De la victimización a la resignificación (segunda parte)

Primera parte: https://revistaliterariamonolito.com/de-la-victimizacion-a-la-resignificacion-primera-parte/

 

Decíamos que la resignificacion puede ser entendida como una suerte de re-dirección subjetiva que toma la vida de la persona cuando en lugar de mantenerse en la pregunta por qué a mí, es decir, en la posición de víctima, logra moverse en otro sentido.

Lejos de las luces de las cámaras –que siempre busca el protagonismo victimista-, lejos de los centros de atención donde los que le rodean se matan por colmarle de atenciones a sus demandas con la intención silenciosa de no oírle sufrir.

El otro sentido es siempre otro, no sabiendo claramente cual, pero en el que sin embargo, permite a la persona abandonar una posición que como venimos analizando está del lado del masoquismo o goce.

Pero profundicemos en el sentido de la resignificación. Su consistencia la ubicaremos en función de una vuelta hacía lo supuestamente significado, donde se creía que ya existía un entendimiento.

La persona que resignifica sería aquella que regresa al acontecimiento mítico traumático a otorgarle a fuerza de voluntad, otro significado.

Para poder ilustrar lo anterior, vamos a recurrir a lo que Freud (La interpretación de los sueños, 1900) nos dice acerca de los sueños, donde el sujeto que habla de su sueño, sobre todo tratándose de los recurrentes, no termina del todo por encontrarle el sentido.

Una y otra vez se regresa al sueño ya relatado, como si no todo estuviera dicho, como si la interpretación no lograra cuajarse, sin saber que de lo que se trata es de que, a partir del sueño el sujeto se esté recreando en tanto sujeto del lenguaje.

Esto significa que la resignificación se puede entender como un retorno de la palabra a un significado dado anteriormente, pero no en la dirección del goce –como explicamos ya en la primera parte de este análisis-, no para seguir en la pregunta eterna de la víctima, sino en una suerte de contrasentido.

Y es en esa otra dirección o contrasentido que la persona puede pasar si acepta el reto de su deseo, del por qué al para qué; movimiento subjetivo pero también de trascendencia ética y práctica.

Dicha movilización o cambio del sujeto en su experiencia de vida, se constituye en la práctica misma de una especie de cuidado de sí, al que Foucault (1984) nombraba la ética del cuidado de sí como práctica de la libertad.

Y es que en efecto, la resignificación, ese viraje de dirección en la persona libera ostensiblemente. El paso de la pregunta pegajosa y lacerante del por qué a mí al cuestionamiento para qué, conlleva rezonificaciones que ofrecen nuevas luces llenas de liberación.

Falta decir que, en tanto ética, es decir, práctica, hábito y modo de conducirse, la resignificación es algo que se práctica día a día, incluso hay quienes sorprenden una vez que logran hacer ese viraje en sus vidas.

La historia del boxeador Manny “Pacman” Pacquiao es una fuerte muestra de cómo la persona puede reorientar su vida desde la elección libre. Brevemente diremos sobre la persona del boxeador que eligió salir de un ambiente que se prestaba a ser en muchos sentidos como un aliciente a la desesperación y la delincuencia.

Sin madre que lo cuidara cuando llega a la edad de 12 años un evento lo marca: su padre acompañado de un amigo matan a golpes al perro de Manny, lo peor ocurre cuando luego de que asesinaran a su perro, su padre se lo come.

Fue en ese momento que elige salir de su casa y probar en otro camino, en este caso en el camino del boxeo. En efecto, huye de un padre psicótico y alcohólico para encontrar en el deporte aquello que le hacía falta, es decir, el valor de ser.

Otro interesante ejemplo de esta libertad para elegir tal o cual valor lo encontramos con el mexicano y medallista paralímpico en natación, José Arnulfo Castorena quien en palabras del periodista Jorge Sepúlveda (El deporte, fórmula contra la adversidad, En La Jornada, 9 de octubre de 2004) tiene una vida digna de contarse:

Soy el Arnulfo alegre, el que anda en las calles, el que disfruta. Y te digo más. Si volviera a nacer otra vez igual sería como soy, sin avergonzarme de lo que me tocó y trataría de intentarlo como lo he hecho hasta ahora.

De tal forma que se puede apreciar la resignificación a la que hacíamos referencia, donde la persona incluso sin hacerlo conscientemente se cuestiona no desde el por qué de las cosas sino en efecto, el para qué esto o aquello. Si yo soy esto o estoy así, ¿para qué? ¿Para qué sirve, para qué de aquí en adelante, para hacer qué?

Ya viví tal o cual acontecimiento, toda una calamidad, y eso ¿para qué? ¿Para hacer o estar dónde? Más allá aún, ¿a partir de eso, qué? Tarea nada fácil por supuesto, pero ¿valdrá la pena dejar los reflectores y comenzar a vivir?