Lo odiaba y deseaba vengarme. ¿Motivos? Muchos y muy buenos. Me había arruinado la vida, lo sabía y le importaba poco. Al contrario. Disfrutaba sabiendo que, legalmente, no podía hacer nada contra él. De ahí sus miradas entre burlonas y despreciativas. Sus comentarios humillantes. Me consideraba un ser débil —él me llamaba su perro fiel— que nunca se rebelaría o intentaría ponerlo en su sitio. No podía hacerlo. Sabía algo de mi vida anterior que me enviaría a prisión. Ahí radicaban su poder y mi debilidad. Pero, lo que más me fastidiaba, era que siempre tenía algún refrán a mano. Para defenderse, justificarse o atacar al otro, echaba mano de algún maldito refrán que apoyara sus palabras o sus actos y te dejara hecho un guiñapo. Eran como una bala en la recámara a punto para dar en el blanco. Porque, tengo que reconocer que sus refranes estaban bien traídos. Y en su boca, se convertían en armas letales que mermaban aún más mi autoestima. Por eso, el día que decidí cortar por lo sano y darle lo que se merecía, quise darme una íntima satisfacción.
Me miró, asombrado ante mi atrevimiento, asustado por el arma que yo sostenía en mi mano y, sobre todo, sorprendido por la tranquilidad de la que yo, el perpetuo humillado, hacía gala. Yo sabía que no tenía posibilidad de salir vivo, nadie podía vernos, nadie vendría en su ayuda. Por eso me tomé mi tiempo, me recreé en la suerte y, cuando me cansé de oír su voz temblorosa —oh, sí, sabía suplicar como el cobarde que en el fondo era— le solté lo que iba a ser la guinda de aquel pastel macabro.
—Aunque te sorprenda lo que voy a decirte, hay dos refranes que están totalmente equivocados. A veces, hasta el perro fiel muerde. Yo soy un buen ejemplo. El segundo, la esperanza no es lo último que se pierde —en su mirada se mezclaron el pánico y la curiosidad. —Sí, sí. Muy equivocado. En realidad, lo último que se pierde es la vida.
Un disparo, seco, rápido y cortante como un cuchillo bien afilado, me dio la razón. ¡Lástima que él ya no pudiera dármela!
Semblanza:
Soy una santiaguesa que reside en Pontevedra. Fui profesora de inglés en un instituto de esta ciudad. Ahora puedo dedicarme a escribir, leer, cuidar mis plantas y viajar – mis aficiones favoritas junto con el chocolate. He ganado el 1º Premio de Novela “Felí Úbeda” (2017) con el Rubí de Marco Polo además de varios premios de relato corto. También he publicado cuentos en revista de España, USA, México, Costa Rica, Venezuela, Argentina, Chile y Alemania.