Cuento «Tiempo» por Manuel Raymundo Macías

El remolino azul se traga el reloj de mano. El nivel del agua baja poco a poco y después de un leve rugido el escusado queda vacío. Una corriente de aire frío entra por la puerta del baño. El hombre siente la gélida caricia en la nuca. Algo se ha puesto en marcha. Sale del baño y se dirige a la recamara. Una lámpara de mesa otorga un brillo lúgubre a la habitación. Al lado de la lámpara, un despertador marca las 9:00 p.m. Él avanza hasta la mesa de noche, toma el reloj entre sus manos y presiona los botones para programar la alarma. 

5:30 a.m.

Un bip-bip sonó a lo lejos mientras los dos se tomaban de la mano a punto de entrar al mar. Un bip-bip que siempre viene desde lo más profundo del bosque mientras descansan en el porche de una cabaña. Un bip-bip que siempre interrumpe un beso en alguna ciudad desconocida. Un bip-bip y después la oscuridad del cuarto y el escozor en los ojos. A un lado, ella aún dormía profundamente.

5:40 a.m. 

Explorar y cuestionarse la propia existencia dentro del chorro de agua caliente se volvió una rutina. Al salir de la regadera, el frío de la mañana recorrió el cuerpo del hombre desde los pies hasta la cabeza. Se dio cuenta de que seguía vivo, pero no supo si eso le causaba alivio o angustia. El clóset está dividido en dos mitades no iguales. La mitad más grande la componen vestidos de diferentes estampados y colores vivos. La otra mitad son en su mayoría trajes sastre de colores neutros, camisas blancas y un par de gabardinas. No ha necesitado de otro tipo de ropa por un largo tiempo. El hombre se vistió. En la cama, ella aún dormía. 

6:05 a.m.

Después de un rápido desayuno, él salió de la casa. El frío de la mañana lo golpeó en la cara. Levantó el cuello de su gabardina para cubrirse, se colocó los audífonos y emprendió su camino.  

El hombre mira nuevamente el despertador que tiene en sus manos y tiene la sensación de estar sosteniendo algún animal repugnante. Con un movimiento rápido lanza el aparato al suelo rompiéndolo en varios pedazos. La ventana de la habitación vibra. Él se asoma por la ventana. La luna menguante adorna el cielo y las estrellas titilan. Las ramas de los árboles se mecen muy despacio debido al viento. Aquello sigue su curso. El hombre mira nuevamente dentro de la habitación. En el tocador, una pequeña luz blanca se enciende y apaga a un ritmo constante. Él camina hacia el mueble y se da cuenta de que se trata de su teléfono celular, a su lado también hay una pequeña bocina portátil. Toca la pantalla y esta se enciende mostrando una foto del hombre abrazando a una mujer. También aparece un reproductor multimedia en el que puede leerse Time flies by Porcupine Tree. El reloj del móvil marca las 9:05 PM. Él enciende la bocina portátil al mismo tiempo que activa el bluetooth. Un sonido le indica que los aparatos se encuentran conectados y presiona play en el reproductor. La música comienza a sonar y entra por sus oídos como una espesa bruma que cubre su mente y sus pensamientos.

But after a while 

You realize time flies

And the best thing that you can do

Is take whatever comes to you

‘Cause time flies

La bruma se condensa y encuentra un escape por sus ojos. El minutero del reloj del móvil cambia del cinco al seis en un parpadeo. 

6:25 a.m.

El autobús que atraviesa la ciudad siempre se encuentra vacío cuando él lo aborda, pero conforme las paradas van pasando, la gente ocupa los asientos. Caras largas y con ojeras se reflejaban en las ventanillas mientras las luces de la ciudad pasaban rápidamente como estrellas fugaces. 

6:55 a.m.

Apenas iba a la mitad del recorrido, pero dentro del autobús una masa amorfa de cuerpos se había formado y desafiaba las leyes de la física. El sol se asomó en el horizonte. Eric Clapton y B.B. King intentaban apagar, sin mucho éxito, los clarinetes desafinados y la tambora en la fiesta que el conductor de la unidad estaba dando al interior del vehículo.

7:25 a.m.

