Cuento «Sinchi Wari o el héroe de los trabajadores» por Priscila Arbulú Zumaeta

Cuenta la leyenda que, en el inicio, solo existían dos chasquis: uno desconocido y uno a quien más adelante bautizaron como Sinchi Wari, por ser conocedor de plantas y veloz. Se dice que ellos eran los únicos encargados de recorrer el Qhapaq Ñan o el Camino Inca entero durante varias semanas, motivo por el cual los mensajes solían demorar en llegar a su destinatario. Un día, el compañero de Sinchi Wari le solicitó que cubriese su turno debido a un terrible dolor de pantorrilla. Como Sinchi Wari era un joven generoso, virtud que le había inculcado su padre el curaca en su niñez, este no dudó en acceder. Sorprendentemente, Sinchi Wari no terminó agotado aquella jornada, sino que todavía le dieron las fuerzas necesarias para seleccionar en secreto las hojas de coca que necesitaría para su siguiente turno (solo los nobles incas y los amautas estaban autorizados para chacchar las hojas). Dos semanas después de su regreso, su compañero, al enterarse de que no había surgido ningún inconveniente y que los mensajes verbales y los codificados en quipus habían llegado a su destino con total normalidad, volvió a decirle la misma excusa a Sinchi Wari, quien, a pesar de sus sospechas, accedió al pedido. Una vez más, Sinchi Wari demostró ser un joven atlético y ágil. Cuatro semanas después de su retorno, el chasqui desconocido se presentó ante Sinchi Wari y le comentó que su dolor había aumentado significativamente. Sinchi Wari lo miró con recelo, pero volvió a tomar su puesto. En esta oportunidad, los mensajes no llegaron a su destinatario, por lo que el Inca mandó a sus hombres de confianza para que lo buscasen. Pronto hallaron su cuerpo y comprendieron que este había sufrido una descompensación y que se había ahogado al caer al río. Desde ese día, el Inca, un hombre sabio, implementó los tampus o las postas, para que ningún chasqui volviese a recorrer todo el Qhapaq Ñan solo, les redujo significativamente la cantidad de kilómetros que les tocaba, y le otorgó a cada uno un pututu o trompeta de caracol para que alertasen su relevo y pudiesen descansar. Además, se cuenta que, como entre las cosas que hallaron en el qëpi que solía cargar Sinchi Wari en su espalda estaban las hojas de coca, el Inca les permitió también a ellos chaccharlas. Desde entonces, Sinchi Wari se ha convertido en la imagen de las manifestaciones de los trabajadores cuando les exigen a sus gobernantes que mejoren sus condiciones laborales.