Cuento «Un lugar» por Nohemí Zúñiga

Las dos hermanas se separan. Lorena camina por la carretera en línea recta con la intención de que alguien le indique dónde está una gasolinera y María ingresa a la feria rural con el objetivo de conocer más de cerca el pueblito al que acaban de llegar. Ambas voltean a verse y por culpa de la multitud y dos patrullas que recién llegan a la feria, se han perdido de vista.

Lorena ha conseguido llegar a una gasolinera, a cinco kilómetros de la feria; la caminata la agota y decide primero entrar al minisúper que está al lado para comprar una botella de agua, se la toma, la paga en el mostrador, y sale. Se dirige a la expendedora de gasolina y comienza a llenar su galón de 10 litros; atrás, dos hombres platican apasionadamente.

Entonces, comienza a escuchar la conversación de los hombres al otro lado de la expendedora: -Yo supe que era una muchacha joven y muy bonita, ya lleva diez días desaparecida. A lo que el otro hombre le contesta, -Fueron los extraterrestres, te digo. A causa de esas palabras, Lorena se ríe involuntariamente y vacía la gasolina sobre sus zapatos de gamuza azul; con molestia detiene la máquina para poder limpiarse; en ese instante un hombre se le acerca y le ofrece su ayuda, Lorena accede y mientras éste llena el galón, Lorena restriega el ticket del agua que bebió para limpiarse las manchas en sus zapatos, no se limpian.

-Disculpe señorita, ¿Dónde pongo el galón? La voz del hombre interrumpió el intenso movimiento de la mano de Lorena tratando de limpiar su zapato. -Gracias, yo me lo llevo. Contestó. Él miró a Lorena con una sonrisa grande e irónica y le pregunta -¿Va a caminar? Ella responde rápido -Sí. Entonces, Lorena trata de levantar el galón y falla. A lo que él le dice: -Si gusta yo le ayudo, no traigo carro, sólo vine a comprar… Antes que terminara la frase Lorena contesta –No gracias. Y el hombre enseguida le responde: -No se asuste, mire (mostró una credencial), soy guía de la feria rural. Ella observa su credencial, ya vieja y a punto de romperse a la mitad, y comprueba que la foto era la del hombre, aunque no pudo leer cómo se llamaba. –Ya que voy también para allá, está bien, gracias dijo Lorena, pensando que había cometido un error al no imaginar el peso del galón ya lleno.

Mientras que espera al hombre, Lorena se concentra en mirar sus zapatos y se da cuenta que los ha arruinado, después voltea a verlo, y él ya está en el mostrador, parado esperando algo, el cajero le entrega un sobre y éste lo pone rápidamente en su bolsillo derecho. Lorena se da cuenta que él gira para verla y se siente descubierta, aparta la mirada con nerviosismo y voltea a mirar la carretera vacía. Al poco tiempo el hombre llega, y toma el galón. –Sígame. Lorena responde con un sí rápidamente y empieza a caminar tras él.

A partir de entonces el silencio invade la caminata, sólo se escuchan sus pisadas en la grava suelta de la carretera, ya llevan dos kilómetros caminando, cuando oyen venir carros a gran velocidad, en ese momento pasan tres patrullas de policía, y después dos convoys militares, que dejan un camino de polvo atrás de ellos. Lorena se preocupa y le pide al hombre detenerse para llamar (marca a María), alguien responde a la llamada, se escuchan gritos y disparos por todos lados, en el instante que María pronuncia “son policías” se corta la llamada.

Entonces Lorena comprende todo, y su mirada se pierde en una carretera que no la deja ver, ya había escuchado que eran peligrosos los policías de ese lugar, eran aliados del narco y mataban a sangre fría; trata de correr, y el hombre la detiene. Lorena intenta zafarse y luchar, pero no lo logra; el hombre la calma y le pregunta qué pasó; las palabras salen de la boca de Lorena y ella no las escucha. No sabe qué le dijo al hombre.

En ese momento cambia la expresión del hombre y su rostro se endurece, después de lo cual, hace una llamada, que ella no logra escuchar. El hombre le dice que la ayudará a buscar a su hermana, Lorena se pregunta por qué la ayudaría ese hombre, pero no quiere preguntar, no le interesa preguntar, ella sabe que necesita ayuda para encontrar a su hermana.

