Desde Colima

A punto de finalizar el 2016 me parece pertinente hacer un recuento de lo que éste año en particular ha significado en la historia reciente del Estado.

Colima fue hasta hace poco una ínsula donde en apariencia nada sucedía, más allá de los cíclicos tremores volcánicos o las tormentas tropicales, una de ellas: “Patricia” la que nos colocó en el mapamundi.

Fuimos por unos días el sitio elegido por la naturaleza y los cambios climáticos, el lugar preciso donde una tormenta devastadora arrasaría con todo a su paso. Sobrevivimos atónitos al pronóstico sin darnos cuenta del verdadero desastre que se nos venía encima       .

Iniciamos el año con la incertidumbre de pasar por una inestabilidad política sin precedentes, el establecimiento de un gobierno interino, elecciones extraordinarias, papelones en cadena nacional como el de la funcionaria que se “equivocó” al dar el nombre del supuesto ganador al cargo de gobernador y una recomposición administrativa en todos los órdenes que no termina de acomodarse a la nueva realidad.

Colima ya se sitúa a nivel nacional e internacional principalmente por ser un territorio abierto al crimen y a los homicidios dolosos.

Hoy se habla de un lugar donde en los últimos ocho años la descomposición social y política ha ido al alza constante, hasta convertirla en el estado líder en esos rubros ominosos.

A últimas fechas las policías estatales son ya el blanco de los atentados homicidas cuando anteriormente las autoridades hablaban de guerras entre bandas rivales. La nota roja a pesar de ser convenientemente manipulada en los diarios locales da cuenta de una tendencia que se mantiene hasta ahora, con una cuota de asaltos y muertes violentas que nunca son aclaradas.

El gobernador –cuando aparece- se traslada en vehículos blindados seguido de un convoy militar que lo protege. Vivimos en un estado de guerra de baja intensidad a juzgar por el tráfico frecuente de transportes avituallados de tropa y armamento, los consabidos retenes intimidando, cuando no hostilizando a la gente con su sola presencia.

Las acciones del gobierno parecen más encaminadas a negociar el patrimonio que es de todos, otorgando concesiones a particulares, al Parque Regional Griselda Álvarez lo desaparecieron para dar cabida a un proyecto que contempla la instalación de un zoológico que sustituye al que ya estaba ahí en condiciones deplorables, talando el quince por ciento de los árboles y eliminando al Museo de Arte Contemporáneo, para darle forma al nuevo espacio que ahora será un negocio privado.

El paraíso prometido no llegó, en su lugar tenemos avenidas donde hay una tienda de conveniencia en cada esquina. El predio aledaño a la zona arqueológica de la campana comprado a un sobreprecio no desmentido hasta ahora pero además sujeto a un litigio entre los que dicen ser sus legítimos propietarios, uno de ellos la familia Occelli de la ex esposa de Salinas de Gortari.

Ahí se contempla la creación de un parque “ecológico” para beneficiar a una comunidad “ávida de espacios de convivencia” equipados con servicios de primera: estacionamientos, baños públicos etc. los cuales -por supuesto- tendrán un costo no necesariamente accesible a la población en general, aunque ellos digan lo contrario, si se conducen con criterios empresariales ya sabemos lo que se puede esperar cuando sus grandes proyectos sean abiertos al público.

El 2017 no será un año fácil, la economía tenderá a deprimirse por el tipo de cambio y las medidas restrictivas que decida aplicar el nuevo hombre de la Casa Blanca, el Estado de Colima ha sido, desde el siglo pasado, un exportador natural de trabajadores ilegales, qué va suceder si no se toman medidas urgentes para ofrecer empleos y alternativas a los que ya no puedan pasar al otro lado o a los deportados, en caso de que Trump cumpla sus promesas de campaña.

Colima ha mantenido siempre en el contexto nacional un bajo perfil que bien han sabido aprovechar los encargados de administrar las finanzas estatales, es una de las pocas entidades que no conoce la alternancia, es decir, durante más de ochenta años ha sido gobernada por un solo partido, por lo que cada vez más gente vota por otras opciones, pero el grupo de poder que controla el estado, con todo y sus divisiones, ha logrado mantener al menos el cargo de gobernador y en el congreso, aunque pierdan la mayoría, terminan comprando a los “independientes”, convirtiéndolos así en sus incondicionales.

En materia cultural habría que destacar la tenacidad del “Tapiro” el fotógrafo del volcán al haber obtenido un reconocimiento en el “Worl Press Photo” de este año, lo cual de cierta manera hizo que mucha más gente se enterara de un sitio al que quizá estén considerando visitar o por lo menos saber de su existencia.

Los artistas locales llevan consigo el signo de su pertenencia y en su caminar dan a conocer las virtudes y peculiaridades de su lugar de origen.

Los artistas que han logrado destacar fuera del estado a nivel nacional o en algunos casos en el plano internacional, tendrían que ser promovidos y respaldados por la institución supuestamente encargada de hacerlo.

La cultura no es un presupuesto ni un hartazgo de eventos etiquetados con el membrete gratuito de culturales, es un patrimonio colectivo que debiera cuidar todo aquel a quien corresponde preservarlo para el disfrute de todos, incluso el de las generaciones venideras.

Pareciera que las inercias y la estructura inamovible de la Secretaría del ramo rebasan cualquier intento por mejorar y enderezar las distorsiones heredades de pasadas administraciones.

La clase creativa requiere mejores condiciones para su desarrollo, en este momento creo que tendrán que buscarlas al margen de una institución incapaz e insensible, que sólo sabe mirar a los creadores con una visión clientelar al igual que sucede en otras dependencias donde lo último que atienden y entienden son las necesidades de los que deberían ser sujetos principalísimos de la tarea pública que dicen desempeñar.

El 2016 será recordado como un año difícil que transcurrió entre la incertidumbre y la decepción colectiva hacia un gobierno que lo prometió todo, incluso la felicidad y una seguridad que se ha ido deteriorando cada vez más.

El pesimismo no es la mejor opción para mirar hacia adelante, pero en las actuales condiciones, creo que debemos estar preparados para el desastre que se viene y prevenir males mayores en lo que a nuestro ámbito inmediato se refiere. Con todo, expreso mi anhelo porque todo lo referido antes esté equivocado y podamos tener un buen 2017.