El adiós

La pérdida es un tema esencial en muchas historias. Desde los amantes que se despiden en Casablanca con “siempre nos quedará París”, hasta Lucien de Rubempré y la fuga de su inocencia, la ausencia es clara. Si la llegada de una entidad externa desestabiliza el statu quo, como en Arrival o en Teorema, la desaparición también juega un papel importante en otras ficciones. 

Mi amigo Robot, película animada de Pablo Berger, realiza un ensayo en donde la aparente sencillez de la animación es solo uno de los elementos que contribuyen a una propuesta sensible sobre la amistad.

Perro vive en una ciudad enorme, con muchos animales, una especie de Nueva York zoológico. Tiene una rutina que lo deja insatisfecho porque se encuentra solo. Un día decide comprar un robot para que sea su amigo. Salen juntos, se divierten, pasan el tiempo. Sin embargo, cuando visitan la playa ocurre un problema. Robot se oxida y no puede moverse. Perro intenta llevarlo consigo pero es demasiado pesado. Así que decide volver por él en otro momento.

A partir de este punto, la película es que plantea el problema de la separación y de la pérdida. Como no se pueden encontrar, ambos protagonistas comparten el deseo de buscarse uno al otro, la distancia entre ellos crece, al mismo tiempo que construyen en su interior una felicidad levantada sobre el recuerdo.

La película funciona, más allá de otras propuestas similares, por dos razones. Primero, la trama se desarrolla siempre en torno a una búsqueda imposible. Los sueños, los fondos, las acciones contribuyen a crear expectativas que van en aumento hacia un instante que parece no llegar. Segundo, no hay diálogos, por lo que el peso de las emociones se encuentra en la música y en las acciones de los personajes: la conjunción entre ambos aspectos consigue un ambiente de expectativa aparente. Una falsa esperanza que, sumada a la expectativa (aunque parecen lo mismo, no lo son), preparan al espectador para el final. No lo escribiré como sí lo he hecho en otras ocasiones, porque me parece que una parte de la fuerza que alcanza la película es resultado del desconocimiento sobre el futuro de los protagonistas.

Vale la pena reflexionar sobre la pérdida para desestabilizar la idea abrumadora del “para siempre”.