El hombre se levantó con dificultad de su asiento. Tomó una gran bocanada de aire y se aventuró a atravesar la masa de personas para llegar a la puerta trasera del autobús. Después de un gran esfuerzo logró alcanzar el timbre y bajar de la unidad. Cinco minutos después llegó al edificio donde trabaja. Salvo por el personal de limpieza, el lugar se encontraba vacío. El horario de entrada es a las 8 de la mañana, pero al tener trabajo rezagado, él prefiere llegar varios minutos antes. «¿Esto es lo mejor que puedes hacer?», dijo su jefe en reiteradas ocasiones, «Hasta un niño de primaria podría entregar esto a tiempo. Lo que estás haciendo no demuestra el espíritu de la empresa. Nosotros sobresalimos por ser los más rápidos, porque le ahorramos tiempo a nuestros clientes. Eficiencia, eso es lo que vendemos. Que no vuelva a ocurrir, ¿entendiste?». Tomó su teléfono celular y envió un mensaje avisando que había llegado con bien cerrando con un «ILY» y varios emoticonos de corazones. Solamente apareció una paloma gris. «Probablemente siga dormida» pensó. 

La canción ha terminado y el silencio lo acompaña en la habitación. Toca la pantalla del móvil para revisar la hora nuevamente: 9:06 PM. Está ocurriendo. Toma el aparato y se dirige a la cocina. Sirve agua en un vaso y la bebe de un solo trago. El vaso es llenado nuevamente, pero esta vez el agua se mantiene dentro mientras el teléfono móvil se hunde en ella. El hombre imagina que todos sus contactos se encuentran en un barco hundiéndose hacia el fondo del mar. Sale de la cocina y se dirige a la sala. Un tic-tac-tic-tac lo recibe en la oscuridad. Enciende la luz y un gato negro mueve los ojos de lado a lado al ritmo del tic-tac-tic-tac y en su barriga, las manecillas marcan la misma hora que él buque antes de hundirse. Tic-tac-tic.tac, tum-tum-tum-tum, segundero y corazón sincronizados. 

7:00 a.m.

Hora de salir del trabajo y por suerte no fue necesario quedarse tiempo extra. Es probable que al día siguiente el escritorio se encuentre lleno de pendientes nuevamente. Obra de su jefe, cómo siempre. Él hombre revisa nuevamente su celular. El mensaje no ha sido visto. 

7:05 p.m.

El autobús parecía un mercado andante: limón agrío, cebolla recién picada y queso son solamente algunos de los aromas que podían ser identificados. Estos se entremezclaban y al hombre le pareció ver que formaban una nube de color verde pastoso sobre las cabezas de los pasajeros.

7:55 p.m.

Las luces de la casa estaban apagadas. Él sintió un vacío en el estómago. Abrió la puerta y entró a su hogar. Todo estaba en silencio. Las luces se encendieron una a una empezando por el recibidor, después las escaleras, el pasillo y finalmente la recamara. La puerta del clóset se encontraba abierta. Dentro, solo quedaba la mitad más pequeña de ropa. El hombre miró a su alrededor y notó un pequeño sobre recargado en la lámpara de noche. «Ya no pasamos tiempo juntos», dice la carta, «necesito tiempo para organizar mis ideas. Solamente será un tiempo”. 

Tiempo, tiempo, tiempo.

La palabra resonó en lo más oscuro de su consciencia y taladró a través de sus memorias. Taladró a través de su cordura. Taladró a través de todo. 

Los ojos del gato se mueven de lado a lado en un gesto burlón. El segundero casi nos e ha movido de su lugar. El hombre toma un cenicero de la mesa de centro en el que puede leerse «Dale tiempo al tiempo, todo estará bien». El cenicero vuela por los aires y se estrella en la pared rompiendo el reloj. No hay más tic-tac-tic-tac. Las ventanas de la sala vibran y el hombre creé percibir el crujido de una maquinaria que se detiene a lo lejos. Está hecho. Sale de la casa y mira al cielo. La luna sigue ahí, pero las estrellas han dejado de titilar. Camina hacia la acera. En la falda de un árbol, un pequeño perro maltés se ha quedado con una pata levantada a mitad del acto de satisfacer sus necesidades. Una mujer que cruzaba calle parece ahora una estatua. A lo lejos pueden verse las luces de un auto que no viene ni va. El hombre sonríe y entra de nuevo a la casa. Sube las escaleras y va a la recamara. Cierra la puerta del clóset. Se desnuda y deja caer su ropa al suelo. Se mete a la cama y respira intentando encontrar la esencia de ella aún en la almohada. Esa noche por fin podrá terminar sus sueños.