Cuento “No todo el mundo puede ser un héroe” por Víctor M. Campos

I

Otra vez está de malas. Me jala horrible del brazo. Lleva prisa. Dice que se nos va el camión. Siempre es así: me jala y me tropiezo. Entonces se pone más de malas: que deje de estar jugando; que tiene cosas que hacer, dice. Ya vámonos. Ándale. No entiendo por qué le urge tanto irse al trabajo. Siempre va de malas y regresa peor. Supongo que el trabajo es aburrido. No entiendo por qué va. Me alza de un brazo y vuelo, pero me duele. No creí que volar doliera. Aterrizo y, obvio, me caigo, pero como me lleva del brazo, no me alcanzo a caer bien. Pero Max sí. Espérame, le digo, pero no me oye. A veces pienso que todos son así: sordos. Les hablo y no me oyen. Espera, le digo. Espera. Mi Max Steel. Me jala más fuerte y me lastima el brazo. Cállate y camina, me grita. Subimos al camión. Yo ni alcanzo a tocar los escalones. Me desespero y quiero gritarle, pero si lo hago me pega. No me grites, dice gritándome. No me grites y luego me da una cachetada. Me dan ganas de llorar. Por la ventana veo que un señor levanta mi Max Steel. No, no se lo lleve. Es mío. Me lo trajeron Los Reyes. No. Max: corre, escápate, alcánzanos. Acción-turbo, Max. Acción-turbo. Vamos. Acción-turbo. 

II

Oigan. Oigan. ¿A dónde van? ¿Me escuchan? Falto yo. ¡Ey! ¡Ey! ¿No me oyen? Genial. Se van sin mí. Tiene que ser lunes. De otro modo no me explico por qué el día es tan encantador. Y, por si fuera poco, perdí la nano-sonda. Con lo útil que sería ahora. ¿Dónde habrá quedado ese tonto brazalete? Esto de ser un superhéroe al que a veces se le zafa la cabeza o un brazo no siempre es divertido. Pero no tengo tiempo ni el nano-ánimo para lamentarme. Un superhéroe no se lamenta. Seguro Rendel están detrás de todo esto. Si ese científico de pacotilla quiere jugar, jugaremos. Ya verás, enano. A ver, concéntrate. Eso es: concéntrate, concéntrate. Tú… Tú. Sí, tú, ven acá. Ven. Dame una mano. Eso es. Ven. Sí, sí, soy Max Steel. Un poco raspado, pero soy yo. Mucho gusto. Tú eres… ¿A quién le importa eso ahora? ¿Ves a ese niño? Allá. No, cabeza-hueca: dije allá. Sí, ese. Bien, corre tras él. Corre. Alcánzalo. Antes de que se vaya el camión. Oh, ¡cuidado! Fíjate antes de cruzar la calle. No queremos que te lastimes, ¿o sí? Espera, espera: ¡ahora! Detrás de ese taxi. Ahora. ¡Qué demonios! ¿Eres un gallina acaso? Cruza. El camión se va. Hazlo ahora. 

¡Vamos!    

III

Simón, debí hacerlo antes. Pero, la neta, ¿quién-pinches quiere trabajar? Simón: salí a buscar trabajo con esperanzas de no encontrarlo. Y se armó: gracias por el paro, Virgencita.  Al revés, topé con esta cosa. Un… ¿G. I. Joe? No sé quién es este monigote con cara de todos me la pelan y traje de comando, pero se ve que es de los caros. Está raspadón, y acá, pero es de los chidos. Mattel, como la Barbie. De seguro en la cena de empleados de fin de año esos dos han de aventarse unos cumbiones y luego, acá, como que se pierden, ¡y sobres! Bueno, quién sabe. La Barbie es más alta. Seguro no le gustan sotacos. Además, tiene al Ken. Pero se me hace que ese pinche güerillo caga-leche no la´rma. Tal vez este monigote y el Ken son compas y… Bueno, a mí me vale verga. Por mí que hagan lo que quieran. Cada quien sus bisnes, ¿no? ¿Y si lo financio mejor? ¡Agüevo! ¿Cuánto me darán por él? ¿Una milpa? ¿Una quiniela? ¿De perdis se armará para un cartón de caguamas? Tal vez me rallo y podría buscar chamba hasta el otro lunes. ¿Cuánto me darán? ¡Ah, chale! No, aguanta. No me digas que es tuyo. Chale. Ya vi de quién eres, pinche monigote. Mira nomás la cara de ese morrito. Parece que se le atoró un pedo. Me vas a hacer correr, ¿verdá? No mames. Ando bien torcido. 

