Si piensas que el mejor estilo es aquel que consigue que te olvides del estilo, Desde que me quedé sin dioses es tu libro, pues adopta esa forma de contar que se desliza sobre la tabla de la espontaneidad.
«Por lo demás, no es la primera vez que intento algo parecido. Hace años ya pretendí escribir una historia sobre migraciones, con su drama y su aventura, pero nunca conseguí sacarla de ese lugar donde las novelas no escritas son todavía perfectas».
David de Juan Marcos utiliza las técnicas narrativas más refinadas ¿sin que el lector se dé cuenta? Por ejemplo: introducción de una segunda persona muy efectiva que se siente cercana. Por ejemplo: introducción del propio autor en la trama no en calidad de autor sino más bien de persona.
«Ystad es un pueblo elegante y distinguido. Todo en él es aséptico, armonizado y peatonal. Una especie de Disneylandia sin público. Resulta imposible encontrar papeles o colillas en el suelo, los jardines están cuidados con bisturí y las fachadas como recién enjabonadas. Ystad tiene la inutilidad de lo bello».
Esta obra es ensayo, es biografía, es novela y es, sobre todo, literatura. No sobra ni falta nada, sus trescientas y pico páginas están justificadas, y puedo decir que es lectura amena, fascinante y, de algún modo, trascendental.
«¿Yo? Si no me quedan dioses tampoco me quedan patrias. Soy incapaz de comprenderme desde un lugar o desde un tiempo ―menos aún desde una bandera o un topónimo―. En realidad, nunca he tenido un sentimiento de pertenencia a ningún lugar y solo durante un tiempo muy corto tuve cierta conciencia europeísta».
Desde que me quedé sin dioses me ha esperado cada mañana durante tres semanas, ha sido mi lectura reposada, he disfrutado con el qué y con el cómo, y he aprendido y he comprendido y espero haber progresado como persona.
«Momo suspira y se sienta como si no soportara el peso de su propio cuerpo. Memorizo su rostro, su quijada, sus pómulos, su caída de barreras y su beber corto y parsimonioso. Lo memorizo todo y lo apunto en mi cabeza porque sé que, ahora sí, va a empezar a hablar:».
Suelo decir que toda obra ha de aportar algo si quiere ser literatura. Y David de Juan Marcos aporta mucho, lo aporta bien y lo aporta con sencillez, con humildad, con la vista puesta en un horizonte puramente literario.
«Pero Momo también averiguó otras cosas mucho más importantes. Por ejemplo: que Fatima y Lina eran idénticas cuando sonreían. Por ejemplo: que a pesar de los tropiezos no creían que el mundo les debiera una explicación. Por ejemplo: que vivían inmunes a la mentira y que en la adolescencia ambas soñaron con ser cantantes como Fairuz y visitar París».
Desde que me quedé sin dioses es un canto al humanismo.
David de Juan Marcos en estado puro.
De lectura obligada.