Duna (Germán Martín Rais)

Los que suelen leer mis reseñas, saben que valoro más el cómo que el qué. Cuéntame lo que quieras, pero cuéntamelo como nadie me lo ha contado. Y sin embargo. Duna es un qué de principio a fin. Germán Martín Rais no tiene un estilo especial. Y sin embargo. Qué bien cuenta su qué.

«El sueño se fue posando suavemente sobre sus párpados para no interrumpir las imágenes y los recuerdos que tanto le alejaban de la soledad que a menudo le había acompañado, recuerdos que comenzaban siempre con el primer viaje al Sáhara…».

Duna nos habla de una inocencia que jamás deberíamos perder. Duna es un canto a la paz. Duna no es una obra maestra. Duna sí es una obra imprescindible. Duna es un grito en el desierto, un grito callado, un grito que no grita, un grito que susurra verdades y abre almas.

«El rostro de Nama permaneció inalterable pero en sus ojos se reflejó el sonoro romper de las olas, la espuma blanca de las crestas y el profundo sentimiento del agua. Todo era magia. Pero tal vez para Nama lo más mágico era haber llegado a las costas atlánticas de su tierra. Aquella tierra prometida que palpita en cientos de miles de corazones saharauis. Aquella tierra que un día volverían a pisar en libertad».

Germán Martín Rais escribe con corrección. Germán Martín Rais escribe con el corazón en la mano. Germán Martín Rais ha encontrado el tono perfecto para hablarnos de la verdad que todos llevamos dentro. Germán Martín Rais ha escrito un libro que debería leer todo el mundo.

«Madrid recibió a los saharauis con los brazos abiertos, y les brindó la mayor y más entusiasta acogida de cuantos lugares habían recorrido. ¡Qué ironía! De allí salieron las órdenes de abandonar el Sáhara a su suerte, y precisamente allí es donde el sentimiento de hermandad con el pueblo saharaui tuvo su mayor eco».

Casi cuatrocientas páginas. Y no me he saltado ni una sola línea. La historia se lee bien. Si yo, que tantos libros me dejo en las primeras páginas, la he terminado, todo el mundo puede disfrutarla. Rectifico. Todos menos uno. Hay una persona que no sale bien parada, una sola, y esta persona no sé si conseguiría terminar el libro. 

«Cuando hago balance del año largo que nos ocupó la marcha y observo la desazón de muchos de mis compañeros, me viene una y otra vez a la mente aquel fragmento del If de Rudyard Kipling en que advertía a su hijo que el triunfo y el fracaso son ambos impostores por igual».

He disfrutado con Duna, un qué que no necesita cómo.

Germán Martín Rais lo ha conseguido.

El testimonio está servido.

Léanla (please).