Siguen caminando y cuando falta un kilómetro para llegar a la feria rural, encuentran un retén que les avisa de personas perdidas debido a un accidente en la feria. Ellos saben que no es cierto; Lorena está a punto de decir algo, y el hombre la calla, le dice que salgan de ahí.

Al final Lorena se centra en los ojos del hombre, que le señalan que lo siga; comienzan a rodear las patrullas para entrar a un sendero del que salen personas despavoridas, el sendero se comienza llenar de maleza y al terminar de atravesarlo, después de varios minutos, se encuentran con un lote de terracería. Al parecer el hombre la hizo rodear la feria, ahí las personas iban y venían de un lado a otro, eran los vendedores de las carpas, que rápidamente llenan cajas de mercancía de feria, mientras que el viento agita un puñado de pedazos de plástico negro que aletea con movimientos bruscos, como si una parvada de pájaros negros atacaran a esas personas que apresuradas cargan sus bienes.

Lorena sigue al hombre y éste zigzaguea entre vendedores, camina rápidamente, preguntando y susurrando de un lugar a otro, parecieran guardar un secreto. Y de pronto le dicen algo que lo altera, Lorena lo ve correr y corre junto a él; corre lo más que puede, y sin saber por qué Lorena comienza a llorar, y su llanto comienza a nublar su vista; pasan por varias carpas en fila ya abandonadas, e ignoran una salida que parece adentrarse a otro lado de la feria, continúan corriendo y al dar vuelta topan con un lote marcado como estacionamiento, en donde se lee un espectacular que en rojo dice: “Entrada sólo para personal de la feria rural”, está casi vacío, sólo queda una camioneta que está a punto de salir.

El hombre se asoma a la camioneta y Lorena alcanza a ver de lejos en el cristal de la ventana una mano delgada y morena, con la pulsera que su hermana había comprado dos días antes, y entonces reconoce a María, ella voltea y llora desesperadamente, un hombre gordo y barbudo hala el cabello de María, acción que impulsa a Lorena, a correr para salvar a su hermana y en el mismo momento el hombre que la acompaña toma una piedra y romper el vidrio del chofer, de un solo golpe parte en mil pedazos el cristal de la ventana. Lorena intenta abrir la puerta del lado de María, pero es inútil, está cerrada.

En un instante el hombre saca un sobre, Lorena recuerda ese sobre, es el que le dio el cajero del minisúper, rápidamente lo rompe y saca de él una pistola, en un segundo atraviesa una bala el cráneo del hombre barbudo, para después incrustarse en el rostro de María. Mientras que Lorena sólo logra ver un salpicar de sangre, tras el vidrio de la ventana.

Lorena se queda en shock, y de repente siente que arde su nuca, de golpe nota como cae al suelo. Despierta para descubrirse encima de su hermana ensangrentada y a un lado del hombre barbudo; está rodeada por un puñado de policías. Lorena llora y ruega encuentren al culpable, cuando uno de los policías le dice: -Aquí te chingaste mija, porque te encontraste con un perro corrupto policía y ya te adjuntaron dos muertitos; entonces comienzan a esposarla. En ese momento, Lorena recuerda las palabras que le dijo al hombre, tras la llamada a María: -Son unos perros corruptos policías los que atacan la feria y mi hermana está ahí.

 

 

Semblanza:

Nohemí Yesenia Zúñiga Preciado. Lic. en Letras hispanoamericanas, colaboradora en diversos suplementos como Random del periódico Ecos de la costa; ha impartido talleres relacionados al ensayo académico, fue becaria del PEDCA, ha participado como ponente en diferente foros, incluido el Foro sobre Colima y su región, publicó el artículo: “Las imágenes arquetípicas del agua en cuentos Colimotes de Gregorio Torres Quintero” en Gregorio Torres Quintero, enseñanza e historia. Recientemente colaboró en el homenaje a Salvador Márquez Gileta con el artículo: “Imágenes demoniacas en la obra de Salvador Márquez Gileta”.