Después de Rita (Veloy)

Leí esta novela justo antes de que Nueve semanas (justas-justitas) viera la luz, diez años han pasado, y Después de Rita merece ―como poco― que la relea y reseñe una vez por decenio. 

«Es posible que esté enfermo y no haya ido al colegio. Porque dan un programa de tarde. Un magazine. La presentadora no es otra que Mari Ciao. Rubios rizos lacados. Cara de triángulo equilátero. Pecas pintadas con rotulador. Sonrisa de piruleta de fresa. A mis seis años, esto es la belleza».

Recuerdo lo que pensé cuando la leí por primera vez. «Este tío escribe como yo o yo escribo como él o escribimos los dos igual». Eso pensé. Han pasado diez años. He leído 1000 libros. Y sigo sin encontrar un escritor que escriba como nosotros. 

«Una cabeza asoma por detrás de una de las pantallas. Una bola de pelo rizado. Igual que un micrófono. Enseguida veo que pertenece a un chico de no más de dieciocho años. Delgado. Micrófono, así lo bautizo».

De Después de Rita se podría decir que destila ruptura y osadía, que es una propuesta original y totalmente diferente, que contiene secuencias como dardos y es ―además― una suerte de anti-novela, se podría decir que es una divertida reinvención del género y también podría hablarse de literatura entendida como juego continuo.

«A partir del tercero, aumenta una marcha. Su cerebro es un automóvil desbocado. No se contenta con golpear las teclas. También da pequeños y rabiosos saltos sobre la silla. La convulsión es cada vez más aparatosa. Es un epiléptico lúcido».

Después de Rita es prosa a golpe de pensamiento (sin aditivos, sin adornos, seca como la vida abierta). Es una poética que se debe interpretar. El lector, si lee bien, se descubrirá interpretando a todos los personajes. El lector también debe rellenar los huecos. La lectura ha de ser reposada-intensa. La lectura de un lector-actor.

Después de Rita es punto y seguido. El punto es pausa. Es ritmo. El punto es armónico. «Por un instante. Sólo un instante. Por un instante se hace presente. Deja de ser espectro. Y es real. Mi padre. Un instante. Real».

Después de Rita es minimalista, esteticista, vanguardista. Apuesta por un estilo directo, puro, rotundo.«Sesenta años. Pelo platino. Un tatuaje en el brazo. Dedicado a alguien llamado Antonio. Voz de Ducados. Tetas fellinianas. Inmensas en su generoso escote. Ésa es Purificación».

Después de Rita te invita, te provoca, te inspira. «Esto lo cambia todo. Intento abrir los ojos, pero no puedo. He empezado a llorar. Las lágrimas me inundan los ojos. Pican. Me dejan ciego. Un hipo idiota se apodera de mí. Me caen los mocos. Lloro histérico. Lloro rojo. Lloro gritos».

Después de Rita es radical, afilada. «Sólo se oye el crepitar de los neones. A veces una tímida conversación telefónica. Pasos de alguien que va o de alguien que viene. Al lavabo, a la máquina del café, a una reunión».

Después de Rita te lo describe como nadie te lo había descrito. «Él apenas habla. Hombre-silencio».«Sigo con mi trabajo-bostezo». «Un teléfono blanco-roñoso». «Un gesto siéntese-aquí». «Avanza a grandes zancadas. Zancadas-grulla».

Detrás de Rita está Mariano Veloy.

Pero esa es otra historia.

O quizá no.

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