De premios, condecoraciones y otros paliativos

Ilustración de un poemojis

 

En estos últimos días la expectativa crecía con la deliberación de los suecos y el nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura; el extraordinario músico estadunidense Bob Dylan. El alud de opiniones en torno al lirista causaron revuelo en la comunidad literaria y artística en general.

La opinión de expertos y neófitos en la materia, no esperó para darse a conocer, el bombardeo continuo en medios impresos y digitales desató la dicotomía entre su remarcable trayectoria y el cuestionable lugar que ocupa el cantautor en la literatura, dado que el año pasado, la ganadora fue la periodista Svetlana Alexiévich, oficio cercano al novelista.

Dylan no aceptó el premio, sin embargo, no sólo a nivel mundial se produce esa incomodidad cultural, sino se replica en el país. En México se desata otro circo que protagoniza el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) y un becario tijuanense de un proyecto literario.

Por otro lado, en nuestra nación pasó inadvertido un incauto ser que casi terminó su periodo como becario y que obtuvo la suerte de disfrutar de nuestros impuestos.

Dante Tercero, seudónimo que utiliza su “alterego” denominado Patricia Binóme, y su proyecto de Poemojis relucen cual brillo de un pedazo de vidrio confundido con oro; el proyecto desató una fuerte controversia en la comunidad artística al otorgásele la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) durante el año 2015- 2016.

El “personaje”, como ella lo denomina, destaca que su producción “se asemeja al haiga japonés”. Se trata de un proyecto. Es la sustitución de emojis -iconos gestuales e imágenes que aparecen en las conversaciones por WhatsApp- por palabras, no sólo eso, sino la sustitución se extiende hasta la conversión de un poema, por ejemplo, de Pavese a una hilera de grafismos; iconos equiparables con la comunicación común y corriente de cualquier adolescente contemporáneo.

La reducción y banalización de los géneros literarios en el arte, no es nueva, basta recordar el Movimiento Dadá: “un arte basado en la total negación que termina por destruirse”, y su escritura automática, ejercicio que prevalece en las sesiones psicológicas y para el análisis de la personalidad; sin embargo, una postura tendenciosa en el arte no es garantía o símbolo de coherencia, ya que este se mantiene fluctuante a través de los sucesos de la humanidad. El Dadaísmo se condenó a su extinción por su radicalismo.

En esa tónica, una postura tendenciosa en la actualidad, carece de coherencia en torno al desarrollo y transformación de las artes, sin embargo, ¿quién o qué define el concepto de arte y las manifestaciones artísticas? ¿Quiénes los géneros?, con esta inquietante indulgencia y flexibilidad en la definición de arte, la academia puede interpretar como “manifestación artística” respirar y dormir; ¿o podría ser performance?

Bajo qué criterios tan endebles y de dudosa procedencia, aunados a la simpatía o favor devuelto de los jueces de la burocracia estatal, nacional y mundial, están estigmatizados los artistas. Mientras continúe la banalización del arte, la decadencia en la expresión artística y cultural mundial actual seguirá en ascenso.