¿Del inconveniente de haber nacido?

En medio de un bosque vive una niña con un hombre al que llama “Papá”. Aunque este podría ser el inicio de cualquier cuento de hadas (un misterio, la infancia, un lugar oneroso); en realidad me refiero a una de esas películas incómodas, difíciles de ver sin emitir desde el principio una censura o una condena moral altisonante.

Películas provocadoras hay muchas, tantas que cada tiempo sale una nueva lista con “Las diez películas más perturbadoras que seguramente no conoces”. Hay que decirlo: la gran mayoría son pésimas, por no decir bulos artificiosos para mover al escándalo, la sorpresa fácil y el morbo sin un aparato crítico que las sustente. Productos para el consumo de los voyeristas espectadores que somos.

Pero ya bien lo escribió Marguerite Yourcenar en una de esas citas que permanecen en la memoria como leitmotiv estético, que, a épocas convulsas, corresponden historias violentas y escabrosas, porque funcionan para mostrarle al espectador aquello que no quiere ver (como simple dato filológico la frase más o menos así viene en el prólogo que le escribió a El denario del sueño, novela infravalorada en la actualidad, dicho sea de paso). Y como Yourcenar, considero que este tipo de historias, si bien necesarias, suelen banalizarse.

Todo este circunloquio para mencionar la película a la que me refiero en la primera frase: Del inconveniente de haber nacido (2020), una producción alemana sobre inteligencias artificiales, robots, abusos y hermanos perdidos que, como suele ocurrir con los tópicos dentro del género cienciaficcional, nos advierte de los caminos que podrían tomar algunas tecnologías puestas al servicio de los intereses individuales (¿perversos?) de las personas con la capacidad de adquirirlas.

Todo un debate ético que me parece importante de mencionar para pensarlo, no desde la paranoia a la ciencia, lo cual podría resultar contraproducente, sino desde el humanismo y sus herramientas. Al final del día, ¿no es acaso también el arte provocador un pretexto para invitarnos al diálogo?