Chale, pinche morrito. 

IV

Los héroes siempre tenemos a alguien que nos ayuda cuando las cosas se ponen difíciles. ¿De qué otro modo podríamos hacer nuestro trabajo? Ahora mismo este barrigón ha respondido a mi rayo telepático y por fin cruzamos la calle evadiendo a los coches. Le vendría bien cenar avena y salir a correr un par de kilómetros cada mañana. El camión se nos va y empezamos a quedarnos atrás. Acción-turbo, le digo al barrigón, pero todo parece indicar que se ha quedado sin energía. Si al menos tuviera la nano-sonda. Si al menos el barrigón llevara una dieta decente. Pero está claro que no todo el mundo puede ser un héroe. No tendría chiste, además. Lo que importa ahora es detener ese camión. Detenerlo ya. Si mi rayo funcionó una vez, por qué no habría da hacerlo de nuevo. Además, soy un héroe, mi obligación es salvar al mundo, no ser original. Veamos, veamos… Concéntrate. Tú. Sí, tú: el del taxi. Detente ahí, sí, justo ahí. Eso es. Para tu carro ahí. Delante del camión. ¡Eso es! Detente, no olvides las intermitentes, por favor, y ahora, con calma, baja todas las cosas. Sí, también las de la cajuela. Eso es. Así. Ahora tú, barrigón, corre, corre. No, no es buen momento para tener un ataque de tos. Vamos. Corre, corre, ¡acción-turbo! 

Rendel: vas a lamentarlo. 

V

Simón. Debo bajarle al tabaco, pero es que si no fumo me da mucha hambre; me dan ansias, no sé. Ando todo el día bien quién sabe cómo. Se siente bien culero. Nel. Lo chido es que no fumo tanto ya. Media cajetilla a lo mucho. A menos que ande pedo. Ahí sí ya valió verga. Lo chido también es que el camión se detuvo. Ahí te voy, morrito. Nomás aguántate a las carnitas. Deja que se me pase esta pinche tos de perro, y te alcanzo. Ahí voy, ahí voy. ¡Chale! Ya no me cuezo al primer hervor. Chale. No creí estar tan puteado. Orita mejor me voy a lanzar por una caguamita y me siento un ratito a descansar. Simón. Ya mañana veo lo del jale. Orita le pido un parito a mi jefa y ya mañana me levanto tempra, me baño, me lleno algunas solicitudes y salgo a ver lo del jale. Sí o sí. ¡Chingo a mi madre si no! Pero orita sí ya está cabrón. Ya llevo todo el día de arriba abajo como pendejo y pura verga. Mañana sí. Agüevo. Ya, pinche tos. Ya. Ni que fuera pa´tanto, también tú, chingá. A ver, morrito, en buen momento se te ocurrió dejar caer tu pinche monigote.  Ahí te voy. No pongas esa cara. No chilles. Ahí te voy. Nomás agarra el pedo que no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte kilos después. No, no chilles, ya se me pasó, mira.

Ahí te voy.  

VI

Los veo que vienen corriendo. El señor cruza la calle sin fijarse y casi lo atropellan. Pero Max Steel lo salva y vienen para acá. De seguro le compartió de su T-juice porque el señor corre más rápido. Le digo que pare el camión tantito. Le digo que vea por la ventana pero no me oye. Parece que sólo oye cuando le grito o digo palabras que no puedo decir. Detén tantito el camión. Detenlo. Ahí vienen, pero no me hace caso. Suena su teléfono y dice que ya va para allá. Que va a dejarme a casa de mi abuelita y que luego va para allá. El señor deja de correr, se para y se agarra las rodillas. Parece que está cansado porque alza la cara y tose. Tose mucho. Me mira y estiro la mano. La estiro muy fuerte pero no puedo alcanzarlos. Me sorprende que mi brazo no sea más largo si siempre me lo jalan. El camión arranca y me desespero. Quiero gritar, pero si lo hago me va a dar una cachetada. Sigue con el teléfono en la oreja.  Max Steel tenía su nano-sonda para comunicarse pero la perdí. Me regañaron y no me dejaron jugar con Max Steel como un mes. Por fin guarda el teléfono y me dice que me siente: como no le hago caso, como quiero explicarle qué pasa, me jala y me sienta a fuerzas. El camión se detiene. El señor y Max corren otra vez. Max activa la acción-turbo porque vuela por lo aires, entra por la ventana abierta y aterriza en mis manos. Le digo adiós al señor, pero no me ve porque se está agarrando las rodillas y mira al suelo. 

Tose mucho.