Cuento «Mauricio» por María del Sol

Traía dos tragos de mezcal entre sus delgados dedos; lanzó uno hasta mi mitad de la mesa y el otro lo puso frente a él después de haberle olido.

Se sentó. Me pasó las cartas.

-No sé barajear- le dije.

-Tal parece que últimamente no sabes nada. Qué ganas de decirte algo profundo- dijo con sarcasmo- pero un buen juego no lo es realmente sin una baraja bien revuelta.

Me ofreció un cigarrillo. Con un gesto de la mano lo rechacé e inclinando la cabeza agradecí. Puso uno en su boca y mientras frotaba el fósforo contra la cajita para encenderlo me dijo:

-A estas alturas de tus pocas ganas, ¿y temes morir por un par de fumadas?

Me quitó la baraja, hábilmente la partió, la juntó, la volvió a dividir, a pasar rápidamente de una a otra mano, y la repartió.

Parecía interesante. Tenía los labios ligeramente rosados, casi carmín, un poco bermellón; pómulos marcados; ojos hundidos y marrones; mirada burlesca; nariz pronunciada; cabello oscuro, ondulado; piel blanca. Llevaba unos jeans rotos de las rodillas, una camisa blanca desabotonada hasta el pecho y arremangada; converses negros. Interesante; atractivo… algo perturbador, intimidante.

-Es la segunda vez que quieres verme. ¿Qué quieres de mí?

-¿Eres…?

-Mauricio- me interrumpió lanzando una bocanada de humo. -Llámame Mauricio.- Y le dio un sorbo a su mezcal. Con un movimiento de cabeza señaló mi vaso, en lo que yo deduje era una exhortación a beberle. Me sentía mareada. Agité la mano rechazando la invitación. Alzó los hombros y torció los labios, como si hubiese dicho “¡Cómo sea!” de una manera casi indiferente. Yo no sabía qué decir; la verdad es que aquella escena me parecía casi cómica.

-¡Qué! ¿Me imaginabas más bien como una dama huesuda, ataviada con un largo y pomposo vestido, y un ancho sombrero colorido? ¿O prefieres la versión de la capa negra y la hoz? Me hubiese puesto unas bermudas con este calor, pero detesto los moscos; confórmate con la palidez de mi flemática apariencia.

-Nunca mencioné mis pocas ganas. De hecho quería verte por el motivo opuesto….- Respondí, haciendo caso omiso de su comentario que denotaba más modestia, que enojo.

Supo disimular su sorpresa, obviando intencionalmente su interés; no sabría decir qué tan sincera fue su mueca, o qué tan sobreactuada, pero con un gesto de su mano me indicó que siguiera.

-Estoy escribiendo algo… una novela a decir verdad. Al final toda mi maraña de ideas y viñetas escritas, desembocan en lo que bien podría ser un intento de autobiografía. El punto es que quiero algo distinto… quiero algo grande… algo que rebase lo común. Un final diferente.  Quiero que el final de mi historia sea mi propio final… -Me detuve a sabiendas de lo ridículo que probablemente aquello sonaba.

Se rio con saña -Déjame ver si comprendí. ¿En esta ocasión no hablamos de desilusión, ni desesperanza, ni depresión, ni etcétera?… ¿Me has llamado para que sea yo quien “escriba” (simuló un par de comillas textuales con sus dedos) la última línea de un libro?

Asentí con la cabeza. Su presencia era imponente, cautivadora. Percibí su aroma… a sándalo. Di un trago a mi copa.

-Pues bien, ¡Deseo concedido!… ese trago es el último que beberás. Aparte te concederé el honor por ti no solicitado de caer en mis brazos con la conciencia muerta. Con tu cuerpo morirán tus ideas, tus recuerdos, tus sueños, tus planes… tu proyecto. No sabrás si lo lograste; no sabrás si tus notas fueron encontradas, o si siendo encontradas fueron publicadas… leídas… aplaudidas; eso, ni nada. Porque precisamente eso, nada, será lo que serás.
Su cara de jugarreta satisfecha aumentó mis ganas de vomitar. Mi trago no tenía sabor extraño, ni siquiera distinto; como fuese, la lengua se tensó bajo mi paladar, tornándose seca y agria… como si un veneno sinsabor la hubiese atado para privarme en ese final momento de lo que yo más quería… las palabras.

Estiró su larga mano hasta mi rostro y con las yemas de sus dedos acarició mi mentón. Sentí frío… me paralicé. En algún punto había dejado de entender lo que estaba sucediendo, si es que alguna vez lo había entendido.

Una repentina y estruendosa carcajada rompió el pesado silencio de aquella pausada escena.

-Me declaro adepto al drama y la poesía. ¡Vamos ingenua! No perdería mis valiosos y encantadores poderes sólo para satisfacer el ego de un ser humano. Algo de humano tengo al respecto… cuanto más me lo piden menos atiendo. Espero que tengas dinero; no tengo ni un cinco.- Sonrió de oreja a oreja tras mirar su vaso vacío. Se paró, caminó hasta quedar frente a mí, ladeó la sonrisa, me miró de arriba a abajo… lentamente. Me sentía perdida; patéticamente atraída. Se detuvo en el doblez de mi falda.

-Lindas piernas.- Sabía lo que provocaba y se mofaba.- Te besaría; pero hoy no me apetece. Tal vez otro día. Cuando menos lo esperes. Te besaré. Te besaré como nunca te han besado. Pero hoy… hoy no cariño. Ni beso, ni final feliz.- y se marchó

Me quedé sentada. Pensé en escribir; pero mis piernas temblaban… todo mi cuerpo lo hacía. Sin reflexionarlo mi mano izquierda comenzó a sofocar mi muslo bajo su terca caricia. Mi ordenador seguía encendido mientras yo vagaba en mi imaginación. “Mauricio” quise escribir… “Mauricio” musité mientras las mieles de mi vientre se derramaban por mi entrepierna.
 

Semblanza:

Mi nombre es Marisol y nací en Guadalajara. Estudié la Licenciatura en Artes Visuales para la Expresión Plástica y actualmente trabajo como Escultora en Taller de Proyectos de Parque Xcaret (Quintana Roo). Desde muy pequeña me sentí atraída por las Artes. A la edad de 12 años comencé a escribir poesía, y más tarde me licencié en Artes Visuales. En cuanto a las letras, he pasado por diversos temas plasmados básicamente en poesías y cuentos. Algunos de mis relatos han sido publicados en la Revista online El Perro (Guadalajara- Riviera Maya), y he tenido la oportunidad de tener dos cuentos impresos. En 2015 mi texto “Xocolatl” apareció en la Antología tapatía La Tierra en que andamos; y en 2016 “Tierra Mojada” fue seleccionado para aparecer en la Antología Escrivive Playa de origen Quintanarroense.