como placer. Se le ha enseñado a temerla. Nunca a desearla. No por casualidad la música culta que debería ser expresión de la modernidad, la música contemporánea, es una música que cercena emociones y placer con sistemática severidad». 

La praxis, sin embargo, es otra cosa. La praxis es, tout court, algo que no se sabe muy bien de qué depende. En este intonso mundillo nuestro, la hermenéutica no está precisamente en las mejores manos. 

«Dicho en términos de síntesis, la música contemporánea es un lujo: el mundo de la música culta lo mantiene en pie porque encuentra en él la coartada de una aparente participación en el presente. Pero a la sombra de esa coartada, a la sombra de esa música que no ama, no entiende y no conoce, sigue cultivando sus propios sueños de satisfecho tradicionalismo».

Saltan los tasquiles artísticos en El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin cuando Baricco golpea en el sitio preciso. Ya en el íncipit intuimos lo este viaje literario nos puede deparar. 

«La música contemporánea es el fastidioso precio con el que se compra en el presente el salvoconducto para el pasado. Puesto que el viaje no tiene sentido y el precio es cada vez más alto, ¿por qué no se levanta alguien y pide amablemente que se acabe con ello de una vez por todas?». 

Reencontrarse con Alessandro es pura anagnórisis exenta, además, de cualquier tipo de tautología. Baricco se levanta y, con voz firme, pide amablemente que se acabe con lo que no tiene sentido.

«Lo bueno de la música contemporánea es que, se quiera o no, no tiene un público. Ni siquiera el terrorismo cultural de los años sesenta y setenta consiguió encauzar hacia ella auténticas pasiones».

Decía Hegel que la música debe elevar el alma por encima de sí misma, debe hacer que se engrandezca por encima de su sujeto y crear una región donde, libre de toda ansiedad, pueda refugiarse sin obstáculos en el puro sentimiento de sí misma. 

«Dicho de la manera más sencilla posible, a costa de parecer más provocadores de lo debido: la Música Nueva ha seguido durante años combatiendo una batalla terminada desde hacía tiempo».  

Por otro lado, según un estudio de la Universidad de Madison (Wisconsin), la producción de leche de las vacas que escuchan música sinfónica aumenta un 7,5 por ciento.