Parecería absurdo que en este país en donde, hemos presumido con pecho muy en alto de sentirnos completamente liberales e inclusionistas, hubiera la necesidad de explicar que todo eso es mentira, que es mentira eso de que vivimos en un estado moderno, que es mentira que ya no existe la homofobia o el machismo.
Para desgracia o fortuna de muchos o pocos, en México aún no se retoma el discurso de un respeto completo por la igualdad o la equidad.
En este escenario se presenta el caso de la joven Karla Saldaña Sánchez, quien viajaba en un auto BMW que era conducido a 180 kilómetros, ella fue una de las cuatro víctimas del aparatoso choque en Reforma, qué mismo accidente terminase con su vida.
A este caso se le pueden imputar cientos de justificaciones con el fin de culpabilizar a cientos de actores que pudieron intervenir en el accidente.
Podemos juzgar la actuación de los dueños del bar, los Valet Parking, al mismo conductor o quién sabe, igual y la empresa de los autos BMW puede resultar culpable. Pero jamás se pensaría que un señalamiento personal se pudiera tomar con tanta importancia.
En los diferentes medios de comunicación se empezó a enfatizar en la culpabilidad de la única mujer afectada. Karla, ella no murió por haber ingresado a un auto en estado de ebriedad, ella no murió porque el conductor maneja a más de 180 kilómetros por hora, ella murió por PUTA.
Por PUTA, fue la respuesta que los ciudadanos sentenciaron a la causa de la muerte de Karla y aunque, en los hombres, comentarios como estos no son tan sorpresivos, son ahora las mujeres quienes hacen formulado este señalamiento, señalamiento que por ninguna parte –tanto hombre como mujeres- debe ser permitida.
Creemos que es absurdo decir que la muerte de Karla fue por dicha razón y no obstante nos abrazamos a la idea de que los comentarios son efímeros y momentáneos que, somos civilizados y conscientes de lo que decimos, pero nos equivocamos.
Nos equivocamos con todo, porque a pesar de los dos años que ya pasaron, el caso de Daphne Fernández aún sigue impune.
Nos equivocamos con todo, porque a pesar de los dos años que ya pasaron del caso de Daphne Fernández, este aún sigue con muchas preguntas y muy escasas respuestas.
Entre las pocas respuesta que se encuentran algunas han servido para el beneficio de los integrantes de los porkys y otras han servido para evidenciar a una fiscalía, una PGR y un juez corrompidos por la corrupción o la ignorancia. No sé cuál sea la peor.
El juez Anuar González –del tercer distrito de Veracruz- concedió un amparo para otorgar la libertad inmediata al joven Diego Cruz Alonso, todo esto porque un existió en momento alguno una intención lasciva.
Aunque falta que la solicitud del amparo sea ratificada, es preciso señalar que, de otorgarse, no solo la fiscalía estaría violentando los principios rectores de la ley, sino también estaría demostrando la verdadera organización del sistema, un sistema que ha sido construido en un seno patriarcal, que sirve para quienes tienen y pueden ejercer cualquier forma de poder y que se sirve de víctimas como Dafne.
Cualquiera creería que casos como el de Dafne ocurren casi toda la vida, en casi todo el mundo. Casos como estos que pasan frente a los ojos de muchas personas y que casi nadie dice o hace algo. Sin embargo, del caso de Dafne si hubo alguien quien hablo con una brillante y hermosa elocuencia –diría cualquier machista.
El señor Marcelino Perelló hizo hace unos días la afirmación que Dafne no debe armar tanto alboroto, puesto que su caso no fue una violación por el simple hecho de que no hubo verga. Parafraseando a Marcelino, dio a entender que pueden existir muchas formas de lastimar la moral, pero hasta ahí, que todo lo demás es un alboroto.
Palabras como las de Marcelino Perelló no solo fueron escuchadas en su programa Sentido Contrario sino también se pueden escuchar en el camino a nuestro trabajo, en la oficina e incluso en las familias.
Comentarios como estos son lo que han destruido y separado la idea de un país inclusionista. Y aunque a Marcelino le suspendieron de manera inmediata su programa, existe aún un trabajo muy arduo al interior de este país, de esta sociedad, que a pesar de lo casos como el de Karla o Dafne y de los comentarios en Twitter, Facebook o por personas como Marcelino, aún seguimos creyendo que todo está bien.
Es momento de pensarnos como personas del nuevo milenio, como personas que no pueden tolerar la violación a los Derechos Humanos, como una sociedad que no permita que el sistema patriarcal quiera imponerse como el ente opresor.
Dejemos a un lado esa forma de creer que todo anda bien y comencemos a pensarnos. Dejemos de ver a las víctimas como putas, dejemos de ver una violación como un roce, dejemos la misoginia a un lado.
Porque después de todo, seguiremos creyendo que a los porkys los van a castigar, que a personas como Marcelino se les quito su programa y listo, podemos seguir con nuestras vidas pero, la verdadera pregunta abunda en el aire…
¿Y los demás? Todas las demás personas que piensan de esa forma ¿Cómo se les castiga?