Cuento «Y el perro se le quedó viendo» por Emilio Palomino

Agitando la cola, el perro le saltó encima cuando llegó a la casa. Ya era muy tarde, más tarde que de costumbre, pero ese día al despertar, el perro había encontrado su plato rebosante de comida así que comió hasta empacharse, luego se durmió, luego tomó agua del baño y luego volvió a comer hasta vaciar su plato.

“Ya llegué, chiquito, ¿cómo estás? Vente, mijo. ¿Quién es un buen perro? ¿Quién es un buen perro? Tú. Sí. Tú. Ay, Triciclo, deja me quito la chamarra, te tengo mucho que contar. Está toda empapada, ay wey, hasta en las calcetas tengo metida el agua, puta madre. No está chido esto, ¿verdad, Triciclo?”.

Y el perro se le quedó viendo…

“Yo sé, chiquito, yo sé, pinche vida de mierda. Pero bueno, ¿ya te chingaste toda la comida? Ay, wey, eso era para como para tres días, puta madre, vas a echarte un cagadero al rato. Bueno, yo de pendejo que te la dejo. Le había dicho a la vecina que pasara a recogerte en tres días en lo que ella y su hija se alistaban para recibirte en su casa. ¿Qué? No me mires así, Triciclo, la chamaca se nota que es buen pedo y siempre anda diciendo que quiere que la deje jugar más contigo. Aparte ahí vas a tener más cosas que acá conmigo, chamaco, total que al fin y al cabo yo ni sé en cuánto tiempo voy a poder regresar acá contigo. No. No. No me pongas esa cara de perrito regañado”.

Y el perro se le quedó viendo…

“Además, Trici, la neta ni para qué te preocupas, yo a lo mucho te puedo ofrecer mi compañía, pero allá con la chamaca vas a tener quien te saque a pasear, a jugar con otros perros, ¿a poco no te suena chido? Ándale, chamaco. No. No le hagas así. No chille. Ño. Ño. Ño, chiquito. Vas a ver que todo te va a salir de pocas montas. A ver, deja te sirvo de una vez más comida que yo ahorita nomás me vine a despedir y ya me voy. ¿Ves? Sí, te voy a volver a dejar comida de más, pero esta vez no te la andes chingando de putazo, cabrón, que luego vas a acabar con diarrea y la pobre niña va a tener que andarte aguantando tus cagadas. Tampoco te pases de verga”.

Y el perro se le quedó viendo…

“Pues ¿qué te digo, Triciclo? Yo la neta no pensé que iba a llegar a esto, pero pues así son las cosas, ¿no? Mira, mínimo di que el patrón me dio el previo aviso de que iba a decir que fui yo el que se chingó sus materiales. Así mínimo le van a pagar algo del seguro. No sé, chiquito, no sé cuándo vaya a salir, pero tampoco creo que dure tanto. El patrón dice que en unas semanas él mismo manda a su secretaria para que me pague la fianza, nomás es en lo que cobra el dinero. Ya sé, wey, ya sé que está de la verga, pero pues, así se la juega uno, no es la primera ni la última vez”.

Y el perro se le quedó viendo…

“Ya wey, quita esa cara, total que al fin y al cabo tú estás chamaco todavía, pero ya se te va a quitar lo pendejo, no te apures. Ahí nomás te encargo que te cuides cuando juegues con los demás perros, que con tus tres patitas la neta te ves bien cagado cuando corres. Al menos ya no te andas cayendo como cuando te recogí. Ay wey, estabas todo pendejo al principio, Trici, la mera neta si no fuera por lo cagado que te veías en el baldío, todo escuincle, con la cabeza metida en la lata, yo ni te hubiera pelado. Pero pues, ¿qué te digo? Tengo un corazón de oro, ¿a poco no? Se me hace que por eso nunca conseguí vieja, tengo corazón suficiente para dos personas, no me hace falta nadie más. Anda, ya ahí tienes tu comida, no te la vayas a chingar.

Ya nomás me cambio y me voy, que el patrón me está esperando abajo”.

“Y bueno, Triciclo, pues, parece que a ti y a mí ya se nos acabó el viaje. Tú cuídate un chingo, cabrón, pero un chingo, que tienes muchas cosas por delante. No muy buenas todas, me imagino, pero sí vas a aprender un chingo y ¡qué bueno!, porque ahorita como estás sí estás requete wey, Trici. Pues bueno, ¿qué te digo? Te me cuidas, compañero, yo ahorita le paso a tocar a la vecina para que te venga a recoger antes. Sí, wey, sí, no pongas esa cara. Además ¿para qué nos hacemos si ya sabemos los dos que esa comida no te va a durar ni medio día? Pues bueno, la niña tendrá que aprender lo que es tener una mascota de una u otra forma. Dicen que es bueno, ¿sabes? Para los niños tener un animal. Que les enseña a ser responsable y mamada y media. Yo espero que te la pases bien, Triciclo, porque la neta sí te…”.

“Verga, wey, ya me está pitando el cabrón. Pinche impaciente, va a despertar a todos los vecinos. Ay, bueno, Trici, pues, ahí nos estamos viendo, quién sabe cuándo y, si no, pues te cuidas, compañero. Sobres”.

 Cerró la puerta, hizo los arreglos que tenía que hacer con su vecina y bajó las escaleras de prisa para que el patrón dejara de hacer tanto ruido con la bocina.

Mientras arrancaba el coche, el hombre asomó la cabeza por la ventana a ver si el perro se asomaba a despedirse de él como lo había hecho desde el primer día que lo recibió.

Miró y, en efecto, ahí estaba Triciclo, mirándolo con la boca abierta y la lengua de fuera, con su rostro compungido en lo que, para los ojos humanos, pareciera siempre expresar una sonrisa, aunque sus ojos dijeran lo contrario.

El coche de deslizó sobre el asfalto hasta que dobló en la primera esquina y desapareció.

Y el perro se le quedó viendo.